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miércoles, 31 de agosto de 2022

El nivel del mar sube 3,4 mm por año y el ser humano trata de adaptarse a temperaturas cada vez más extremas

En algo más de 30 años, la playa de la Concha de San Sebastián no tendrá arena en pleamar. Esta negativa predicción de los expertos se basa en el ritmo actual de la subida del nivel del mar, un proceso que en los últimos años se ha acelerado. En el caso del mar Cantábrico, en los últimos 65 años el nivel del mar ha subido 15 centímetros (aproximadamente 2,3mm al año), lo que se traduce en la pérdida de 15 metros de playa.

Sin embargo, este no es el único fenómeno que preocupa a los científicos. Estos observan con inquietud cómo las temperaturas cada vez son más extremas debido al efecto de la emisión masiva de combustibles fósiles y del cambio climático. Las altas temperaturas y la contaminación son factores de riesgo para enfermedades. Entre ellas, el cáncer, la cardiopatía coronaria o la EPOC, y facilitan la propagación de nuevos agentes como los virus de viruela del mono, el zika o el dengue.

Mesa inaugural del congreso

Sobre ello ha tratado la conferencia inaugural de la Reunión Anual de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), celebrada este miércoles. Esta se celebra en San Sebastián hasta el próximo 2 de septiembre bajo el título de “Retos del Siglo XXI: medioambiente, cambio climático y desigualdades sociales”. El evento reunirá a más de 800 asistentes y hay previstas más de un millar de comunicaciones.

Los encargados de hablar sobre los retos del siglo XXI en la mesa inaugural del encuentro científico han sido Adolfo Uriarte, de la Dirección de Patrimonio Natural y Cambio Climático del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno Vasco; Julio Díaz, de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III; Cathryn Tonne, del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación «la Caixa»; y Koldo Cambra, de la Dirección de Salud Pública y Adicciones del Gobierno Vasco.

Mortalidad por cambio climático

Todos ellos han coincidido en que el cambio climático ya está aquí y que sus efectos son ya más que tangibles. “El cambio climático mata. Nuestra vida está en juego”, ha aseverado Julio Díaz.  Un claro ejemplo es el progresivo aumento del nivel del mar, que amenaza la vida en nuestras costas.

En las últimas semanas también han sido noticia las altas temperaturas que han alcanzado algunos mares del país. Un ejemplo de ello es el Mar Mediterráneo, que llegó a los 30⁰ C, 6,2 grados por encima de su temperatura habitual. Desde 1982 se han duplicado las olas de calor marinas, lo que ha dado lugar a un aumento de especies invasoras y a la disminución de la productividad de las aguas, afectando al rendimiento pesquero. De hecho, algunas especies marinas ya se están desplazando al norte en busca de aguas más frías y están modificando la puesta de sus huevos.

Demostración del fenómeno del cambio climático

A las temperaturas marinas se suman también las terrestres, cada vez más asfixiantes. “Los últimos siete años han sido los más calurosos jamás registrados y 2022 va camino de ser el octavo. La sucesión de veranos como este demostrará el cambio climático”, recuerda Adolfo Uriarte. Por el momento, en España la población se está adaptando a las altas temperaturas, pero las predicciones no son demasiado halagüeñas.

Por su parte, los planes de prevención ante altas temperaturas están funcionando. Según estudios del Instituto de Salud Carlos III, en el periodo que va desde 1983 hasta 2003 el impacto de las altas temperaturas sobre la mortalidad diaria a corto plazo, indican que por cada grado en ola de calor aumentaba la mortalidad en un 14%. A partir de 2004 hasta el 2013 ha bajado hasta prácticamente un 2%.

No obstante, según los modelos de AEMET, en el escenario más desfavorable la temperatura subirá a un ritmo de 0,7 grados por década, por lo que la capacidad de adaptación actual no sería suficiente y podrían dispararse los fallecimientos. “Si no nos adaptamos, en España podría haber hasta 13.000 muertes al año en vez de las 1.300 de media anual que se produjeron en el periodo 2000-2009”, advierte Díaz.

Otros fenómenos: incendios forestales u ozono

En paralelo se están produciendo otros fenómenos como los incendios forestales o el ozono, altamente perjudiciales para la salud. “Los incendios son una causa de mortalidad directa a corto. Emiten partículas altamente tóxicas que pueden llegar a miles de kilómetros de distancia y que se relacionan con ingresos hospitalarios por causas cardiovasculares y respiratorias, partos prematuros, bajo peso al nacer…”, apunta Julio Díaz.

En cuanto al ozono, este se forma a partir de precursores que emiten las industrias y los vehículos. Por ello, el experto apuesta por articular medidas que disminuyan las emisiones cuando se prevean niveles altos de ozono. En este sentido, Cathryn Tonne, de ISGlobal, recuerda que, aunque las ciudades cubren el 1% de la superficie terrestre, se estima que producen hasta el 50% de emisiones totales de gases de efecto invernadero.

Por ello, apuesta por cambiar la generación de electricidad a energías renovables; mejorar la eficiencia energética de los edificios; promover el transporte activo y público; fomentar las dietas basadas en plantas y aumentar los espacios verdes urbanos y periurbanos.

Tonne considera que, a corto plazo, los líderes políticos deberían centrarse en la reducción de los contaminantes de efecto invernadero de vida corta, como el metano de la agricultura y el carbono negro de la combustión. “Son estrategias importantes para la mitigación del cambio climático y los beneficios para la salud serán bastante inmediatos”, añade Tonne.

Implicación y medidas urgentes

Ante este panorama, los expertos insisten en que es fundamental que la administración tome medidas urgentes y que los ciudadanos, a nivel individual, se impliquen.

Al mismo tiempo, hace hincapié en la necesidad de encontrar el equilibrio entre la descarbonización y la preservación de los hábitats. “Las energías renovables suponen un importante consumo de suelo. Los hábitats, cuanto más naturales son, más resiliencia muestran”, concluye.

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