“No tenía nada y le dio un infarto”, y puede deberse al “síndrome de Gulliver”. En esta entrevista para EL MÉDICO INTERACTIVO, José Luis Abellán Huerta, cardiólogo del Hospital General Universitario Santa Lucía de Cartagena, analiza los principales factores de este nuevo síndrome que ha definido junto con su padre, José Abellán Alemán, y José Francisco López Gil, especialista en actividad física y deporte y en nutrición. Consideran que gracias al reconocimiento del síndrome de Gulliver es posible “mejorar la salud de las personas y, seguro, salvar miles de vidas cada año”.
¿En qué consiste el síndrome de Gulliver?
El síndrome de Gulliver es la conjunción en una misma persona de cuatro condiciones que si bien en Medicina no son consideradas claros factores de riesgo todas, sabemos que cuando se acumulan en un mismo individuo el riesgo cardiovascular aumenta. Se deben de cumplir estas cuatro condiciones para realizar el diagnóstico de síndrome de Gulliver:
- Presión arterial superior a 120/80 mmHg, pero inferior a 140/90 mmHg.
- Glucemia basal en ayunas entre 100 y 126 mg/dL.
- Colesterol no HDL entre 130 y 190 mg/dL.
- Perímetro de cintura en hombres entre 90 y 102 centímetros, y en mujeres entre 80 y 88 cm.
¿Por qué recibe este nombre?
Recibe este nombre porque cualquiera de las condiciones que lo conforman no suponen en la Medicina clásica un factor de riesgo importante ante el cual tengamos que, por ejemplo, iniciar un tratamiento farmacológico. Sin embargo, cuando todos están presentes, el aumento del riesgo cardiovascular de la persona que lo presenta aumenta considerablemente. De un modo similar a las cuerdas de los liliputienses que apresaban al gigante Gulliver cuando naufragó, en la obra clásica de Jonathan Swift; por eso le hemos dado este nombre.
¿Qué mecanismo explicaría que personas sin una sola alteración grave puedan presentar un riesgo cardiovascular elevado?
Esta es la principal razón que da sentido al síndrome de Gulliver, y es que en Medicina necesitamos ser prácticos. Así, establecemos unos umbrales a partir de los cuales poder diagnosticar y actuar y tratar un factor de riesgo o una enfermedad, pero en muchos de ellos antes de cumplir criterios para ser diagnosticado, por ejemplo, hablando de hipertensión arterial, sabemos que ya se están dando cambios que reflejan una peor salud cardiovascular. Y, de hecho, aumentan el riesgo cardiovascular de esa persona.
¿Algún ejemplo?
El diagnóstico de la hipertensión arterial se establece a partir de cifras de 140/90 mmHg, pero sabemos que la presión arterial óptima es la inferior a 120/80. Por tanto, cuando ya tenemos una presión arterial superior a 120/80 se considera que ya está normal alta o es un rango de prehipertensión. Sabemos que cuando esto ocurre con distintos factores de riesgo y se acumula en una persona, su riesgo cardiovascular ya es superior.
¿Qué utilidad clínica tiene este nuevo marco conceptual para superar la inercia terapéutica y mejorar la prevención cardiovascular en pacientes con riesgo?
Precisamente el síndrome de Gulliver se ha creado para que sea algo útil y sencillo de aplicar. Sus cuatro criterios muy simples consiguen poner nombre o detectar alteraciones que son clínicamente relevantes. Estas condiciones permiten al médico o al paciente saber que tiene un riesgo cardiovascular elevado.
De esta forma, es posible luchar contra esa inercia terapéutica de ‘no tiene usted nada’, porque nada de lo que podemos detectar en analítica, el perímetro de cintura o la presión arterial está en rangos de enfermedad o de factor de riesgo evidente. Por tanto, estas personas que tienen un riesgo cardiovascular elevado quedan sin diagnosticar y, sobre todo, sin tratar. Con la definición del síndrome de Gulliver pretendemos, de una manera muy sencilla, superar o acabar con esta inercia terapéutica y poder actuar y tomar medidas antes de que sea demasiado tarde.
¿Cuáles son los principales retos o limitaciones a la hora de implementar este enfoque en la práctica clínica diaria, y qué pasos se están proponiendo para validar y difundir el concepto?
Necesitamos una buena difusión de qué es el síndrome de Gulliver, y, sobre todo, dar a conocer cuál es su utilidad. En este momento, estamos analizando una cohorte muy grande, muy potente, de personas que pueden tener riesgo cardiovascular elevado. Próximamente publicaremos el empleo práctico del síndrome de Gulliver. Si se confirma, creemos que podrá aplicarse a la práctica clínica diaria, y pensamos que va a ser, desde el punto de vista de la salud, muy relevante.
¿Qué pasos proponen para validar y difundir el concepto?
Como he comentado, el principal reto es validar y difundir el concepto. Ahora mismo tenemos que llevar a cabo estudios para validar y refrendar la utilidad del síndrome de Gulliver, y, a partir de ahí, debemos hacer una labor divulgadora y de difusión acerca de la importancia que tiene saber detectar un proceso muy sencillo, porque solo tenemos que medir la presión y el perímetro de cintura de los pacientes, y realizar una analítica.
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