“La COVID persistente o long covid es un tema de salud que se está convirtiendo en una amenaza dentro de la amenaza que supone la pandemia en sí misma”, advierte Juan Ruiz Manzano, especialista en Neumología y Medicina Interna, director del servicio de Neumología de Centro Médico Teknon.
Entre un 10 y un 30% de las personas que han sido diagnosticadas de COVID-19 continúa presentando algún síntoma relacionado con la infección después de la fase aguda, es decir, a partir de la tercera o la cuarta semana. “Pueden ser síntomas persistentes u oscilantes y su duración puede propagarse durante semanas o incluso meses”, concreta Ruiz Manzano.
Afectación de la COVID persistente
Las mujeres de edad media son las más afectadas por la COVID persistente, aunque los expertos advierten igualmente de COVID persistente en niños y adolescentes.
“La COVID persistente puede afectar a niños y adolescentes, tema poco estudiado, pero muy relevante ahora que aumentan los casos en ese grupo de edad”, asegura Miguel Marcos, jefe de Unidad del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario de Salamanca.
Impacto sanitario y social
Además de afectar a un gran número de personas, la COVID persistente está teniendo un gran impacto sanitario y social. “Las personas que padecen afecciones posteriores a la COVID-19 han informado de que se sienten estigmatizadas y han tenido dificultades para que sus casos se tomen en serio y se les dé un diagnóstico concreto, han recibido una atención desarticulada, y han comprobado que la atención especializada es en su mayor parte inaccesible y variable en los distintos países. Existen problemas reales de acceso a las prestaciones por enfermedad y discapacidad“, asegura el doctor Ruiz Manzano.
Según el especialista, “son necesarias unidades multidisciplinarias para el abordaje de la COVID persistente y para mejorar la calidad de vida de los pacientes”. En esta línea, en un estudio publicado la semana pasada en Nature Medicine, los expertos coinciden en que la atención a los pacientes con COVID-19 no se concluye en el momento del alta hospitalaria y que se necesita cooperación interdisciplinaria para la atención integral de los mismos.
¿Por qué persiste la COVID-19?
No se sabe. Existen tres teorías que podrían explicarlo, según Ruiz Manzano. La primera es la persistencia del virus en reservorios como el epitelio del intestino delgado desde donde continuaría activo. La segunda es la presencia de una respuesta inmune aberrante desregulada por exceso y el daño producido. La tercera, el efecto de la autoinmunidad.
Según una revisión publicada recientemente, podríamos estar hablando de 50 síntomas de la COVID persistente más o menos frecuentes. De ellos, los 14 más frecuentes son: fatiga, dolor de cabeza, trastorno de atención y memoria, pérdida de cabello, ageusia, disnea, polipnea, anosmia, dolor en las articulaciones, tos, sudoración, dolor en el pecho, náusea y pérdida de memoria. A largo plazo, puede afectar a cualquier órgano o sistema (cerebro, órganos vitales, los órganos de los sentidos, pulmones, corazón, intestino delgado, la piel…).
El neumólogo recuerda que “el pronóstico de la COVID persistente es incierto” y “que no existe tratamiento específico”. El experto señala la importancia de la rehabilitación en COVID persistente.
La COVID persistente mejora con la vacuna
En las últimas semanas se ha puesto sobre la mesa si la vacunación mejora la COVID persistente. Al respecto, la SEMG y el colectivo de afectados Long Covid ACts acaban de publicar una encuesta sobre los efectos de la vacunación contra el coronavirus en afectados de larga duración. Los resultados indican que, tras recibir la vacuna, el 55% se sintieron igual, el 26% mejor y un 18% peor.
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