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jueves, 6 de octubre de 2022

La determinación de la HbA1c es clave en el cribado de la diabetes

Los métodos de detección tanto para el cribado como para el diagnóstico de la diabetes en el centro de salud es la medición de la glucemia basal en ayunas, en plasma venoso. Se consideran que los valores iguales o mayores a 126 mg/dl obtenidos en días diferentes corresponden al diagnóstico de diabetes. Además, se emplea la determinación mediante analítica de sangre de la hemoglobina glicosilada cuyo punto de corte es 6,5%.

Desde hace años, la ADA incluyó la HbA1c en el diagnóstico de diabetes y prediabetes. Presenta algunas ventajas, puesto que no precisa de ayuno previo, tiene una mayor estabilidad preanalítica y ausencia de alteraciones día a día en periodos de enfermedad o estrés.

Además, es mejor predictor de eventos cardiovasculares si se compara con la glucemia basal.

Indicación de cribado

El cribado debe realizarse en sujetos asintomáticos de cualquier edad, con IMC por encima de 25 y con factores de riesgo cardiovascular. En pacientes sin estos factores de riesgo, se comenzará el cribado a los 45 años. Si la prueba es normal se repetirá al menos cada tres años.

El cribado va dirigido a los pacientes en los que se sospecha diabetes o en los que asocian otras comorbilidades, ya sea a nivel cardiaco, renal, pulmonar. La curva de glucemia se reserva para pacientes donde, a pesar de la sospecha clínica, la determinación de glucemia basal está en rango normal.

Diabetes gestacional

Por su parte, el diagnóstico de la diabetes gestacional se lleva a cabo a través de la sobrecarga oral con 75 de glucosa entre las semanas 24-28 de gestación. Una determinación mayor de 180 mg/dl a los 60 minutos de la ingesta de la glucosa se considera positiva y menor de 140 mg/dl es negativa, entre esos valores se aconseja la realización de una curva completa, sobrecarga de 150gr de glucosa a determinar a los 60 y 120 minutos.

Evaluación tras el diagnóstico

Después del diagnóstico de la diabetes tipo 2, será necesario realizar una evaluación médica completa para confirmar el diagnóstico y clasificar la diabetes, además de evaluar las complicaciones y las posibles comorbilidades. En dicha visita también se revisa el tratamiento previo del paciente y se controlan los factores de riesgo. Todo esto permitirá implicar al paciente en el diseño del plan terapéutico y desarrollar un plan de atención continua.

Hay que recordar que la exploración física debe incluir la medición de la presión arterial, el IMC, el fondo de ojo, la palpación del tiroides y la inspección de la piel. Además, hay que solicitar un perfil lipídico completo, con colesterol total, LDL y HDL, y triglicéridos y enzimas hepáticas.

La determinación de la microalbuminuria para identificar a los pacientes con riesgo de desarrollar disfunción renal y/o enfermedad cardiovascular. Además, hay que valorar la creatinina sérica y filtrado glomerular.

En pacientes diabéticos con riesgo moderado o alto de enfermedad cardiovascular es necesario llevar a cabo pruebas complementarias.

Insulinización

El tratamiento con insulina se puede utilizar en cualquier momento en el curso de la diabetes tipo 2. En términos generales, lo habitual es recurrir a ella cuando el tratamiento con hipoglucemiantes orales ya no proporciona una reducción efectiva de la glucemia.

Al iniciar la terapia con insulina en adultos con diabetes tipo 2, se recomienda utilizar un programa estructurado que aborde aspectos como la técnica de inyección, con rotación del lugar de inyección y evitando inyecciones repetidas en el mismo punto; autocontrol glucémico, titulación de dosis hasta alcanzar objetivos; comprensión de la dieta o el manejo de la hipoglucemia o hiperglucemia.

Evitar riesgos

Con el tratamiento con insulina se debe perseguir optimizar unas dosis y pautas que permitan al paciente alcanzar la glucemia objetivo a la vez que se minimizan el riesgo de hipoglucemia y de aumento de peso.

Hay que tener en cuenta que, aunque se inicie el tratamiento con insulina, es recomendable continuar con la metformina para mantener o mejorar el control glucémico, siempre que no existan contraindicaciones o intolerancia. También se pueden dejar otros fármacos, siempre valorando el riesgo de hipoglucemia.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialista en Medicina de Familia Olga Silvia García López y Edward Antonio Cornelio Cruzeta, y los médicos generales Rosa Elena Torres Lara y Jesús Fraguas Gutiérrez, de Talavera de la Reina, en Toledo.

 

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