La mortalidad de los ingresos en UCI por COVID fue del 31 por ciento. Así se desprende del proyecto ‘Factores de riesgo y pronóstico de pacientes infectados por COVID-19’. Este ha realizado el seguimiento a un año de los enfermos ingresados en las UCI españolas (CIBERESUCICOVID). En concreto, el proyecto desarrollado por los investigadores del CIBER de Enfermedades Respiratorias (CIBERES) analizó los datos de 5.700 pacientes de 69 Unidades de Cuidados Intensivos españolas. Estos fueron seguidos desde febrero de 2020 y hasta diciembre de este año.
El trabajo también disgrega los factores asociados al peor pronóstico. Estos se asocian a la necesidad de ventilación mecánica, la edad, la gravedad inicial, EPOC asociada, el descenso de las plaquetas y el aumento de la creatinina comparando los días 1 y 3 de ventilación artificial.
Asimismo, se ha realizado un seguimiento de los pacientes desde el alta en la UCI y el alta hospitalaria hasta los seis meses. El objetivo era determinar la mortalidad al año del alta de los pacientes COVID-19 que sobrevivan después del ingreso en críticos. La tasa se estableció en un 1 por ciento.
La clave de la mortalidad de los ingresos en UCI
El estudio también ha analizado la clave de la mortalidad de los ingresos en UCI por COVID. Esta enfermedad, en casos graves, se caracteriza por la falta de control de la replicación del virus por parte del sistema inmune. Esta está reflejada en una diseminación a nivel sistémico de material vírico. Todo ello va en paralelo a una respuesta desregulada del huésped que se asocia a peor pronóstico.
Según indica el investigador del CIBERES, Jesús Bermejo, “los niveles altos de ARN vírico en plasma, la presencia de antigenemia es decir, cuando pasan las proteínas del Sars-CoV-2 a la sangre lo cual refleja un pobre control de la replicación del virus con daño en la barrera alveolo-capilar”. Por otra parte, los bajos niveles de anticuerpos anti-S son predictores de mal pronóstico. Asimismo, son potenciales marcadores de enriquecimiento predictivo para guiar mejor los tratamientos con antivirales o anticuerpos monoclonales en esta enfermedad”.
De esta forma, los cuadros clínicos graves muestran perfiles característicos tanto en plasma como en aspirados bronquiales. Estos proporcionan información molecular sobre los mecanismos que median el deterioro del paciente crítico y “surgen como herramientas útiles en toma de decisiones clínicas”, indica asimismo Antoni Torres.
Del mismo modo, las alteraciones pulmonares funcionales y estructurales en los supervivientes de cuadros clínicos graves de COVID-19 se asocian como patrones sanguíneos transcriptómicos y proteómicos específicos. Por ello, los mecanismos multifactoriales vinculados a estos perfiles constituyen la base para el desarrollo de estrategias terapéuticas.
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