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jueves, 29 de mayo de 2025

Lugares invisibles: cómo la arquitectura también cuenta la historia de la Medicina

Leonor Martín (actriz y arquitecta) y Lidia San José (actriz e historiadora) realizan en su nuevo libro ‘Los lugares invisibles’ un recorrido por los lugares que damos por hecho y que, en realidad, cuentan la historia de cómo nos hemos convertido en la sociedad que ahora somos. Desde la arquitectura doméstica, hasta la educativa y, por su puesto, la sanitaria, detallan la apasionante historia de cómo la arquitectura, en este caso la arquitectura sanitaria, ha sido clave para el avance de la Medicina y lo sigue siendo para lograr una mayor humanización.

Las autoras, conocidas por ser las presentadoras de Los Pilares del tiempo, programa de RTVE en el que diseccionan y radiografían los espacios arquitectónicos más espectaculares de España, nos han dedicado un tiempo a EL MÉDICO INTERACTIVO para adentrarnos en la historia de los hospitales. Para seguir esta conversación, cara a cara, las autoras estarán los próximos 30 de mayo, 1 y 3 de junio en la Feria del Libro de Madrid.

En vuestro libro no solo describís conceptos, sino que los entrelazáis con la historia. En el capítulo de arquitectura sanitaria la primera idea es precisamente la de dónde vienen los hospitales y los centros médicos, ¿nos podríais explicar cómo y por qué surgen estos espacios?

Lidia: Como explicamos en la introducción de ese capítulo en el libro, el cuidado es algo que está intrínseco en nosotros. Ya no solo los neandertales, en otros homínidos anteriores al sapiens. Como dice la antropóloga Margaret Mead, esos cuidados son lo que nos convierten en civilización. Poco a poco se empiezan a crear sociedades más complejas, y según van pasando los siglos,  no todo el mundo tiene la posibilidad de acudir a un médico o que este fuera a tu casa a curarte. Entonces se empiezan a crear los primeros centros de atención sanitaria. Serían los primeros nosocomium, los predecesores de los hospitales, unos espacios muy asociados a la religión y a ayudar a aquellas personas que no tenían posibilidades económicas para acudir a un médico o que éste fuera a visitarles.

¿Hay una relación importante entre estos primeros hospitales y la religión? ¿Marca esas diferentes religiones también diferencias en la arquitectura sanitaria?

Lidia: Efectivamente está muy relacionado con la necesidad, por ejemplo, en la religión católica de hacer méritos para ganarse el cielo. La gente con dinero tenía la posibilidad de actuar como benefactores para levantar centros sanitarios. De esta forma, los primeros hospitales están asociados a lugares religiosos como pequeños conventos.

Patricia Bolinches, 2025

Patricia Bolinches, 2025

Centrándonos en España, ¿cuáles fueron los primeros hospitales y cómo marcaron a la arquitectura sanitaria posterior?

Lidia: El primero del que tenemos referencia en la península Ibérica estaba ubicado en la ciudad de Mérida a finales del siglo VI y fue mandado a crear por el obispo godo Masona. Estaba al lado de un convento, del convento de Santa Eulalia. En este caso concreto, había médicos que estaban bien preparados, había labores de Enfermería. Las investigaciones arqueológicas han demostrado que  era un edificio de planta rectangular y dos alturas, con dos patios con galerías porticadas (donde se ubicaban las habitaciones de los enfermos) separados por una templo de planta basilical.

Este tipo de hospitales se empiezan a extender por diferentes ciudades. Como ya hemos dicho, estaban muy relacionados con la religión, y por ello en la ruta de peregrinaje hacia Santiago Compostela, se construyeron varios de estos centros.

Otro punto clave es cuando se diferencia los centros para atender esas primeras pandemias, como fue el caso de los lazaretos, a centros para otro tipo de enfermos más crónicos, como los afectados por salud mental. ¿Cambia las patologías más prevalentes del momento la forma de estructurar estos edificios?

Lidia:  El predecesor de los hospitales en España en el mundo árabe sería el Maristán. Parece ser que el Maristán de Granada, a principios del siglo XV se utilizó para tratar a personas con problemas de salud mental, lo que le convertiría en uno de los primeros centros psiquiátrico de Europa, junto con el de Londres y el del padre Jofré de Valencia.

En cuanto a otros espacios de atención sanitaria, los lazaretos no eran hospitales en sí, eran centros de contención de personas para que las enfermedades contagiosas no se extendieran. Aunque es cierto que, esperando que vinieran más pandemias como la peste negra, se construyeron muchos hospitales. La suerte es que esto no ocurrió, por lo que hubo algunos centros, como el de San Cosme y San Damián, que se reutilizaron para otros usos. Este pasó a conocerse como el Hospital de Bubas, que pasó a especializarse en el tratamiento de la sífilis.

Se llega por tanto a un momento en el que se avanza a un control administrativo sanitario que pasa necesariamente por una estandarización de todos estos centros sanitarios. ¿Cómo es este proceso de estandarización y qué medidas son las que se eligen como estándares para ser más funcionales?

Leonor: Los Reyes Católicos vinculan sus dos coronas con la idea de buscar un sistema administrativo que homogenice la manera de gobernar. Así, si antes veníamos de un modelo en el que la atención sanitaria se daba en el interior de conventos o monasterios, en este punto, se apuesta por un diseño de hospital independiente de estos espacios, aunque con presencia de espacios para la oración. Así, el arquitecto Enrique Egas plantea un modelo de planta cruciforme, con una capilla en el punto medio para que los enfermos pudieran seguir las misas desde sus camas situadas en las dos naves. Por otra parte, se planteaban cuatro claustros, que permitirán que las salas estuvieran bien iluminadas y ventiladas. Este es el diseño del Hospital de Santiago de Compostela, que se replica en Toledo, Granada y Valencia.

Otro hito es la figura del cirujano, que se distingue de la del médico, ¿cómo se adaptan estos centros ante la necesidad de espacios para estas cirugías?

Lidia: No tentemos datos de cómo se adaptaron los espacios, pero sí que resulta curioso que, si ya en la antigüedad había cirujanos, no siempre tuvieron el prestigio que tienen en la actualidad. De hecho, especialmente durante la Edad Media y el Renacimiento existió la figura del cirujano barbero, que igual te cortaba la barba que te hacía una pequeña cirugía o te sacaba una muela.

¿Y cómo empezaron a gestionarse otros conceptos más vinculados con la limpieza, la seguridad, o incluso la comodidad de los pacientes?

Leonor: La importancia de la ventilación, de la iluminación, de la higiene en general para la mejora del bienestar de los enfermos, lo vemos ya en el Maristán de Granada.  Este edificio tenía una galería abierta, para dar buena ventilación a las habitaciones y que los enfermos pudieran salir a dar cortos paseos. Este mismo modelo lo vemos siglos después en otros ejemplos como en el monasterio del Escorial. Es decir, que ya entonces se le daba importancia a la ventilación y a los espacios abiertos.

Pero no es hasta el siglo XIX cuando aparece la figura de la enfermera Florence Nightingale que, por su experiencia en la guerra de Crimea, se da cuenta de que la falta de higiene y las infecciones que de esta derivaban,  acababa siendo la causa de las muertes de los soldados, por encima de las propias heridas de guerra.

De esta forma empezó a plantear cuestiones como la higiene de los desagües, la ventilación, la iluminación, etc.  Además, planteó la separación de espacios por funciones, como la cocina o la lavandería, donde se manipulan tanto alimentos como prendas, que no debían estar cerca de los enfermos, como medida para evitar la propagación de infecciones.

«Sería importante volver a recuperar esos espacios abiertos que permitan a las personas ingresadas en hospitales estar en contacto con el exterior»

Posteriormente ya no solo se abordó esta necesidad de lugares más humanos, sino más personalizados, por ejemplo, teniendo en cuenta diferencias de género o por edades. ¿Fue este otro gran salto cualitativo?

Leonor: El caso más paradigmático son los hospitales infantiles, que surgen en el siglo XIX precisamente por la necesidad de atender estas patologías que necesitan unos cuidados más concretos, lo que supuso un gran salto en la personalización de la asistencia.  Esto también se ha traducido en el espacio, y ya en el siglo XX los arquitectos comienzan a tener en cuenta, por ejemplo, que muchos niños hospitalizados durante meses deben seguir su educación o que precisan más de la compañía de los familiares. Por ello, se trata de diseñar los hospitales infantiles más como hogares. Más como casas que como espacios hospitalarios.

En el caso de las mujeres, se ha visto, ya más recientemente, cómo las salas de parto humanizadas están logrando disminuir el número de cesáreas. Y es que espacios adaptados a las necesidades del parto, están ayudando a un mejor desarrollo de partos naturales.

Como reflexión final: ¿Cómo diríais que todo lo aprendido del pasado, puede repercutir o orientar en la arquitectura sanitaria del presente?

Leonor: Sería importante volver a recuperar esos espacios abiertos que permitan a las personas ingresadas en hospitales estar en contacto con el exterior, y con la naturaleza si fuera posible. Deberíamos aportar una alternativa a los largos pasillos interiores con iluminación artificial por los que paseamos cuando nos estamos recuperando una intervención.

Un ejemplo del que podríamos aprender es el de los “hospitales pueblo” de Vasco de Quiroga en Ciudad de México y en Michoacán del siglo XVI. Eran proyectos que permitían que los parientes pudieran convivir con los enfermos porque les construían viviendas cerca de donde estaban los enfermos. Facilitar a las familias la conciliación y el acompañamiento a sus seres queridos es fundamental para su bienestar y puede favorecer su recuperación.

¿Y por dónde creéis que debe transitar la arquitectura sanitaria del futuro?

Leonor: Pues tal y como comentábamos, la arquitectura sanitaria tiene que seguir transitando hacia espacios lo más humanizados posibles. Además, está demostrado que esa humanización no va en detrimento de la funcionalidad, sino que incluso puede llegar a facilitar la labor de los profesionales.

Esto, en la práctica, pasa por cuestiones como facilitar el contacto con el exterior, la elección de materiales amables (como suelos que no reflejen tanto la luz, que amortigüen el sonido de los pasos), o apostar por una iluminación cálida. En definitiva, tener en cuenta los parámetros en los que pensamos cuando diseñamos espacios domésticos para generar espacios agradables a aquellas personas que cuidan y que necesitan esos cuidados.

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