Las recientes DANAs (Depresiones Aisladas en Niveles Altos) que han afectado a la Comunidad Valenciana han puesto en evidencia el impacto que estos fenómenos meteorológicos extremos pueden tener sobre la salud respiratoria, especialmente, en pacientes con asma. La combinación de humedad elevada, proliferación de alérgenos, aumento de contaminantes atmosféricos y cambios bruscos de temperatura y presión constituye un entorno de alto riesgo para la exacerbación de esta patología.
Desde distintos centros de salud de la región, médicos de Atención Primaria (AP) han compartido con EL MÉDICO INTERACTIVO las medidas preventivas que se deberían adoptar en estos casos. También han puesto de manifiesto la necesidad de reforzar el seguimiento clínico y aprovechar herramientas de monitorización remota para mitigar las complicaciones derivadas de estos episodios climáticos en esta población particularmente vulnerable.
Las DANAs son fenómenos meteorológicos caracterizados por la formación de bolsas de aire frío en niveles altos de la atmósfera que se aíslan y se posicionan sobre capas inferiores más cálidas y húmedas. Esa circunstancia genera una gran inestabilidad atmosférica, dando lugar a precipitaciones intensas, persistentes y localizadas, pudiendo dar lugar a inundaciones repentinas, daños significativos y riesgos para la salud pública, especialmente en zonas urbanas mal drenadas.
En regiones del Mediterráneo, como el este de España, son relativamente frecuentes en otoño y se asocian a eventos climáticos extremos con alto impacto social y que también tienen un impacto significativo en la población con problemas respiratorios.
Qué trae consigo una inundación
En contextos de inundación por DANA, el ambiente se vuelve especialmente hostil para los pacientes con enfermedades respiratorias crónicas. El doctor Ricardo Ortega, del Centro de Salud Trafalgar en Valencia, advierte que “esos pacientes deben estar atentos a síntomas como tos persistente, dificultad para respirar, aumento de flemas, sibilancias, opresión torácica y fiebre”. Estas manifestaciones pueden reflejar tanto una exacerbación del asma como una infección respiratoria aguda.
Además, el barro, el agua estancada y la elevada humedad favorecen la proliferación de hongos y bacterias. Entre ellos, destaca el Aspergillus, un hongo común en suelos y superficies que, bajo condiciones de humedad extrema, puede liberar esporas inhalables. Aunque habitualmente es inocuo, su inhalación en estos escenarios puede desencadenar o agravar enfermedades respiratorias. “En personas vulnerables, estas exacerbaciones pueden llegar a ser graves”, explica.
A estos factores biológicos se suma la alteración de la calidad del aire interior. Según el facultativo, “las aguas de inundación pueden traer consigo contaminantes como desechos químicos y bacterias. Al evaporarse el agua, estos contaminantes quedan suspendidos en el aire afectando la calidad del aire en interiores y exponiendo a las personas a sustancias irritantes y potencialmente tóxicas”.
Alérgenos y contaminantes intensificados
Además de empeorar el asma, estas condiciones ambientales también afectan a pacientes con EPOC y rinitis. La combinación de esporas fúngicas, partículas en suspensión y altos niveles de humedad crea un entorno propicio para la descompensación de estas patologías.
El doctor Arturo Pérez, del Centro de Salud de Alaquàs (Valencia), explica que “la humedad elevada y las lluvias intensas pueden potenciar la proliferación de mohos y ácaros del polvo, alérgenos que pueden exacerbar el asma en pacientes atópicos”.
Además, las tormentas asociadas a una DANA pueden intensificar la dispersión del polen, fenómeno vinculado a episodios de asma de tormenta, caracterizados por crisis respiratorias agudas en pacientes alérgicos expuestos a altas concentraciones de aeroalérgenos.
Este efecto se ve amplificado por el incremento de contaminantes atmosféricos tras las precipitaciones intensas. “Los contaminantes ambientales como el ozono, el dióxido de nitrógeno (NO₂) y las partículas en suspensión (PM2.5 y PM10) suelen aumentar tras lluvias intensas debido a la reemisión de materiales particulados”, explica el doctor Pérez.
La inhalación de estos agentes provoca inflamación de las vías respiratorias, aumento de la hiperreactividad bronquial y una disminución de la función pulmonar. Este efecto es especialmente preocupante en grupos vulnerables como niños, personas mayores y pacientes con asma severa, en quienes el impacto clínico puede ser más significativo.
Prevención de las exacerbaciones
El especialista subraya la importancia de implementar medidas preventivas ante estas condiciones ambientales. “La prevención implica reducir la exposición a estos alérgenos mediante el uso de filtros de aire en interiores, evitar actividades al aire libre durante picos de contaminación y mantener la medicación de rescate accesible”. Asimismo, insiste en la necesidad de reforzar la vigilancia epidemiológica y promover la investigación sobre el impacto ambiental en las enfermedades respiratorias crónicas.
Por su parte, el doctor José Martín, del Centro de Salud de Benirredrà (Valencia), añade que durante los episodios de gota fría o DANA también es esencial reforzar la atención desde el primer nivel asistencial.
En AP, el abordaje debe centrarse en tres pilares: educación, optimización terapéutica y seguimiento activo. El médico insiste en que el primer paso es “identificar a los pacientes de riesgo, como aquellos con asma moderada o grave, mal control o antecedentes de crisis”, y actualizar sus planes de acción personalizados.
La educación al paciente también cobra un papel fundamental. “Es clave informar sobre los factores desencadenantes ambientales, fomentar la adherencia al tratamiento y enseñar el uso correcto del inhalador”, subraya. Ante los primeros síntomas, se recomienda ajustar el tratamiento de forma temporal, por ejemplo, aumentando la dosis de corticoides inhalados, y asegurar el acceso a broncodilatadores de rescate.
Asimismo, el especialista destaca la necesidad de una vigilancia proactiva: “Durante alertas meteorológicas, deben realizarse consultas presenciales o telefónicas para reforzar el seguimiento y evitar descompensaciones”. Finalmente, aboga por una mayor coordinación con salud pública y una adecuada difusión de alertas climáticas, que permita anticipar medidas y reducir ingresos hospitalarios.
Herramientas de monitorización
El seguimiento a distancia se ha convertido en una estrategia clave para el control del asma durante episodios climáticos adversos como las DANAs. El doctor Francisco García, del Centro de Salud de Quart de Poblet (Valencia), destaca la utilidad de distintas herramientas de monitorización remota que permiten un control clínico más eficiente sin necesidad de visitas presenciales.
Entre las más relevantes se encuentran los medidores de flujo máximo conectados, que permiten evaluar la capacidad pulmonar del paciente y enviar los datos a través de una app al profesional sanitario. “Así, se puede saber si los pulmones del paciente están funcionando bien”, explica.
Otra innovación útil son los inhaladores inteligentes, que registran de forma automática la frecuencia y momento de uso del dispositivo. Esta información permite al médico valorar si el paciente sigue correctamente su tratamiento pautado.
Complementariamente, las apps de seguimiento ofrecen una visión integral del estado del paciente: permiten registrar síntomas, medicación, calidad del aire y cambios meteorológicos relevantes. “Estas apps también avisan cuando hay cambios en el clima o el aire que podrían afectar el asma, lo que ayuda a prevenir crisis”, señala el especialista.
Además, el uso de monitores de calidad del aire portátiles alerta a los pacientes sobre niveles elevados de contaminación, habituales durante una DANA. Esta información facilita la toma de decisiones preventivas, como evitar actividades al aire libre.
Por último, el experto subraya la importancia de mantener el contacto clínico mediante consultas no presenciales. “Los pacientes pueden hablar con su médico de forma remota, lo que es útil durante una DANA para ajustar el tratamiento sin tener que ir a consulta”, concluye. Estas herramientas permiten una respuesta más ágil, personalizada y segura ante eventos climáticos que suponen un claro riesgo para la salud respiratoria.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores: Manuel Yak Bibian, Ricardo Ortega Fernández, Rafael Llin Sanz, Arturo Pérez Fernández, María Amparo Sarrión Bono, Manuel Calderón Soriano, José Martín Clos, Francisco García Tolosa y Alba María Romeo Campos.
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