“La clave de éxito del actual ciclo epidémico del COVID-19, no para octubre o noviembre, sino para que ahora no haya rebrotes, dependerá de que los pocos casos que hay no se conviertan en detonadores de transmisión más amplia. Para ello, tenemos que cercar muy bien todos los casos y los contactos de los casos que van apareciendo, especialmente en las comunidades autónomas donde hay menos de 10 nuevos casos por día. Hemos de ir al fondo con el estudio exhaustivo de ellos para tratar de poner cerco a la propagación del virus y así evitar el riesgo de rebrote”, explica a EL MÉDICO INTERACTIVO, el epidemiólogo Daniel López Acuña, exdirector de acción sanitaria en situaciones de crisis de la OMS y profesor asociado de la Escuela Andaluza de Salud Pública, al tiempo que sostiene que “la figura del rastreador es clave para seguir la pista de los nuevos contagios por COVID-19”.
Sobre lo que tendríamos que aprender para que en un posible rebrote el impacto sobre el sistema sanitario sea controlable, este epidemiólogo indica que haría falta continuar con una disciplina férrea, con las medidas de distanciamiento físico, de higiene y evitar el contacto social, al tiempo que reducir la movilidad de la sociedad. “Estos son los ingredientes importantes para luchar contra una epidemia para la cual todavía no hay una vacuna, ni un tratamiento eficaz comprobado que nos permita decir que esto se puede curar”, reconoce, al tiempo sostiene que ante una transmisión silenciosa como la del coronavirus hay que hacer más pruebas a los trabajadores sanitarios y sociosanitarios, “de forma periódica para asegurar que los que son positivos sean aislados, tratados y no entren en un circuito de contagio a otros colegas”, apostilla.
López Acuña sostiene que ante una situación como la provocada por el coronavirus, con tanta transmisibilidad asintomática, no basta con hacer pruebas a quienes ingresan en los hospitales y tienen un cuadro severo, “sino que hay que extenderlas a más personas -como empieza a ocurrir en algunas Comunidades- ; es preciso realizar más PCR para aislar a los positivos asintomáticos”. A su juicio, hay que darle más fuerza a la identificación de casos y rastreos de controles en los dispositivos de salud pública y vigilancia epidemiológica. “También es imprescindible dotarle de mejores medios a la Atención Primaria que es la base para poder hacer una contención del exceso de ocupación hospitalaria y de Unidades de Cuidados Intensivos que permitirá además racionalizar el uso de recursos de hospitalización para los casos más severos; hay que cambiar todo esto para estructurar de mejor manera la respuesta del sistema sanitario”, recalca el epidemiólogo.
Apuesta decididamente por la figura del rastreador-inspector de contagios, porque es una técnica universal en epidemiología. “Se hacen en todas las pandemias y brotes de enfermedades infecciosas. En el caso de que la transmisión sea de persona a persona como en el coronavirus es importante que no solo se diagnostique y trate a la persona contagiada, sino que se investigue a todos los contactos que ha tenido en los últimos 15 día para determinar dónde se encuentran las personas con riesgo a estar infectados y, de este modo, realizarles las pruebas. Para ello, es necesaria la figura del rastreador que complemente la acción del personal sanitario de Salud Pública, de la Atención Primaria. En muchísimos países están haciendo ya un proceso de reforzamiento de vigilancia epidemiológica a través de rastreadores”, explica.
Sin riesgo de reinfección
Reconoce que es un hándicap desconocer cómo es la inmunidad que genera la infección natural del COVID-19, si dura corto plazo, meses o si se comportará como el SARS. “La evidencia reciente parece indicar que no hay riesgo de reinfección del que se estaba hablando, sino más bien casos de falsos positivos. A grandes rasgos podemos decir que la gran mayoría de personas que han resultado contagiadas desarrollan anticuerpos en una altísima proporción, pero no sabemos la durabilidad de los mismos”, añade el profesor de la Escuela andaluza de Salud Pública.
Insiste en señalar que los epidemiólogos e investigadores continúan aprendiendo sobre el COVID-19, “ya que es una enfermedad que se expresa de distinta manera; hay un grado diferente de severidad y letalidad en hombres que en las mujeres. Se atribuye a ciertas proteínas presentes en varones que pueden determinar una mayor agresividad del virus en los tejidos de las personas. También existen susceptibilidades individuales que todavía no entendemos qué son, ni a qué se deben. La sensibilidad aumenta también en personas con comorbilidades como la diabetes, la hipertensión…; todo esto nos demuestra que no se comporta igual en todas las personas, que hay una distribución diferencial por edades, por sexos y por condiciones de patologías existentes o no”, apunta el exdirectivo de la OMS.
¿Qué esperan para octubre cuando previsiblemente llegue más coronavirus con sus mutaciones e híbridos? “No lo sabemos muy bien, porque desconocemos como se comporta estacionalmente con las temperaturas, con el clima. Pero es de esperar, como ha ocurrido en otros temas relacionados con virus respiratorios, que existan ciclos estacionales y que en octubre o noviembre reaparezca con su patogenicidad. Dependerá de nuestra capacidad de diagnóstico temprano, de tomar medidas drásticas el evitar que haya importación y exportación de casos y contener muy bien los casos diagnosticados y hacer el rastreo de contactos y la determinación a través de pruebas de la positividad o no de esos contactos. Si lo logramos hacer, podremos llegar a evitar una nueva fase de confinamiento. Pero se necesita mucha acción decisiva, rápida y muchos sostenimiento de capacidad para llevarla a cabo”, concluye.
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