La depresión resistente engloba al grupo de trastornos depresivos que no responden o lo hacen parcialmente a más de una estrategia farmacológica durante, al menos, seis semanas. Se conoce también con el nombre de depresión refractaria.
Este trastorno se suele asociar a una peor calidad de vida, mayor comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos, aumento del riesgo de suicidio, deterioro del funcionamiento social y familiar, y mayor uso de los recursos sanitarios.
Por ese motivo, el tratamiento de la depresión debería ser integral e intentar cubrir todas las intervenciones farmacológicas, psicoterapéuticas y sociales con los recursos disponibles, que puedan contribuir a mejorar el bienestar y la capacidad funcional de los pacientes.
Factores de riesgo
Algunos estudios están focalizados en la búsqueda de los factores de riesgo de la depresión resistente. Es importante identificar los factores de riesgo para poder establecer el abordaje de los que son modificables y en los que se puede intervenir para evitar su desarrollo.
Como factores de riesgo principales de la depresión resistente se pueden considerar los mismos implicados en un trastorno depresivo mayor, como son los factores biológicos, sociodemográficos y psicosociales. Sin embargo, todos estos factores por sí mismos pueden contribuir de manera muy variable y no justificar claramente la resistencia o recurrencia de la depresión.
De todos los pacientes tratados de un episodio o trastorno depresivo siempre suele quedar un pequeño número crónicamente deprimido. En especial, si se trata de personas de edad avanzada, personalidades depresivas, aquellos que presentan situaciones sociales desfavorables o los que han padecido acontecimientos vitales estresantes intensos.
Un factor a tener en cuenta es el historial de episodios depresivos previos, ya que aproximadamente la mitad de las personas que experimentan un episodio de depresión mayor tendrán una depresión mayor recidivante posteriormente. Si han experimentado tres o más episodios, existe una mayor probabilidad de tener un episodio adicional o más en los siguientes tres años, a menos que se siga un tratamiento apropiado. Esto significa que para muchas personas un primer episodio de depresión mayor con el tiempo se convertirá en una enfermedad recurrente.
Elementos para considerar
Aunque un acontecimiento vital o una situación de intenso estrés puede ser importante cuando se presenta el primero o hasta el segundo episodio depresivo, parece menos probable que los episodios posteriores estén relacionados con eventos estresantes adicionales.
Otros indicadores de gravedad, como la mayor duración de los episodios, el riesgo de suicidio, la comorbilidad ansiosa, un elevado número de hospitalizaciones y dosis más altas de antidepresivos empleados pueden explicar la falta de respuesta a múltiples intervenciones terapéuticas y la recurrencia. Además, la adherencia o intolerancia a los tratamientos, la respuesta parcial y la falta de respuesta en episodios anteriores de depresión también tienen importancia en la depresión resistente.
También hay que considerar la historia familiar de trastornos afectivos y la comorbilidad psicopatológica, como pueden ser los trastornos de ansiedad, el consumo de alcohol u otras sustancias tóxicas y los trastornos de personalidad.
Otro factor a considerar es la existencia de patologías somáticas subyacentes, incluyendo las enfermedades tiroideas, los trastornos neurológicos, ciertos tipos de virus infecciosos, déficit de vitaminas…
Los recursos económicos, sociales y familiares de los que dispone el paciente y las circunstancias vitales causantes de estrés son elementos a tener en cuenta a la hora de valorar la presencia de trastorno depresivo resistente.
Abordaje terapéutico
Las depresiones resistentes suponen alrededor del 10% de las depresiones. El tratamiento de la depresión resistente requiere un enfoque específico y la respuesta a una opción terapéutica concreta no se predice fácilmente por la farmacología o los tratamientos anteriores.
No obstante, el primer paso en el abordaje de estos pacientes es una buena historia clínica para valorar el historial de los síntomas, si ha habido periodos de mejoría, los tratamientos realizados, la adherencia a los mismos y las circunstancias personales y sociales del paciente.
También se debe llevar a cabo una evaluación de las limitaciones funcionales y síntomas predominantes para ver cuál será la mejor opción terapéutica. Si está bajo tratamiento farmacológico es recomendable realizar una revisión, aumentando dosis, cambiando a un agente de perfil farmacológico diferente o potenciando con otro agente. Puede ser conveniente asociar un tratamiento psicoterapéutico concomitante.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Psiquiatría Manuel López Pérez, del Hospital Universitario Virgen de las Nieves; Félix Jacobo Antón, del Centro de Salud Mental Coto, en Gijón; Anna María Ferrés Plaja, del Centro de Psiquiatría y Psicología Girona; Alejandro Manuel Fiol Moure, de la Unidad de Salud Mental de Gran Tarajal, en Fuerteventura; Deirdre de la Sierra Biddle, de la Unidad de Salud Mental Puertochico; Carmen María Sierra Nieto, del Centro de Salud Mental Fuenlabrada; el geriatra Juan José Calvo Aguirre, de la Residencia de mayores Zorroaga, y Ana Isabel Henche Ruiz, médico de Familia experto en adicciones, de la Unidad de Conductas Adictivas del Servicio de Psiquiatría, del Hospital Universitario de Toledo.
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