Cultivar artificialmente una masa de células pluripotenciales para crear microorganoides con propiedades similares a las de los órganos es ya una realidad. De esta forma, estos microorganoides de laboratorio han demostrado una gran aplicabilidad clínica, ya que al poder estudiar estos órganos de origen humano, es posible demostrar en semanas lo que tarda años en evidenciarse en estudios clínicos con personas. Esta tecnología también está siendo usada en la búsqueda de tratamientos para la COVID-19.
En concreto, utilizando minirriñones generados mediante técnicas de bioingeniería, los investigadores del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC), liderados por Nuria Montserrat, han conseguido descifrar cómo el SARS-Co-V2 interacciona e infecta las células humanas del riñón. Además, en el marco de un estudio internacional con más participantes, se ha identificado un fármaco capaz de bloquear los efectos del virus SARS-CoV-2.
Como explica afirma Nuria Montserrat, el uso de microorganoides humanos “nos permite probar de manera muy ágil los tratamientos que ya se está utilizando para otras enfermedades o que están cerca de ser validados. En estos momentos en los que el tiempo apremia, estas estructuras 3D ahorran drásticamente el tiempo que destinaríamos para probar un nuevo medicamento en humanos”.
Así, el resultado es una terapia dirigida a reducir la carga viral del SARS-Cov-2, y que actúa sobre un receptor de las células humanas denominado ACE2 (enzima convertidora de angiotensina 2).
Diferentes utilidades
Tal y como exponía José Luis Górriz, presidente de la Sociedad Valencia de Nefrología (SVN), en el contexto de su XXXVII Congreso , “los organoides están siendo especialmente útiles para analizar cómo se reproducen los tejidos, para obtener cultivos de diferentes células (por ejemplo, células renales, o cardiomiocitos), para establecer modelos de enfermedad, para poder trabajar sobre ellos y, en definitiva, para conocer tanto las vías patogénicas como poder ensayar diversos tratamientos”.
Las investigaciones están centradas en múltiples patologías. Otro de los proyectos más prometedores del IBEC se basa en la utilización de organoides para modelar condiciones sistémicas, como es la diabetes mellitus, de forma que si se crea un microambiente de hiperglucemia se pueden estudiar aspectos relacionados con la nefropatía diabética. Por otra parte, los estudios el IBEC también han mostrado que los organoides (túbulos renales) expuestos a una mayor toxicidad de la glucosa presentan un mayor consumo de oxígeno. Estos hallazgos inciden en la importancia del control metabólico precoz para la prevención de la progresión de la enfermedad renal diabética.
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