Un nuevo estudio del investigador de la Universidad de Virginia Occidental (Estados Unidos) Eric E. Kelley, en colaboración con la Universidad de Minnesota, sugiere que los daños en el ADN no reparados pueden aumentar la velocidad del envejecimiento.
En su trabajo, publicado en la revista ‘Nature’, Kelley y su equipo crearon modelos modificados genéticamente a los que les faltaba una proteína crucial de reparación del ADN en sus células madre hematopoyéticas, células inmunitarias inmaduras que se convierten en glóbulos blancos. Sin esta proteína reparadora, los individuos eran incapaces de reparar el ADN dañado acumulado en sus células inmunitarias.
Daños en el ADN no reparados
Los investigadores descubrieron que los marcadores de envejecimiento celular, o senescencia, así como de daño y oxidación celular eran significativamente mayores en las células inmunitarias de los modelos modificados genéticamente en comparación con los normales de tipo salvaje. Pero el daño no se limitaba al sistema inmunitario; los individuos modificados también mostraban células envejecidas y dañadas en órganos como el hígado y el riñón.
Estos resultados sugieren que los daños en el ADN no reparados pueden provocar el envejecimiento prematuro de todo el organismo. Cuando nos exponemos a un contaminante, como la radiación para el tratamiento del cáncer, la energía se transfiere al agua de nuestro cuerpo, rompiéndola. Esto crea moléculas altamente reactivas -radicales libres- que rápidamente interactúan con otra molécula para ganar electrones. Cuando estos radicales libres interactúan con biomoléculas importantes, como una proteína o el ADN, causan daños que pueden impedir que esa biomolécula funcione correctamente.
Tabaquismo, consumo de alcohol y exposición a pesticidas
Cierta exposición a los contaminantes es inevitable, pero hay varias opciones de estilo de vida que aumentan la exposición a la contaminación y, por tanto, los radicales libres en el organismo. El tabaquismo, el consumo de alcohol y la exposición a pesticidas y otras sustancias químicas a través de los riesgos laborales aumentan significativamente los radicales libres. “Un cigarrillo contiene entre 10 y 16 radicales libres por calada, sólo por la combustión de materiales de carbono”, afirma Kelley.
Además de los radicales libres producidos por la exposición a contaminantes, el cuerpo humano produce constantemente radicales libres durante un proceso utilizado para convertir los alimentos en energía, llamado fosforilación oxidativa.
“Tenemos mecanismos en las mitocondrias que eliminan los radicales libres, pero si se ven desbordados -si tenemos un exceso de nutrición, si comemos demasiada basura, si fumamos- el mecanismo de defensa no puede seguir el ritmo”, explica Kelley.
A medida que el cuerpo envejece, la cantidad de daños causados por la formación de radicales libres es mayor que las defensas antioxidantes. Con el tiempo, el equilibrio entre ambos se inclina hacia el lado de los oxidantes, y el daño empieza a ganar a la reparación. Si nos exponemos a una mayor cantidad de contaminantes y acumulamos más radicales libres, este equilibrio se romperá aún más pronto, provocando un envejecimiento prematuro.
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