Cada vez es mayor el número de diagnósticos de diabetes mellitus tipo 2 en pacientes jóvenes. Los estudios poblacionales detectan en personas mayores de 30 años una prevalencia estandarizada que oscila entre un 5 y 6,8%. Los estudios epidemiológicos demuestran que estamos ante una epidemia creciente de DM2 y que cada vez afecta a edades más precoces de la vida. Nos encontramos ante una enfermedad que precisa de la acción de factores ambientales nocivos para desarrollarse, como son la obesidad, el sedentarismo, la excesiva ingesta de hidratos de carbono rápidos, etc. La obesidad en niños favorece la aparición de diabetes mellitus tipo 2 y el mayor riesgo de desarrollar complicaciones que empeoran la esperanza y la calidad de vida en adolescentes y adultos. No cuidar la alimentación, no hacer ningún tipo de actividad física, ser fumador y, en definitiva, tener unos malos hábitos de vida favorecen el desarrollo de esta enfermedad.
En líneas generales, la diabetes se detecta en una analítica de rutina, que se suele repetir como verificación. Es muy raro el caso del paciente de este tipo que acude con alguna sintomatología propia de diabetes. Puede haber algún caso en el que paciente refiere algún tipo de infección urinaria, polidipsia y poliuria.
Formas de presentación
Sin embargo, la forma de presentación de la DM2 es muy variable, con un amplio espectro de gravedad. La mayoría de los pacientes comparten una serie de características, como la obesidad, el inicio puberal, los antecedentes familiares de primer grado con DM2. Se pueden reconocer dos grupos en relación con su forma de presentación clínica: asintomático y sintomático. La gran mayoría de los pacientes con DM2 son asintomáticos al diagnóstico y se identifican mediante programas de cribado o de forma casual al detectar hiperglucemia o glucosuria en un análisis rutinario.
En el grupo de pacientes sintomáticos, la clínica fundamental se debe a la hiperglucemia e incluye generalmente poliuria, polidipsia y nicturia, de forma similar a lo que ocurre en la DM1. La pérdida de peso no suele ser un hallazgo frecuente. En niñas adolescentes, la presencia de candidiasis vaginal puede ser el primer motivo de consulta médica. La DM2 es una enfermedad que, si bien puede tener una base genética en algunos casos, precisa de la acción de factores ambientales nocivos para desarrollarse. Una buena actuación preventiva pasa por evitar su aparición favoreciendo desde la infancia la adopción de estilos de vida saludables. La educación sanitaria debe empezar en los hogares y en el colegio.
Negación
En el momento del diagnóstico, la negación de la enfermedad es la manifestación más frecuente. Tienden a pensar que el médico está equivocado, que necesita más estudios o que nadie sabe lo que tiene. Es importante entender que este proceso debe llevar a la asimilación de su nueva condición, ya que la negación permanente de la enfermedad impide aprender lo que hay que saber para mantener su control. Junto a la negación, o poco tiempo después, puede presentarse rebeldía o ira; la búsqueda de circunstancias o posibles culpables. En este periodo es cuando se pierde la necesidad de tratamiento y se encuentran respuestas agresivas de los pacientes. Posteriormente, inicia una etapa en la que se busca negociar (consciente o inconscientemente) la manera de evitar la enfermedad y se evalúa de forma arbitraria el manejo médico.
También puede darse una etapa de tristeza o depresión, que es frecuente en las enfermedades crónicas, aunque por lo general los pacientes manifiestan más sentimientos de tristeza que síntomas claros de depresión. Hay sentimiento de amenaza por la enfermedad, no sólo por el riesgo de complicaciones sino porque se ve diferente de los demás. La tristeza se relaciona principalmente con el sentimiento de pérdida de salud. La última fase del proceso de duelo es la aceptación. En esta etapa se asumen las limitaciones de la enfermedad y se pondera el tratamiento. Hay una reorganización para seguir viviendo lo mejor posible.
Cambios en la adolescencia
Hay que tener en cuenta que durante la adolescencia suelen presentarse cambios físicos, psicológicos y hormonales que complican el control de esta enfermedad. Los adolescentes pueden tener dificultad para lograr un buen nivel de glucosa debido a los cambios hormonales, a un aumento en el consumo de alimentos, a la rebeldía para tomar sus medicamentos o aplicarse insulina, por no querer seguir horarios o rutinas necesarias para controlar la diabetes, por cambios en el peso o talla frecuentes que conllevan ajustes de medicamentos, por problemas familiares o escolares y por el consumo de alcohol o drogas
En este contexto, los padres deben pasar del control al apoyo. El adolescente tiene que tomar la decisión de comprometerse con los hábitos saludables. Eso sí, cuando lo haga los padres tienen que reforzar y alabar las conductas que vaya encaminadas a conseguir esas rutinas.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Javier Luño Comps, José Ramón Cortizas Martínez, Julián Andrés Tamayo Serrato, Rodrigo Rodrigues Batista y Juan Carlos Campillo Díaz, de San Bartolomé de Tirajana; José María Ila García, Federico Martínez Gallego, Juan Carlos Marti Canales, Gloria Arredondo Corzo y Jesús Pegalajar Martínez, de Úbeda, y José Luis Salazar Sánchez, Armando Pueyos Sánchez, Antonio Zafra Martínez y Eva Felisa Sánchez Jiménez, del Centro de Salud Baza.
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