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viernes, 22 de agosto de 2025

La AP en primera línea: cómo detectar y frenar la mutilación genital femenina

Hasta el año 2020 la ONU indicaba que había 200 millones de niñas que habían sido mutiladas en el mundo. Son niñas de las que se tiene registro, pero puede haber muchas más, según Ignacio Pérez Candás, de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEpAP).

Los signos físicos que pueden sugerir que ha habido una mutilación genital son fundamentalmente la presencia de cicatrices visibles en la vulva, la ausencia parcial o total del clítoris o de los labios menores, el dolor persistente en la zona genital y la presencia de infecciones vaginales recurrentes, explica a EL MÉDICO INTERACTIVO Ignacio Pérez Candás, coordinador del Grupo de Trabajo de Pediatría Social y Familiar de esta sociedad científica.

Existen cuatro tipos de mutilaciones genitales, por lo que, a veces, es complicado detectarla. La clitorectomía puede consistir en dos procedimientos: la resección completa o parcial del clítoris, del glande o del capuchón que recubre el glande; el corte de los labios menores, que puede incluir también la circuncisión sobre el clítoris; y, finalmente, la más grave, que es la infibulación, que conlleva el estrechamiento de la abertura vaginal.

En cuanto a la edad más común para hacer las mutilaciones, es muy variable, pero suele estar relacionado con el momento de la transición a la de la pubertad, “aunque hay menores de 5 años que ya están mutiladas. Es un tema ligado a procedimientos rituales de creencias, un comportamiento profundamente”, señala el Dr. Pérez Candás.

Problemas de salud

Entre los problemas de salud asociados a las mutilaciones, el especialista se centra en los físicos donde destaca el dolor agudo, las hemorragias, infecciones graves, incluso sepsis, riesgo de muerte, que depende de las condiciones en las que se haga.

También hay que tener en cuenta las consecuencias psicológicas, que se traducen en forma de ansiedad, depresión, estrés postraumático, dificultades en la vivencia de su propio cuerpo, en la identidad sexual… a lo que hay que añadir la estigmatización por parte de la cultura a la que pertenecen.

Unidad funcional pediátrica de Atención Primaria

Para detectar estos casos, el pediatra pone en valor la unidad funcional pediátrica de Atención Primaria, que está constituida por un médico especialista en Pediatría en áreas específicas y un enfermero también especialista en Pediatría. En manos de la enfermería está el programa de salud infantil y el programa de identificación del riesgo biopsicosocial, que son los mecanismos y las herramientas que se tienen que detectar ese tipo de procesos.

El seguimiento de las menores se hace en dichas unidades, pero hay que recordar que la mutilación genital es un procedimiento irreversible, por lo que es necesario establecer medidas preventivas.

Para hacer frente a dicha situación se cuenta con un protocolo común sanitario. Este se desarrolló en la Comisión para la Prevención de la Violencia de la Adolescencia, formada dentro del Consejo Interterritorial de Salud a partir de la Ley Orgánica de Prevención de la Violencia frente a la Infancia y la Adolescencia. “Es una herramienta muy importante, porque también contempla los casos de mutilación. Por eso, el protocolo común específico de prevención de la mutilación genital femenina lo tiene que conocer todo el mundo”.

Zonas de riesgo

Hay que prestar especial atención a las zonas de riesgo, bien por la nación o por la etnia. “Esta última es mucho más importante, porque es un tema cultural. Mi consejo es que cualquier menor de edad que venga de una zona de riesgo debe ser evaluada rigurosamente: de pies a cabeza, y, por supuesto, se deben evaluar los genitales”.

Si se observa algún tipo de lesión, el pediatra recuerda que hay que registrar minuciosamente en la historia clínica y ponerse en contacto con los protectores de la infancia o incluso con la fiscalía de menores, si las circunstancias lo exigen. También hay que tener presente situaciones de riesgo, por ejemplo, cuando una familia ya ha mutilado a otra menor y va a viajar a su país de origen. Se debe hacer una visita previaje, que establece el protocolo.

Tras el viaje se hace otra visita. Si se ha producido una mutilación, inmediatamente se notifica. En el caso en que la familia no lleve a la menor a la visita postviaje, la unidad funcional pediátrica de Atención Primaria se pone en contacto con los trabajadores sociales y sanitarios para que localicen a esa familia y se pueda hacer la visita. Si no se localiza, hay que avisar a protección de menores o a la fiscalía.

Hay que tener en cuenta que con la mutilación ha cambiado el cuerpo de la menor, se ha mutilado de una forma irreversible. Hay que garantizar los derechos del niño, tal y como se recoge en la legislación internacional.

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