En los últimos años ha habido avances en el conocimiento y tratamiento del asma, aún así una proporción significativa de pacientes continúa sin alcanzar un control adecuado de la enfermedad. La inercia diagnóstica y terapéutica, entendida como la falta de actuación clínica o de ajuste del tratamiento cuando está claramente indicado, se mantiene como un obstáculo clave en la práctica asistencial. Esta situación se traduce en peores desenlaces clínicos, mayor carga asistencial y riesgo de complicaciones prevenibles.
La inercia terapéutica en asma, definida como la falta de ajuste del tratamiento pese a indicaciones clínicas claras, representa un obstáculo significativo en el manejo adecuado de la enfermedad, especialmente en los casos graves.
La doctora Julia Pérez, del Centro de Salud Vélez-Sur (Vélez Málaga), alerta de que “muchos pacientes continúan con tratamientos insuficientes a pesar de presentar síntomas persistentes, exacerbaciones frecuentes o deterioro de la función pulmonar”. Esta falta de intensificación conlleva un mayor riesgo de hospitalizaciones y dependencia de corticoides orales, cuyo uso prolongado se asocia con efectos adversos relevantes como osteoporosis, hipertensión o diabetes.
Uno de los principales indicadores de inercia terapéutica es el uso excesivo de broncodilatadores de rescate (SABA) en lugar de corticoides inhalados (CI), incluso en pacientes con asma grave. “Persisten prácticas clínicas desaconsejadas por las guías actuales, como el tratamiento exclusivo con SABA, pese a su asociación con peor pronóstico y mayor riesgo de exacerbaciones severas”, señala la doctora Pérez.
Recomendaciones de las guías clínicas
Las guías nacionales e internacionales, como GEMA y GINA, proponen un enfoque estructurado por escalones, basado en la gravedad y el control del asma. Desde el Escalón 1, donde se recomienda el uso de CI a demanda con formoterol en pacientes con síntomas ocasionales, hasta el Escalón 5, reservado para casos graves no controlados, se enfatiza la necesidad de revisar periódicamente el nivel de control y ajustar el tratamiento. En este último nivel, es crítica la evaluación de biomarcadores para indicar terapias biológicas, evitando así la exposición prolongada a corticoides orales sin justificación.
Cada escalón tiene indicadores claros de inercia, como el mantenimiento de CI en monoterapia en pacientes con síntomas frecuentes (Escalón 3) o la no introducción de antagonistas muscarínicos de acción prolongada (LAMA) o biológicos en asma grave (Escalones 4 y 5). Para la doctora Pérez, “desde Atención Primaria (AP) es clave implementar herramientas de evaluación sistemática y ajustar el tratamiento precozmente según los escalones, con el fin de evitar complicaciones y mejorar el pronóstico”.
Espirometrías en AP
A la inercia terapéutica se suma también una preocupante inercia diagnóstica, especialmente relevante en el ámbito de Primaria. La doctora Margarita Cuevas, del Centro de Salud Palma del Río-Peñaflor (Sevilla), identifica múltiples barreras: “El principal obstáculo para efectuar el diagnóstico precoz y certero del asma es la dificultad para realizar espirometrías en los centros de salud, a pesar de su eficacia y relevancia clínica”.
La falta de recursos, de tiempo y de formación específica complica la realización de pruebas diagnósticas objetivas como la espirometría con prueba broncodilatadora, lo que conduce con frecuencia a iniciar tratamientos sin haber confirmado una obstrucción compatible con asma. “Esto dificulta posteriormente confirmar el diagnóstico y ajustar el tratamiento adecuadamente”, añade la doctora Cuevas.
Como alternativa, el uso del pico flujo ha cobrado importancia, especialmente desde la pandemia por COVID-19, cuando las restricciones sobre espirometría impulsaron su utilización. “El 100 % de los profesionales consultados consideran el pico flujo una alternativa válida a la espirometría con prueba broncodilatadora”, destaca.
Deficiencias estructurales y formativas
Más allá del diagnóstico técnico, la doctora Cuevas subraya otros factores que perpetúan la inercia en el manejo del asma: “El déficit de información sobre la cronicidad de la enfermedad en la población general, el infradiagnóstico, la falta de conocimiento técnico, la baja adherencia terapéutica y los errores en la técnica inhalatoria siguen siendo obstáculos clave”. A esto se suma la limitada comunicación entre niveles asistenciales, la escasa conciencia sobre el impacto del asma y la falta de seguimiento periódico, a pesar de los esfuerzos educativos en los últimos años.
Estas deficiencias estructurales y formativas exigen una estrategia integral que refuerce el diagnóstico precoz y la continuidad asistencial, pilares fundamentales para combatir tanto la inercia diagnóstica como la terapéutica en asma.
El doctor Gregorio Cabello, del Centro de Salud Villa del Río (UGC de Montoro, Córdoba), señala que la inercia diagnóstica en asma es “multifactorial y frecuentemente subestimada”. Entre los factores más relevantes destaca el retraso en el reconocimiento de los síntomas, agravado por condicionantes socioculturales y la escasa educación sanitaria sobre la enfermedad. “Síntomas leves como los cuadros catarrales o bronquitis suelen interpretarse erróneamente como infecciones virales, lo que retrasa su identificación como asma”, explica.
Falta de conocimiento y de medios
El desconocimiento generalizado sobre la patología contribuye a que los pacientes no consulten a tiempo o no comuniquen con precisión sus síntomas, dificultando una valoración clínica adecuada. Esta falta de demanda activa de atención sanitaria, unida a la escasez de pruebas diagnósticas objetivas –como la espirometría o las pruebas de función pulmonar– en determinados centros, perpetúa el problema. “La ausencia de medios técnicos para confirmar el diagnóstico sigue siendo una barrera fundamental”, subraya el doctor Cabello.
Además, la coexistencia con enfermedades respiratorias como la EPOC añade un nivel extra de complejidad, al dificultar la diferenciación entre ambas entidades clínicas. Según el experto, “la comorbilidad con otras patologías respiratorias complica aún más un diagnóstico ya de por sí condicionado por múltiples limitaciones estructurales y clínicas”.
Este abordaje fragmentado y tardío del diagnóstico del asma pone en evidencia la necesidad de reforzar tanto los recursos técnicos en AP como la formación clínica en el reconocimiento temprano de la enfermedad, para reducir así la carga de la inercia diagnóstica.
Cómo combatir la inercia en asma
Para mejorar el abordaje del asma y reducir la inercia diagnóstica y terapéutica, diversos expertos proponen estrategias que permiten una detección más precoz del asma mal controlada y una intervención más eficiente desde AP.
El doctor José Rafael Rodríguez, del Centro de Salud Antequera Estación (Málaga), destaca la utilidad de herramientas estructuradas como los cuestionarios validados Asthma Control Test (ACT) y Asthma Control Questionnaire (ACQ), que permiten evaluar de forma objetiva y sistemática el grado de control de la enfermedad. A esto se suma el registro diario de síntomas, la medición periódica de la función pulmonar mediante espirometrías o dispositivos de flujo espiratorio máximo (PEF), y la educación terapéutica para reforzar la adherencia y el conocimiento del paciente sobre su patología.
Por su parte, el doctor Gregorio Sánchez, del Centro de Salud Carihuela en Torremolinos (Málaga), subraya la importancia de estructurar las consultas de seguimiento a través de visitas programadas periódicas, apoyadas en protocolos clínicos basados en guías como GEMA y GINA. Este médico también pone en valor el uso de tecnologías emergentes, como aplicaciones móviles, inteligencia artificial (iaGEMA), y sistemas de recordatorios electrónicos, que han demostrado mejorar la adherencia terapéutica. Además, destaca la necesidad de abordar de forma integral factores como las comorbilidades, el estilo de vida y el uso adecuado de los dispositivos de inhalación.
Ambos especialistas coinciden en que una coordinación efectiva entre Primaria y los niveles especializados, junto con la formación continua de los profesionales, es esencial para mejorar la continuidad asistencial y la calidad del manejo del asma. La aplicación combinada de estas estrategias no solo mejora el control de la enfermedad, sino que también reduce las visitas no programadas y las exacerbaciones, contribuyendo a una atención más eficiente y centrada en el paciente.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores: Gregorio Sánchez Romero, Julia Pérez Craviotto, María Leal Moreno, Margarita Cuevas Pancorbo, Gregorio Cabello Gracia, Carmen Fª Morales Ocaña, José Rafael Rodríguez García e Iñigo Martin Salazar.
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