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lunes, 2 de junio de 2025

Las dietas también cuentan: nueva evidencia en el manejo del intestino irritable

Una revisión sistemática posiciona las dietas como herramienta clínica de primera línea en el tratamiento del SII

El manejo del síndrome del intestino irritable (SII) ha evolucionado en las últimas décadas, pero las intervenciones dietéticas siguen siendo motivo de interés tanto para pacientes como para profesionales. Una nueva revisión sistemática y metanálisis en red, publicada en The Lancet Gastroenterology & Hepatology, analiza la eficacia comparativa de once intervenciones dietéticas frente a cuatro tipos de dieta control. Los resultados ofrecen una visión jerarquizada basada en evidencia sobre qué enfoques alimentarios brindan mayor alivio en los síntomas del SII.

La dieta baja en almidón y sacarosa lidera en síntomas globales

Entre las seis dietas estudiadas en más de un ensayo aleatorizado, la dieta baja en almidón y sacarosa mostró la mayor eficacia para los síntomas globales del SII. Con un riesgo relativo (RR) de 0,41 (IC 95%: 0,26–0,67) y una puntuación P de 0,84, esta intervención superó incluso a la dieta baja en FODMAP, considerada durante años como la estrategia más robusta. La dieta baja en FODMAP, aunque ampliamente respaldada por la literatura, ocupó el cuarto lugar con un RR de 0,51 (IC 95%: 0,37–0,70) y una puntuación P de 0,71.

El dolor abdominal mejora más con dietas específicas

El dolor abdominal, síntoma cardinal en el SII, también mostró mejoría significativa con la dieta baja en almidón y sacarosa (RR 0,54; IC 95%: 0,33–0,90), la cual se posicionó en segundo lugar dentro de esta categoría. La dieta baja en FODMAP, con un RR de 0,61 (IC 95%: 0,42–0,89), fue la quinta más eficaz. Estos resultados refuerzan la necesidad de considerar características sintomáticas específicas al momento de elegir una intervención dietética.

La distensión abdominal solo mejora de forma consistente con la dieta baja en FODMAP

Para la distensión o hinchazón abdominal, únicamente la dieta baja en FODMAP demostró una eficacia superior a la dieta habitual. Con un RR de 0,55 (IC 95%: 0,37–0,80) y una puntuación P de 0,64, esta dieta reafirma su rol central cuando el componente de distensión es predominante en el paciente.

El hábito intestinal no mejora de forma significativa con las dietas analizadas

En relación al hábito intestinal, ninguna de las dietas superó a las intervenciones de control de manera clara. No obstante, la dieta baja en FODMAP mostró una leve superioridad frente a la dieta BDA/NICE (RR 0,79; IC 95%: 0,63–0,99). Aunque clínicamente modesta, esta diferencia podría tener relevancia en ciertos subgrupos.

La calidad de la evidencia varía entre intervenciones

Es importante destacar que la calidad de la evidencia fue calificada como baja o muy baja en la mayoría de las comparaciones. Solo las intervenciones dietéticas con FODMAPs reducidos y la dieta baja en almidón y sacarosa frente a la dieta habitual alcanzaron un nivel de confianza moderado. Esto implica que, aunque los hallazgos sean prometedores, deben interpretarse con cautela, y se requieren estudios con mayor rigor metodológico.

Las dietas emergentes requieren más investigación

La revisión también incluyó otras dietas menos investigadas, como la dieta mediterránea y las dietas personalizadas. Aunque algunas mostraron resultados alentadores en ensayos aislados, la escasa cantidad de estudios impide conclusiones sólidas. Se necesita investigación futura con diseño robusto para validar su eficacia comparativa.

Implicaciones clínicas para el abordaje personalizado del SII

Estos hallazgos refuerzan la noción de que las intervenciones dietéticas deben formar parte integral del manejo del SII, particularmente cuando se adaptan a los síntomas predominantes de cada paciente. Aunque la dieta baja en FODMAP sigue siendo la más respaldada por la evidencia, la dieta baja en almidón y sacarosa podría representar una alternativa de igual o mayor eficacia para algunos pacientes.

Conclusión

Este metanálisis en red ofrece una guía comparativa valiosa para los clínicos que buscan estrategias nutricionales eficaces en pacientes con SII. Las dietas no solo son intervenciones complementarias, sino opciones terapéuticas con impacto clínico relevante. A medida que crece la base de evidencia, se vuelve esencial integrar estos hallazgos en una práctica médica personalizada y basada en datos.

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