Con la llegada del frío, los casos de exacerbaciones de asma tienden a aumentar, un contexto donde Atención Primaria (AP) juega un papel esencial en materia de prevención. Factores como las infecciones respiratorias virales y la exposición a bajas temperaturas agravan la situación de los pacientes con asma, lo que exige una respuesta preventiva eficaz desde el primer nivel asistencial.
Varios expertos reunidos por EL MÉDICO INTERACTIVO insisten en la necesidad de adoptar medidas estructuradas para reducir complicaciones y garantizar un mejor control de la patología durante el invierno.
Principales estrategias desde AP
La doctora María Jesús Calvo, del Centro de Salud La Jota, en Zaragoza, destaca la importancia de “implementar estrategias sistemáticas que aborden tanto los factores ambientales como el control farmacológico y educativo del paciente asmático”, según lo establecido por la Guía Española para el Manejo del Asma (GEMA).
Entre las medidas prioritarias, la especialista resalta la vacunación contra la gripe y el neumococo. La vacuna antigripal anual está indicada para todos los pacientes asmáticos, mientras que la antineumocócica se recomienda en mayores de 65 años o con comorbilidades, para evitar infecciones que puedan agravar el cuadro asmático.
Además, indica que es fundamental que el paciente disponga de un plan de acción personalizado, que incluya la detección temprana de síntomas, ajustes en la medicación y pautas sobre cuándo acudir a consulta. Añade que se debe reforzar la educación en el autocontrol del asma y la correcta técnica de inhalación. “Este documento debe incluir instrucciones claras sobre ajustes terapéuticos y cuándo acudir a consulta”, explica la doctora Calvo.
Prevención de infecciones
El control ambiental y la prevención de infecciones son también estrategias clave a tener en cuenta. Se recomienda evitar la exposición directa al aire frío usando bufandas o mascarillas, reducir alérgenos en el hogar y promover medidas higiénicas como el lavado de manos y el uso de mascarillas en espacios cerrados o con personas enfermas. Asimismo es necesario revisar el tratamiento farmacológico antes del invierno y asegurar el acceso y uso adecuado de broncodilatadores de rescate.
Finalmente, durante los meses más fríos, se debe mantener un seguimiento proactivo desde AP, con revisiones periódicas para evaluar el control del asma y reforzar las medidas preventivas. En casos de asma difícil de controlar, se aconseja la derivación al especialista. Sin duda, “la prevención debe ser un eje central en el abordaje del asma en esta época del año”, concluye Calvo.
Las guías clínicas GEMA y GINA, junto a documentos de organismos como NICE, SEMERGEN y SEMFyC, incluyen además recomendaciones específicas para el manejo del asma en el contexto de infecciones respiratorias incluida la COVID-19. Un seguimiento proactivo desde Primaria y la derivación oportuna al especialista en casos complejos son esenciales para reducir el impacto de las crisis.
Ajustes en el tratamiento
En cuanto a la revisión continua del tratamiento de mantenimiento durante la etapa más fría del año, tiene como objetivo mantener la enfermedad bajo control y prevenir exacerbaciones. El doctor Agustín Llanes, del CAP Mas Font en Viladecans (Barcelona), explica que “el tratamiento debe ajustarse de forma continua, con revisiones periódicas que permitan escalar o reducir la medicación según el estado clínico del paciente”.
Este enfoque implica evaluar objetivamente el control del asma, tratar para alcanzarlo y mantenerlo mediante un seguimiento regular. En pacientes mal controlados, es necesario subir en los escalones terapéuticos, teniendo en cuenta la adherencia al tratamiento, los factores de riesgo modificables y las medidas no farmacológicas.
Por el contrario, si el paciente ha mantenido un buen control durante al menos tres meses, puede considerarse una reducción progresiva del tratamiento. Para ello, se ha desarrollado la escala FEOS, que combina variables clínicas y funcionales, como el cuestionario ACT, exacerbaciones previas y espirometría, para valorar el riesgo tras la desescalada terapéutica.
Los fármacos de mantenimiento incluyen glucocorticoides inhalados o sistémicos, agonistas beta-2 de acción prolongada (LABA), antagonistas de los receptores de leucotrienos (ARLT), tiotropio y anticuerpos monoclonales como omalizumab, mepolizumab, benralizumab, dupilumab y tezepelumab. Las cromonas y la teofilina han caído en desuso por su menor eficacia. Por otro lado, los medicamentos de rescate, utilizados a demanda, comprenden anticolinérgicos de acción corta (SABA) y combinaciones como budesónida/formoterol o beclometasona/formoterol.
El doctor Llanes insiste en que una correcta valoración y ajuste terapéutico individualizado, especialmente en invierno, es clave para reducir el riesgo de descompensación y garantizar un control óptimo de la enfermedad.
Educación del paciente
Además del control farmacológico, la educación del paciente se consolida como una herramienta fundamental para prevenir descompensaciones durante en la etapa invernal. Una intervención educativa bien estructurada permite al paciente reconocer precozmente los síntomas de exacerbación, manejar adecuadamente su tratamiento y aplicar medidas preventivas con mayor eficacia. Este componente no solo mejora la adherencia terapéutica, sino que también empodera al paciente en el manejo diario de su enfermedad.
Esta educación también es esencial para la detección temprana de las crisis. La doctora Calvo señala que “intervenciones educativas breves y repetidas mejoran significativamente el control del asma y reducen las exacerbaciones y visitas no programadas”, como lo demostró el estudio PROMETHEUS. Las revisiones sistemáticas confirman que la educación del paciente combinada con el tratamiento adecuado incrementa la adherencia y la calidad de vida.
En GEMA se especifica que la formación del paciente debe centrarse en varios aspectos como la comprensión de la naturaleza del asma, sus desencadenantes y la importancia de un control continuo para evitar crisis. El conocimiento profundo de la enfermedad facilita una mejor autogestión y prevención.
El reconocimiento precoz de los síntomas iniciales, como el aumento de tos, sibilancias o dificultad respiratoria, es otro pilar básico en la educación. La doctora Calvo enfatiza que identificar estos signos tempranamente permite actuar rápidamente y evitar una descompensación grave. Asimismo, el uso correcto de la medicación, especialmente la técnica adecuada de inhalación y la diferenciación entre fármacos de mantenimiento y de rescate, es imprescindible para asegurar un tratamiento efectivo.
Finalmente, se debe implementar un plan de acción personalizado que incluya pautas claras para responder ante los primeros síntomas de exacerbación, estableciendo cuándo ajustar la medicación y cuándo buscar atención médica urgente.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores: David Blasco Blanco, Marta Selvi Blasco, María Estefanía Arveláez, María Jesús Calvo Aznar, Javier Lionel Visnovezky, Carlos Caffo Mendo, Blanca Rosa Hernández Hernández, Agustín Llanes Mena y Albert Martínez Altarriba.
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