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lunes, 15 de enero de 2024

Depresión e inflamación, una relación aún sin determinar

En los últimos años se ha objetivado una relación entre factores inflamatorios y los cuadros depresivos. La relación entre la depresión y las alteraciones inflamatorias supone un campo de investigación prometedor, con cada vez más estudios confirmando dicha relación.

Esta nueva hipótesis se centra en el sistema inmuno-neuro-endocrino. En aquellos pacientes con depresión se ha observado un aumento de citoquinas inflamatorias, como la interleuquina 6  y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-Ⲁ), una elevación de reactantes de fase aguda en sangre periférica (proteína C-reactiva) y de marcadores inflamatorios por tráfico de macófagos al cerebro y activación de microglía.

Por otro lado, las citoquinas antiinflamatorias, como la interleuquina 4 y 10, pueden tener niveles más bajos en personas deprimidas. También apoya esta hipótesis el hecho de que los pacientes resistentes al tratamiento con inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina suelen presentar marcadores inflamatorios elevados.

Además, se ha observado que administrar citoquinas proinflamatorias puede causar síntomas depresivos y que la inhibición de citoquinas inflamatorias parece reducir los síntomas depresivos en pacientes que padecen de enfermedades autoinmunes e inflamatorias.

Proceso complejo

No obstante, hay que tener en cuenta que la inflamación en la depresión es un proceso complejo y multifactorial, y aún se están investigando las interacciones exactas entre el sistema inmunológico y el sistema nervioso central.

Sin embargo, la evidencia científica respalda la existencia de alteraciones inflamatorias en la depresión. Por eso, es preciso realizar más investigaciones para identificar todos los factores inflamatorios implicados y su relación con la patogénesis de la depresión, puesto que no todos los pacientes con depresión presentan alteraciones inflamatorias.

Esa es una de las razones por las que se necesitan más estudios para establecer claramente cuál es la relación de los marcadores inflamatorios con la patogénesis de la depresión. Se cree que las alteraciones inflamatorias podrían estar vinculadas con estrés psicológico o con antecedentes de trauma o adversidad infantil, factores que son bien conocidos por su asociación aumentando el riesgo de padecer depresión.

Aspectos a estudiar

Dado que no todos los pacientes deprimidos tienen alteraciones inflamatorias, puede ser dichas modificaciones no sean consecuencia de la depresión sino, más bien, una condición previa que genera una vulnerabilidad que predispone a la depresión.

También se ha destacado la asociación de las enfermedades autoinmunes y de las alteraciones de la microbiota con la depresión, pero aún faltan mecanismos por definir.

En este contexto, es importante señalar que los pacientes deprimidos con aumentos en los marcadores inflamatorios pueden representar una población relativamente resistente al tratamiento.

Tampoco se ha podido determinar si el incremento de marcadores inflamatorios en algunos pacientes con depresión sea una consecuencia directa de la enfermedad.

Vías de investigación

Aunque todavía no existen pruebas definitivas para una vinculación causal entre procesos inflamatorios y enfermedad depresiva, lo cierto es que la investigación tanto básica como clínica han abierto una vía para indagar los complejos modos de interrelación entre ambos fenómenos.

Así, existe un interés creciente en el desarrollo de terapias antiinflamatorias como tratamiento complementario para la depresión. La comprensión de la interacción entre la inflamación y la depresión ha llevado a investigar el papel de los antiinflamatorios en el manejo de la enfermedad.

En algunos estudios se ha demostrado que la administración de ciertos medicamentos antiinflamatorios, como los inhibidores del factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y los inhibidores de la interleucina-6 (IL-6), puede mejorar los síntomas depresivos en pacientes con depresión resistente al tratamiento convencional.

Además, la investigación preclínica y clínica ha demostrado que los antidepresivos tradicionales, como los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN), pueden tener efectos antiinflamatorios indirectos, lo que sugiere una relación entre los mecanismos de acción antidepresivos y la modulación de la inflamación.

Pautas complementarias

Es importante comentar que la terapéutica antiinflamatoria no reemplaza los tratamientos convencionales para la depresión, como la psicoterapia y los antidepresivos, sino que puede considerarse como una opción adicional, especialmente en casos de depresión resistente al tratamiento o cuando existen evidencias de inflamación crónica.

Sin embargo, aún se necesitan más estudios para comprender completamente los beneficios y los riesgos de la terapéutica antiinflamatoria en el tratamiento de la depresión. La individualización del tratamiento y el monitoreo cuidadoso del paciente son esenciales para garantizar su seguridad y eficacia.

Por eso, puede haber pacientes con un componente inflamatorio en la depresión que se podrían beneficiar no solo del efecto antidepresivo de los tratamientos diseñados para ello como antidepresivos, sino también por el efecto antiinflamatorio que tienen muchos de estos antidepresivos de forma intrínseca. Aún falta por disponer de marcadores biológicos de especificidad en la respuesta, pero se está avanzando.

 

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Psiquiatría Rebeca de la Inmaculada Ros Llores, del Hospital de Sagunto, Centro de Salud de Puerto, de Sagunto; Jonay Francisco Herrera Rodríguez,  de  la Unidad de Salud Mental de Telde perteneciente al Complejo Hospitalario Universitario Insular Materno Infantil, en Las Palmas de Gran Canaria; Julia Diéguez Mompel, de la Unidad de Salud Mental de la Mata; Miguel Vega Piñero, del Hospital Ramón y Cajal, en Madrid; Antonio M. Ramírez Ojeda, de la Unidad de Salud Mental Comunitaria Rinconada, Hospital Universitario Virgen Macarena, en Sevilla; Carmen Zapater Carrasco, del Centro de Salud Mental de Adultos Amposta; Patricia Gómez Merino, del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid, y Marc Agraz Bota, del Hospital Universitario de Santa María, en Lleida.

 

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