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viernes, 12 de junio de 2020

Los astrocitos pueden ser el reservorio del VIH

Los investigadores han descubierto que los astrocitos, un tipo de célula cerebral, pueden albergar el VIH y luego propagar el virus a las células inmunes que salen del cerebro hacia otros órganos, según publican en la revista ‘en PLOS Pathogens’.

Según han comprobado investigadores del Centro Médico de la Universidad Rush en Chicago (Estados Unidos), el VIH se trasladó desde el cerebro a través de esta ruta, incluso cuando el virus fue suprimido por la terapia antirretroviral combinada (cART), un tratamiento estándar para el VIH.

“Este estudio demuestra el papel fundamental del cerebro como reservorio de VIH que es capaz de volver a infectar los órganos periféricos con el virus –destaca Jeymohan Joseph, jefe de la Rama de Neuropatogénesis, Genética y Terapéutica del VIH en el Instituto Nacional de Salud Mental de los Institutos Nacionales de Salud, que cofinanciaron el estudio–. Los hallazgos sugieren que para erradicar el VIH del cuerpo, las estrategias de curación deben abordar el papel del sistema nervioso central”.

El VIH ataca el sistema inmunitario al infectar las células T CD4 positivas (CD4 +), un tipo de glóbulo blanco que es vital para combatir la infección. Sin tratamiento, el VIH puede destruir las células T CD4 +, lo que reduce la capacidad del cuerpo para generar una respuesta inmune, lo que finalmente da lugar al sida.

Afectación neurológica

La cART, que suprime eficazmente las infecciones por VIH, ha ayudado a muchas personas con VIH a vivir vidas más largas y saludables. Pero algunos estudios han demostrado que muchos pacientes que reciben medicamentos antirretrovirales también muestran signos de trastornos neurocognitivos asociados con el VIH, como problemas de pensamiento y memoria.

Los investigadores saben que el VIH llega al cerebro en los ocho días posteriores a la infección, pero se sabe menos acerca de si las células cerebrales infectadas por el VIH pueden liberar virus que pueden migrar del cerebro al cuerpo para infectar otros tejidos.

El cerebro contiene miles de millones de astrocitos, que realizan una variedad de tareas, desde apoyar la comunicación entre las células cerebrales hasta mantener la barrera hematoencefálica.

Para comprender si el VIH puede pasar del cerebro a los órganos periféricos, Lena Al-Harthi, y su equipo de investigación en el Centro Médico de la Universidad Rush trasplantaron astrocitos humanos infectados por el VIH o no infectados en el cerebro de ratones inmunodeficientes.

Los investigadores descubrieron que los astrocitos trasplantados infectados por el VIH podían propagar el virus a las células T CD4 + en el cerebro. Estas células T CD4 + emigraron luego del cerebro hacia el resto del cuerpo, propagando la infección a órganos periféricos como el bazo y los ganglios linfáticos.

También descubrieron que la salida del cerebro del VIH se produjo, aunque a niveles más bajos, cuando los animales recibieron cART. Cuando se interrumpió el tratamiento con cART, el ADN / ARN del VIH se volvió detectable en el bazo, lo que indica un rebote de la infección viral.

“Nuestro estudio demuestra que el VIH en el cerebro no está atrapado en el cerebro: puede regresar a los órganos periféricos y lo hace a través del tráfico de leucocitos –señala la doctora Al-Harthi–. También arrojó luz sobre el papel de los astrocitos en el apoyo a la replicación del VIH en el cerebro, incluso bajo la terapia cART”.

Esta información tiene implicaciones significativas para las estrategias de curación del VIH, ya que dichas estrategias deben ser capaces de apuntar y eliminar eficazmente los reservorios de la replicación y la reinfección del VIH, agrega la doctora.

“El VIH sigue siendo un problema importante de salud pública mundial, que afecta a entre 30 y 40 millones de personas en todo el mundo. Para ayudar a los pacientes, necesitamos comprender completamente cómo el VIH afecta el cerebro y otros depósitos a base de tejidos”, apunta May Wong, directora del programa de NeuroAIDS y Enfermedades Infecciosas en el Neuroambiente del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares del NIH, que cofinanciaron el estudio.

“Aunque se necesitan estudios adicionales que reproduzcan estos hallazgos, este estudio nos acerca un paso más hacia esa comprensión”, resalta.

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