Según datos de la Organización Mundial de la Salud, se calcula que cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad a nivel mundial.
El trabajo en sí mismo no es necesariamente un factor desencadenante de un trastorno depresivo, pero sí que hay ciertos aspectos del trabajo o el entorno laboral que pueden considerarse factores de riesgo. Entre estos se encuentra el estrés laboral. Las altas demandas laborales, la presión para cumplir con plazos, la falta de control sobre las tareas y las relaciones tensas en el trabajo pueden influir en la aparición de un trastorno depresivo.
También hay que considerar el ambiente laboral negativo, con un ambiente laboral tóxico y con conflictos constantes; la inestabilidad laboral, como la preocupación constante por la pérdida del trabajo o la falta de perspectivas de carrera; la falta de equilibrio entre trabajo y vida personal, que hace que no haya tiempo para actividades fuera del trabajo, la falta de apoyo para la conciliación entre el trabajo y la vida personal, y largas jornadas de trabajo, y la falta de reconocimiento o recompensa por el trabajo realizado puede afectar negativamente la autoestima y a la satisfacción laboral, lo que puede contribuir a la depresión. A esto hay que añadir las cargas de trabajo excesivas sin tiempo adecuado para descansar y recuperarse.
Satisfacción en el trabajo
El sueldo es una recompensa directa por el trabajo realizado, pero existen otros incentivos que abarcan aspectos como el reconocimiento, la satisfacción profesional, el crecimiento personal, las oportunidades de desarrollo, el ambiente laboral positivo, la flexibilidad, la autonomía y la sensación de lograr los objetivos, son factores que contribuyen a la satisfacción en el trabajo.
Cuando estas premisas no se dan en el trabajo pueden aparecer síntomas como tristeza, falta de motivación, falta de concentración, desanimo, dificultad para tomar decisiones, cambios físicos (aumento o pérdida peso), cansancio, alteraciones del sueño… Si estos síntomas se prolongan en el tiempo puede aparecer una depresión.
No obstante, existe una sólida evidencia científica sobre el papel beneficioso de tener un trabajo. Diversos estudios sugieren la existencia de una correlación entre el desempleo y un peor estado de salud psicofísica. Aunque probablemente existan distintos factores implicados en dicha relación, podría considerarse que mantener una actividad laboral facilite un mayor grado de socialización entre los individuos, además de las consecuencias relacionadas con la retribución.
Apoyo laboral
El trabajo implica una rutina y estructura diaria, lo que puede ser beneficioso para algunas personas, especialmente aquellas que se benefician de la organización en sus vidas. También ofrece oportunidades para interactuar con colegas, lo que puede combatir la soledad y proporcionar una red de apoyo social. Además, tener un empleo puede brindar un sentido de propósito y significado en la vida al contribuir a la sociedad y cumplir con responsabilidades laborales.
Hay que tener en cuenta que el trabajo puede ser terapéutico para muchas personas al darle estructura, propósito y apoyo social, pero su impacto en la salud mental depende de muchos factores y no es una solución única para todos los problemas de salud mental. La clave es encontrar un equilibrio saludable y un trabajo que se adapte a las necesidades y circunstancias individuales de cada persona.
La reincorporación al trabajo después de una baja laboral por depresión puede ser un proceso desafiante, por varios motivos. Uno de ellos es el estigma relacionado con los problemas de salud mental, que puede hacer que las personas se sientan avergonzadas o temerosas de hablar sobre su depresión. Esto puede dificultar la comunicación abierta y la comprensión en el lugar de trabajo.
La falta de comprensión o conocimiento sobre la depresión por parte de los empleadores y compañeros de trabajo puede llevar a malentendidos y falta de apoyo adecuado.
Estrés y ansiedad
También hay que considerar que algunos empleados pueden sentir una presión adicional para demostrar su valía o capacidad después de una baja por depresión, lo que puede aumentar el estrés y la ansiedad. Además, no se puede dejar pasar por alto que la depresión a menudo afecta la autoestima de una persona, lo que puede llevar a sentimientos de inseguridad o falta de confianza en el trabajo.
Las personas que han experimentado una depresión pueden tener miedo a recaer o a no poder manejar el estrés laboral nuevamente, lo que puede generar ansiedad sobre la vuelta al trabajo.
Es importante que las empresas pongan en marcha políticas y prácticas que respalden la recuperación de los empleados, como programas de salud mental y recursos de asesoramiento.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Psiquiatría Mª Dolores Izquierdo Tuñón, del Centro de Salud Mental Carabanchel, Hospital 12 de octubre, en Madrid; Rosalía Vázquez Vicente, del Centro de Salud Mental de Lorca; Nicolás Ramírez Nebreda, del Centro de Salud Mental de Cornella, Parc Sanitari Sant Joan de Deu, Sant Boi de Llobregat, en Barcelona; Ana María de Granda Beltrán, del Centro de Salud Mental de Arguelles, Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, en Madrid; Ángel Trujillo Cubas, Consulta privada; Anna Romaguera Piñol, del Hospital de Día y Centro de Salud Mental y Adicciones de Gràcia, Hospital Mare de Déu de La Mercè, Hermanas Hospitalarias, en Barcelona; Mª Antonia López Bertrán, del Centro Médico de especialidades Rehastet, en Mataró; Carlos Riaza Bermudo-Soriano, del Clínica Dr. Riaza Bermudo-Soriano y del Hospital Universitario Ramón y Cajal, en Madrid; Francisco Javier Jerez Barroso, Área de Salud de Coria, en Cáceres, y Gabriel Selva Vera, del Hospital Clínico Universitario de Valencia, INCLIVA.
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