Los dermatofitos son los hongos que producen la tiña. Entre estos, existen distintos tipos, pero todos tienen en común que poseen queratinasa, unas proteasas que degradan la queratina. Por eso, son capaces de colonizar los tejidos en los que está presente la queratina, como son la capa córnea de la piel, las uñas y el pelo. Esta es la forma en la que los dermatofitos son la causa de patologías infeccionas, como la tiña, tanto en el hombre como en los animales.
Hay que tener en cuenta que las manifestaciones clínicas que producen cada uno de estos dermatofitos depende de su capacidad de inflamar los tejidos donde se asientan. De hecho, alguno de ellos solo producen una inflamación leve que puede llegar a mantenerse durante tiempo en la zona colonizada, lo que se traduce en remisiones y exacerbaciones a lo largo de ese tiempo. En otros casos, los dermatofitos facilitan que aparezca una infección más aguda que se manifiesta en lesiones, como vesículas o ampollas en los pies o lesiones edematosas en el cuero cabelludo como consecuencia de una respuesta inmunológica frente al hongo.
No obstante, la respuesta inmunitaria del huésped es clave para que se produzca la infección y se desarrollen lesiones propias de la tiña.
Barrera protectora
Parece ser que los ácidos grasos de la piel son una barrera protectora frente a los dermatofitos. Por eso, algunas tiñas situadas en el cuero cabelludo se resuelven cuando el niño afectado llega a la edad adulta.
Por su parte, la respuesta inmunitaria celular y humoral frente a las células fúngicas y sus productos extracelulares se plasma en que las células de Langerhans de la piel sean presentadoras como antígeno, por lo que se limita el crecimiento de los dermatofitos en el estrato córneo.
Esto explicaría porqué los inmunodeprimidos o las personas tratadas con inmunosupresores tienen mayor susceptibilidad a las infecciones fúngicas. Una vez que las adquieren, su respuesta al tratamiento es peor y se suelen cronificar.
Distintas presentaciones
No se sabe muy bien la incidencia y prevalencia de la tiña, ya que no es una enfermedad de declaración obligatoria. Lo que sí se sabe es que los distintos cuadros que presenta la tiña puede suponer entre el 4 y el 6 % de las consultas de Dermatología.
Como factores de riesgo de aparición de la tiña, hay que destacar los traumatismos, la maceración de la piel y su oclusión. También la humedad y el calor son elementos a tener en cuenta. De hecho, el aumento de temperatura y humedad son variables imprescindibles para que los hongos puedan crecer en condiciones óptimas. Por eso, las lesiones propias de la tiña suelen aparecer donde hay oclusión cutánea, como son los pies y los pliegues de la piel de las personas con un exceso de grasa.
Es importante destacar que, aunque popularmente se ha asociado la aparición de lesiones cutáneas propias de la tiña a una mala higiene o al empleo de ciertos productos para el pelo, estas dos circunstancias no favorecen dicha infección cutánea.
Recomendaciones
No obstante, es importante mantener unas medidas higiénicas y el control de los posibles portadores de la tiña, sobre todo cuando se localiza en el cuero cabelludo.
Mientras se tiene la infección es recomendable no bañarse con agua muy caliente y después de la ducha o el baño hay que secarse muy bien. Si es necesario se puede recurrir a polvos absorbentes antimicóticos, sobre todo para aplicarlos en las ingles, en los espacios interdigitales y en los pliegues.
Otra medida que puede ayudar a las personas que tienen tiña es vestir con ropa que permita la transpiración para evitar el sudor y utilizar calzado holgado, sobre todo si la tiña se localiza en los pies.
Las personas afectadas por la tiña deben abstenerse de acudir a centros deportivos públicos y no realizar deportes de contacto.
Cuando haya sospecha de que el origen de la transmisión de la tiña es animal, es conveniente tratarlo.
Detección precoz
Con todo ello, es muy importante establecer un diagnóstico precoz de la enfermedad, donde se puedan localizar todas las lesiones y ver si se ha podido propagar de una zona del cuerpo a otra. En niños, es crucial evitar el contacto con otros menores y vigilar estrechamente para que no compartan toallas ni utensilios de limpieza con otras personas de su entorno y de su familia para evitar el contagio.
En cuanto al tratamiento, hay que destacar que éste se establece en función de la localización de la lesión y del grado de afectación. Si el diagnóstico es precoz, se facilita enormemente la implantación de la pauta terapéutica, teniendo en cuenta las características que presenta cada afectado.
Bibliografía recomendada
- Guía de buena práctica clínica en infecciones fúngicas. OMC. Ministerio de Sanidad.
- M. Belén Hernández Rupérez, Minia Campos Domínguez y Jesús Saavedra- Lozano. Infecciones fúngicas superficiales. An Pediatr Contin. 2013;11(5):254-66.
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