Los alimentos funcionales son aquellos que contienen un componente, nutriente o no nutriente, con actividad selectiva relacionada con una o varias funciones del organismo. Además, presentan un efecto fisiológico añadido por encima de su valor nutricional y cuyas acciones positivas justifican que pueda considerarse su carácter funcional (fisiológico) o incluso saludable. La evidencia científica al respecto, avalada por estudios rigurosos y válidos en humanos, es actualmente escasa.
La dieta mediterránea proporciona de forma tradicional, como base de la alimentación, numerosos y variados alimentos funcionales, como frutas, verduras, legumbres, hortalizas, pescados, lácteos fermentados, aceite de oliva virgen y en cantidades moderadas, frutos secos y vino. No debe olvidarse que la dieta en su conjunto debe constituir el objetivo prioritario. Si esta no es suficiente para alcanzar el control de los objetivos lipídicos de prevención cardiovascular, hay que recurrir a aquellos fármacos (estatinas y fibratos, fundamentalmente) que han demostrado eficacia científica en su uso.
Seguimiento en AP
El trabajo desde Atención Primaria se debe centrar en detectar aquellos colectivos con riesgo de presentar algún déficit nutricional, trastornos de alimentación, embarazo y lactancia, fumadores y, especialmente, un grupo vulnerable, como los ancianos, para subsanarlo, utilizando, si es preciso, los alimentos funcionales.
Hay que tener en cuenta que la dislipemia asintomática en sus fases tempranas es considerada uno de los principales factores de riesgo para la enfermedad cardiovascular. El control de la dieta es una de las opciones terapéuticas más destacadas y debe de plantearse como un cambio definitivo del estilo de alimentación. Entre las sustancias que se emplean como suplementos para mejorar la salud cardiovascular se encuentran los ácidos grasos omega-3 y la soja.
Otros componentes de la dieta que pueden ayudar a controlar los niveles de colesterol plasmático son los fitoesteroles y fitoestanoles (esteroles vegetales), que actúan bloqueando la absorción del colesterol, que al no ser reabsorbido, disminuye sus niveles en sangre. Los alimentos funcionales que contienen fitoesteroles se deben valorar puesto que pueden considerarse un complemento saludable a una dieta equilibrada para prevenir la hipocolesterolemia.
Pacientes intolerantes
En pacientes que no toleran adecuadamente el tratamiento hipolipemiante estándar, se ha observado un efecto beneficioso de los flavonoides, que se encuentran por ejemplo en el té o en el cacao. También se ha considerado el contenido en fibra de algunas plantas y los ácidos grasos poliinsaturados omega 3, presentes en las verduras de hojas verdes, aceites de semillas como soja o linaza, algunos frutos secos como las nueces, o frutas que contienen abundantes antioxidantes.
Es necesario establecer un tratamiento más global, donde los fármacos, la dieta, el ejercicio, las plantas medicinales y los suplementos alimenticios contribuyan cada uno en su medida a conseguir ese estado de salud que buscamos reduciendo el riesgo cardiovascular.
Algunos alimentos funcionales
Para tratar la hipercolesterolemia, la fitoterapia ofrece las plantas medicinales cuyo aporte de fibras limita la absorción de lípidos e incrementa la producción de ácidos biliares. En este grupo se encuentran plantas como la ispágula, el glucomanano, el llantén, etc. Todas contienen mucílagos que en contacto con el agua forman soluciones coloidales capaces de disminuir la absorción de lípidos y glúcidos, por lo que tienen efecto hipocolesterolemiante e hipoglucemiante. Por su parte, también hay plantas medicinales con acción hipolipemiante, como pueden ser las hojas de alcachofa que se utilizan en hipercolesterolemias e hipertrigliceridemias, en disfunciones hepatobiliares, insuficiencia hepática, retención biliar, cálculos biliares y dispepsias.
Aunque hay muchos resultados contradictorios, parece ser que el ajo tiene un efecto positivo sobre la hipercolesterolemia, disminuyendo los niveles de colesterol total y C-LDL. Sin embargo, no afecta a los niveles séricos de triglicéridos ni de C-HDL. Por tanto, el ajo tiene efecto hipocolesterolemiante y antiateromatoso. Pese a sus efectos farmacológicos probados, el uso de plantas para la disminución de la morbimortalidad cardiovascular no está respaldado por estudios científicos sólidos que nos garanticen su eficacia.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Ana Puchalt Cervero, Luis Aguilar Cano, Sandra Serra Esteve y Martar Taverner Aparicio, del Centro de Salud Godella; Pilar Lorente Vila, Mª Dolores Tur Cotaina y Nuria Marti Talent, del Centro de Salud Corea, y José María Esteve, Fernando Albiñana y Francisco Balaguer, de Valencia.
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