Actualmente, la Guía clínica para la atención al paciente LONG COVID/COVID persistente, está en proceso de actualización por parte de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y las 56 sociedades y asociaciones de pacientes que han participado en su elaboración. En la misma colabora Raquel Blasco. La experta, también participó en la VI Jornada de la Sociedad Castellano Leonesa de Médicos Generales y de Familia (SEMG CyL). En concreto, para abordar la prescripción de ejercicio físico en diferentes patologías.
Respecto a la prescripción de ejercicio físico en afectados de COVID persistente, la experta insistía en que “deberían incluir ejercicios aeróbicos. Aunque también de fuerza y de flexibilidad. Todo para mantener y mejorar la condición cardiorrespiratoria, la muscular, la movilidad e, indirectamente, la composición corporal”.
La especialista en Medicina Interna y responsable de la Unidad de Valoración Médica del Centro Regional de Medicina Deportiva de la Junta de Castilla y León (CEREMEDE) cree que la COVID persistente “presenta los desafíos propios de una patología emergente”. Sin embargo, cumple criterios de patología crónica de afectación multisistémica. Es por ello que es necesario adaptar las bases fisiológicas de la prescripción de ejercicio físico en esta patología.
Prescripción de ejercicio físico en COVID persistente
La prescripción de ejercicio físico, al igual que la prescripción de medicamentos, “es una práctica estructurada en la que recomendamos, de forma sistemática e individualizada”, en palabras de Blasco. “De la misma forma que en la receta farmacológica, para la prescripción de ejercicio físico se han de recoger una serie de determinantes básicos en la receta”. Por un lado, la frecuencia (número de sesiones de ejercicio/semanales); la intensidad (carácter del esfuerzo necesario para llevar a cabo la actividad prescrita); el tiempo (duración de la sesión de ejercicio físico o de las unidades de ejercicio o de los intervalos que la constituyan); y, por último, el tipo o modalidad de ejercicio físico prescrito (correr, nadar, bicicleta, etc.).
“Estos determinantes varían en función de la condición física previa del sujeto. También de las patologías concurrentes, de las condiciones personales del enfermo y de su entorno, su disponibilidad, sus gustos y sus apetencias”, según recordó Blasco.
De esta forma, la dosis de ejercicio prescrita debe ser, al menos, la mínima capaz de producir las adaptaciones fisiológicas que permitan mejorar las aptitudes cardiovasculares. También de fuerza, de flexibilidad, equilibrio. Igualmente, si es posible, de composición corporal, de forma suficiente como para mejorar de forma global la salud del individuo.
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