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miércoles, 19 de febrero de 2020

El microbioma de los humanos primitivos, clave para la evolución

El microbioma de nuestros antepasados podría haber sido más importante para la evolución de lo que se pensaba anteriormente, según un nuevo estudio publicado en ‘Frontiers in Ecology and Evolution‘. Un microbioma intestinal adaptativo podría haber sido fundamental para la dispersión humana, permitiendo a nuestros ancestros sobrevivir en nuevas áreas geográficas.

“En este artículo comenzamos a considerar cómo podrían haber sido los microbiomas de nuestros antepasados y cómo podrían haber cambiado –explica Rob Dunn, de la Universidad Estatal de Carolina del Norte en Estados Unidos–. Tales cambios no siempre son malos y, sin embargo, la medicina, la dieta y mucho más tienen más sentido a la luz de una mejor comprensión de los microrganismos que formaron parte de la vida cotidiana de nuestros antepasados”.

Estos microbiomas adaptativos podrían haber sido fundamentales para el éxito humano en una variedad de entornos diferentes. Al utilizar datos de estudios publicados previamente para comparar la microbiota entre humanos, simios y otros primates no humanos, el equipo interdisciplinario de investigadores descubrió que existe una variación sustancial en la composición y la función del microbioma humano que se correlaciona con la geografía y el estilo de vida. Esto sugiere que el microbioma intestinal humano se adaptó rápidamente a las nuevas condiciones ambientales.

Cuando nuestros antepasados entraron en nuevas áreas geográficas, se enfrentaron a nuevas opciones de alimentos y enfermedades y utilizaron una variedad de herramientas diferentes para obtener y procesar alimentos.
Su microbioma adaptativo permitió digerir o desintoxicar los alimentos que estaban comiendo en una región local y aumentó la capacidad de nuestros antepasados para soportar nuevas enfermedades. Como tal, la adaptación microbiana facilitó el éxito humano en una variedad de entornos, lo que nos permitió extendernos por todo el mundo.

Los autores destacan que el intercambio social de microbios podría haber llevado a adaptaciones microbianas locales. Sin embargo, nuestros antepasados no solo compartieron su microbiota entre ellos, sino que también lo hicieron con sus alimentos.

Por ejemplo, con la fermentación, los investigadores postulan que los humanos antiguos “prolongaron” su intestino cooptando los microbios del cuerpo para permitir que la digestión comience externamente cuando se fermenta la comida. Esto permitió a los humanos almacenar alimentos y permanecer en un lugar durante más tiempo, facilitando la persistencia de grupos más grandes que viven juntos. Cuando estos grupos consumieron los alimentos juntos, los microbios volvieron a inocular a los consumidores y la microbiota del grupo se volvió más similar entre sí que con los individuos de otros grupos.

“Externalizamos’ nuestros microbios corporales en nuestros alimentos. Esa podría ser la herramienta más importante que hayamos inventado. Pero es una herramienta difícil de ver en el pasado y por eso no hablamos mucho de eso –explica Dunn–. Los artefactos de piedra se conservan, pero el pescado o la cerveza fermentados en un agujero en el suelo no”.

Los resultados de este estudio se limitan a hipótesis que aún deben ser probadas por paleoantropólogos, investigadores médicos, ecólogos y otros profesionales. “Esperamos que los hallazgos cambien algunas preguntas y que otros investigadores estudien las consecuencias de los cambios en el microbioma humano –señala–. Esperemos que la próxima década vea más enfoque en microbios en nuestro pasado y menos en rocas afiladas”.

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