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lunes, 6 de mayo de 2019

El aumento del uso de opioides no supone un problema para los sistemas sanitarios

Según los últimos datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, el consumo global de opioides ha aumentado de 9.943 en 2010, a 17.771 en 2017 (expresado en DDD por 1000 habitantes día).  Unas cifras que parecen haber alertado a la población, pero que precisan de una contextualización. En este sentido, diversos expertos se han reunión en el encuentro “Uso de opioides: España, una realidad distinta a Estados Unidos”, organizada por El Médico Interactivo.

La primera idea que se ha destacado al respecto partía de María Páez, especialista en Anestesia y Reanimación de la Unidad de Dolor del Hospital Río Carrión de Palencia, que insistía en que pese al aumento de consumo, la situación no puede compararse con Estados Unidos por el contexto social y por los diferencias evidentes de ambos sistemas sanitarios. Así, la experta insistía en que “en España no existe el mismo mercado negro que en Estados Unidos. Además, al ser un sistema público de salud, no necesitamos fidelizar a los pacientes ni complacerles para que vengan a la consulta”, reflexionando que el uso de opioides se realiza de una forma más racionalizada.

Asimismo, los expertos explicaban que el aumento del consumo no se trata de un abuso, sino que esta curva se explica por el hecho de que años atrás no se trataba el dolor crónico no oncológico con opioides, y ahora la mayor información al respecto y el aumento de oferta de productos ha permitido tratar a un mayor número de pacientes.  Como exponía Ernesto Candau, especialista en Rehabilitación y Medicina Física del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, “no hablaría de abuso, sino de un uso que antes no existía”, insistiendo en la idea de que “no hay un abuso en la prescripción, sino un uso correcto, teniendo en cuenta que estamos atendiendo mucho dolor crónico no oncológico que antes no se atendía. Es una relación clara de causa efecto”.

reunion_ValladolidEn cuanto al aumento de este consumo, la clave parece estar nuevamente en el aumento de la esperanza de vida y de una población anciana que biológicamente tiende a tener un mayor dolor crónico, que paralelamente demanda estar más activa y tiene unas expectativas poco realistas en cuanto al dolor.  “El dolor existe, es una realidad”,  exponía por su parte Juan Del Río-Hortega, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria en el Centro de Salud Gamazo de Valladolid, “la gran esperanza de vida en España -añade- es un logro socio sanitario extraordinario, pero debe utilizarse con mesura y sentido común. A cierta edad, generalmente ya no es posible seguir un ritmo físico de vida que te permita realizar aquello que se podía hacer más joven. Es fabuloso disfrutar de la playa, del campo, de las actividades lúdicas y culturales que nuestra sociedad propone, pero siempre es necesario que cada uno sepa  adaptarse a sus circunstancias”. Del Rio-Hortega, añade “que en no pocas ocasiones, estamos medicalizando no solo el dolor, sino también las molestias lógicas de la edad, que es donde quizás habría que estar más alerta”.

Diferentes tipos de dolor

También marcaba un posible punto negro Pedro Olmos, especialista en Rehabilitación y Medicina Física del Hospital Universitario de Burgos, que era sin duda el tratamiento en pacientes no con dolor sensitivo, sino con dolor psicógeno. “Ese dolor no va a mejorar con este tipo de tratamientos, ya que precisa apoyo psicológico o psiquiátrico, pero siempre va alguien que aumente la dosis ante la queja del paciente, porque el dolor es un parámetro subjetivo”.

Por otra parte, Ricardo Sánchez-Escribano, especialista en Oncología Médica en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, exponía que no solo ha aumentado la oferta de fármacos, sino también las patologías a tratar. “En los últimos años se ha producido la irrupción de nuevas patologías, como la fibromialgia, nuevos problemas que eran un poco desconocidos”, y que también han precisado de este tipo de tratamientos.

Con todos estos datos concluían que la situación actual no es alarmante, pero que es igualmente necesario estar vigilantes y cumplir con los mecanismos ya existentes para este control, ya que, como insistía Del Río-Hortega, “la población de personas mayores con dolor crónico  tratada con opioides es especialmente alta”. Aunque esta alerta no debe estar solo en estos fármacos, sino también en cualquier tratamiento de dolor crónico, a lo que Olmos apuntaba el riesgo de la toma de AINES de forma continuada, y la poca concepción de peligro que tienen los pacientes respecto a los mismos. “Los especialistas utilizamos los AINES, pero con mucho cuidado, receto menos AINES que opioides”.

Posibles áreas de mejora

Teniendo en cuenta este contexto, sí que es posible seguir trabajando en algunas áreas de mejora. La primera, sin duda, es la formación del paciente, ya que, como recordaba Ernesto Candau, “entendemos el empoderamiento del paciente como derechos, pero nos olvidamos de las obligaciones”. Por ejemplo, a la hora de seguir las prescripciones correctamente, “por ejemplo, cuando planteas realizar ejercicio para paliar el dolor la adherencia a esa recomendación es muy baja”.

Por otra parte, es necesario trabajar en un mayor cribado de los pacientes, sin ir más lejos, en las propias Unidades de Dolor. A este respecto, María Páez reflexionaba que “hemos pasado de la opiofobia a contar con 300 unidades del dolor en España. Sin embargo, más que la terapia farmacológica, lo que falla es la terapia física y psicológica”.

En esta línea, hay que insistir en la importancia de que las prescripciones sean individualizada y lo complejo que supone tratar el dolor desde una vertiente de tratamiento global del paciente.

Por último, Ricardo Sánchez-Escribano, concluía que el verdadero problema es que “cuando  te encuentras un problema de dolor complejo de verdad, no hay quien lo resuelva”, y es que al final no solo se trata de focalizarse en los tratamientos, sino en los recursos disponibles, también en cuanto a profesionales, analizando que siguen siendo necesarios más especialistas en anestesia, rehabilitación, salud mental, neurocirujanos… y otras especialidades que están capacitadas  tratar adecuadamente el dolor desde una perspectiva multidisciplinar.

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