En la actualidad, la aparición de síntomas del tracto urinario inferior (STUI) en el varón se considera que tiene una etiología multifactorial, “si bien, se atribuye en muchas ocasiones al crecimiento benigno de la próstata (STUI/HBP) porque esta es la causa más frecuente”, recuerda Higinio Flores Tirado, del Grupo de Trabajo de Patología Nefrourológica de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
En su opinión, una vez conocido esto, las opciones terapéuticas de las que se dispone para tratar los STUI/HBP son diversas, desde realizar una vigilancia expectante de los síntomas, acompañándose de cambios en los estilos de vida del paciente, hasta prescribir un tratamiento farmacológico o indicar una intervención quirúrgica.
Así, la decisión terapéutica va a depender de la gravedad y el tipo de síntoma de que se trate, de llenado, de vaciado o postmiccional; de la alteración de la calidad de vida del paciente en relación con los STUI/HBP; de que haya riesgo de progresión rápida de la enfermedad, de la existencia de comorbilidades asociadas, como por ejemplo una disfunción eréctil o una hiperactividad vesical en nuestro paciente; y de la edad y las expectativas del paciente. “Resulta algo fundamental en la era de la información en la que vivimos que el paciente conozca las distintas opciones disponibles, analizando los riesgos y los beneficios de cada una de ellas, para que, en la medida de lo posible, pueda participar activamente en la elección de la mejor alternativa terapéutica para él”.
Revisiones
Así, el momento para establecer la pertinente revisión va a depender, como no puede ser de otra manera, del tipo de tratamiento que esté realizando el paciente. Como ejemplo, Flores Tirado dice que en el caso que el paciente esté sometido a una vigilancia expectante, la revisión se puede establecer con carácter anual, salvo que se produzcan cambios en sus STUI, en cuyo caso debe consultar en ese momento. Algunos autores recomiendan una revisión a los 6 meses y luego continuar con revisiones anuales. Pero, si el paciente viene realizando un tratamiento farmacológico, hay que tener en cuenta que el perfil farmacocinético va a determinar en buena medida su tolerabilidad y seguridad, por lo que habría que individualizar cada caso.
No obstante, “la mayoría de la evidencia científica disponible recomienda establecer una primera revisión al mes de haber iniciado el tratamiento, para valorar precisamente la existencia de efectos secundarios y la respuesta al tratamiento. Si bien, en algunos casos de terapias combinadas, la eficacia puede tardar hasta seis meses en producirse, por lo que en estos casos se puede retrasar la primera revisión hasta cumplido ese plazo”.
Efectos no deseados
En cuanto a la tolerabilidad y la seguridad del fármaco, van a depender en buena medida de su perfil farmacocinético. De forma general, los principales efectos secundarios de los fármacos son a nivel cardiovascular, hipotensión ortostática e incluso síncope, palpitaciones, edemas maleolares; sobre el sistema nervioso central, astenia, fatiga, cefalea, somnolencia; alteraciones de la esfera sexual, trastornos eyaculatorios, disfunción eréctil, disminución de la libido, y otros, boca seca, estreñimiento, nasofaringitis.
Flores Tirado asegura que este aspecto es tan importante que, en muchas ocasiones, es la causa más frecuente de la interrupción y abandono del tratamiento por parte del paciente que los sufre.
Por eso, es importante conocer cuáles son los principales factores de riesgo de desarrollar una reacción adversa a medicamentos, como pueden ser la polifarmacia, la prescripción inadecuada, la comorbilidad, la edad avanzada, las interacciones medicamentosas y la falta de adherencia al tratamiento. “Nuestros esfuerzos deben ir encaminados a desarrollar estrategias que disminuyan dicho riesgo; con lo que cobra especial relevancia el revisar en cada visita la necesidad del tratamiento completo del paciente, suspendiendo fármacos innecesarios y manteniendo solo aquellos de beneficio demostrado para ese paciente y en ese momento”.
En este punto, juega un papel primordial el médico de familia, como profesional que mejor conoce al paciente y evitar las tan temidas “prescripciones en cascada”, que ocurren al no reconocer un evento adverso a un medicamento y tratar esa situación con un nuevo fármaco.
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