Se considera que un paciente tiene hipertensión resistente cuando sus valores de presión arterial están en 140/90 mmHg, o por encima. Este tipo de hipertensión se considera de alto riesgo cardiovascular y renal. Actualmente, la prevalencia de la hipertensión resistente es de menos del 10 por ciento del conjunto de pacientes hipertensos bajo tratamiento farmacológico. Por ello es importante mejorar las perspectivas terapéuticas.
En este contexto, investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y del Hospital Universitario 12 de Octubre han presentado una revisión actualizada sobre la relevancia clínica de la hipertensión resistente. En concreto, sobre las diferentes estrategias farmacológicas a aplicar.
Su trabajo revisa diferentes fenotipos asociados a la hipertensión resistente, así como las actuales y probablemente futuras estrategias.
Los diferentes tipos de hipertensión resistente
Dentro de los diferentes fenotipos de hipertensión resistente los autores destacan la hipertensión refractaria. Esta se da en los pacientes cuyos valores de presión arterial permanecen incontrolados a pesar de estar tomando al menos cinco fármacos antihipertensivos. Estos incluyen la clortalidona y la espironolactona, explican los autores.
Además, destacan la hipertensión resistente contralada. Sería la que presentan “aquellos pacientes que reciben al menos cuatro fármacos antihipertensivos y logran alcanzar unos valores de presión arterial adecuados medidos en la consulta médica”.
También estaría la hipertensión enmascarada no contralada, o la referida como MUCH en inglés. Esta, “la presentan pacientes que son tratados con al menos cuatro fármacos antihipertensivos, los cuales alcanzan unos valores de presión arterial adecuados medidos en la consulta médica, pero que están descontrolados fuera de ella”.
Analizando todas las perspectivas terapéuticas
Teniendo en cuenta esto, los investigadores señalan las actuales guías de tratamiento. En primer lugar, apuestan por utilizar la triada farmacológica de un inhibidor del sistema renina angiotensina, más un bloqueante del canal de calcio, más un diurético.
Si después de aplicar esta triada se confirma que la presión arterial no está contralada el cuarto fármaco a añadir, sería la espironolactona como fármaco de la familia de los antagonistas del receptor de mineralocorticoides.
A continuación se añadirían un fármaco de la familia de los betabloqueantes, como el bisoprolol, seguido de un fármaco alfabloqueante, como la doxazosina, o incluso una combinación de ambos junto con la clonidina para los casos de más difícil control de la presión arterial. Especialmente en los casos en los que fuera necesario para llegar a alcanzar el control de la presión arterial.
Los autores también destacan como importante la adherencia a esta secuencia de tratamiento. Es decir, que los pacientes tomen sus pastillas antihipertensivas pautadas.
Por último, no olvidan unos adecuados hábitos de estilo de vida, fundamentales para el control de esta hipertensión de carácter resistente, que conlleva a los individuos que la sufren a tener un elevado riesgo cardiovascular.
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