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viernes, 16 de mayo de 2025

El abordaje clínico de una EPOC recién diagnosticada debe considerar las comorbilidades asociadas y el riesgo cardiovascular

El diagnóstico de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) exige una visión clínica integral más allá de la evaluación respiratoria. Las comorbilidades, altamente prevalentes en estos pacientes, condicionan el pronóstico, afectan la calidad de vida y aumentan la mortalidad. Por ello, el abordaje debe ser global, multidisciplinario y centrado en la persona.

Según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), las comorbilidades más frecuentes asociadas a la EPOC, evaluadas mediante el índice de Charlson, incluyen cardiopatía isquémica, insuficiencia cardíaca, enfermedad vascular periférica, accidentes cerebrovasculares y enfermedades del tejido conectivo. También son frecuentes la demencia, úlcera péptica, hepatopatía, diabetes mellitus, insuficiencia renal, osteoporosis, anemia y procesos oncológicos.

La coexistencia de estas patologías con EPOC, especialmente las cardiovasculares, modifica y agrava el pronóstico de ambas. La SEMI subraya que, además, estos pacientes suelen ser mayores, con enfermedades crónicas múltiples, consumo elevado de fármacos y frecuentes ingresos hospitalarios que agravan aún más estas patologías.

En este contexto, la doctora Ana Julia García, médico de Atención Primaria en el CAP Francisco Benito de Lloret de Mar (Girona), advierte que “las agudizaciones de la EPOC afectan de forma directa la supervivencia y aumentan el riesgo de eventos cardiovasculares graves, como infarto de miocardio, accidente cerebrovascular y muerte cardiovascular”.

Inflamación sistémica

En la misma línea, el doctor Joaquín Merino, médico de familia en el Centro de Salud Almozara (Zaragoza), subraya que “la EPOC no debe considerarse como una enfermedad aislada, sino como parte de un síndrome sistémico con componentes cardiovasculares, renales, metabólicos e inflamatorios”. Añade que estas comorbilidades “tienen un impacto directo en la mortalidad y en la tasa de hospitalización de los pacientes”, destacando a la enfermedad cardiovascular como la principal causa de muerte en pacientes con EPOC en países occidentales.

El mecanismo fisiopatológico subyacente a esta interacción incluye fenómenos de inflamación sistémica. Durante las exacerbaciones de la EPOC se liberan mediadores inflamatorios, como interleucina-6, proteína C reactiva y fibrinógeno, lo que se traduce en alteraciones bioquímicas y hematológicas. Estos episodios requieren frecuentemente la administración de corticoides sistémicos, indica la doctora García.

Asimismo, la hipoxemia generada en las agudizaciones contribuye al sufrimiento miocárdico, favoreciendo la aparición de eventos isquémicos. A esto se suma el incremento de la presión arterial pulmonar, con la consiguiente dilatación y disfunción de las cavidades cardíacas derechas.

El estrés oxidativo también desempeña un papel clave. Según la facultativa, “el estado protrombótico con disfunción plaquetaria favorece la inestabilidad de las placas de ateroma y la aparición de eventos cardiovasculares”, fenómeno que comparte características con otras infecciones respiratorias agudas, como la neumonía.

Otras comorbilidades y el impacto emocional

Entre las comorbilidades prioritarias, el doctor Merino enumera las siguientes por su elevada carga clínica: enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus, enfermedad renal crónica, osteoporosis, ansiedad y depresión, cáncer de pulmón y síndrome de apnea-hipopnea del sueño (SAHS). Este último, en su forma de ‘síndrome de solapamiento’, se asocia a mayor riesgo de hipertensión pulmonar y peor evolución clínica.

El especialista también señala que es crucial considerar el impacto emocional de estas patologías: “la ansiedad y la depresión afectan significativamente la calidad de vida y la adherencia al tratamiento”. Además, advierte sobre las interacciones farmacológicas y las dificultades diagnósticas por la superposición de síntomas, que pueden retrasar la intervención terapéutica adecuada.

Este especialista destaca la necesidad de un seguimiento estrecho de estas condiciones. “La monitorización de las comorbilidades es clave tanto para su prevención como para su detección precoz”, recalca Merino, haciendo hincapié en la importancia de una intervención temprana.

Manejo de la EPOC recién diagnosticada

En este contexto, el abordaje clínico de un paciente con EPOC recién diagnosticada no debe limitarse a la función pulmonar, sino considerar el riesgo cardiovascular global y las comorbilidades asociadas. Un tratamiento eficaz requiere una estrategia multidisciplinaria y personalizada que contemple el control inflamatorio, la monitorización del estado cardíaco y la prevención de complicaciones trombóticas, principalmente.

En cuanto al tratamiento inicial de la EPOC, este debe adaptarse a las características clínicas de cada paciente. El doctor Adrián Martínez, médico de familia en el EAP Calatayud Urbano, en Calatayud, apunta que “la elección del tratamiento en pacientes con EPOC recién diagnosticada se basa en múltiples factores que deben ser evaluados cuidadosamente desde la Atención Primaria”.

En primer lugar, la gravedad de la enfermedad según la espirometría, clasificada como leve, moderada o severa, orienta la intensidad del tratamiento. “Los pacientes con EPOC más grave suelen requerir broncodilatadores de acción prolongada o combinaciones farmacológicas”, explica el experto.

Otro criterio fundamental es la historia de exacerbaciones. La frecuencia y severidad de los episodios previos determinan la necesidad de una estrategia más agresiva. “En pacientes con antecedentes de exacerbaciones frecuentes puede estar indicado el uso de corticosteroides inhalados”, añade.

La presencia de comorbilidades ya mencionada también condiciona el abordaje terapéutico. Asimismo, el papel del paciente es clave. “Las preferencias del paciente respecto a la vía de administración y su capacidad para seguir el tratamiento deben ser consideradas”, afirma el doctor Martínez. Involucrar al paciente en las decisiones terapéuticas favorece la adherencia y mejora los resultados clínicos.

EPOC sin obstrucción significativa en la espirometría

Aunque la obstrucción del flujo aéreo sigue siendo un criterio diagnóstico esencial de la EPOC, existen situaciones clínicas en las que esta alteración no se evidencia en la espirometría convencional. Esta realidad, reconocida en la práctica clínica, introduce importantes desafíos en el manejo diagnóstico y terapéutico.

El doctor Antonio Aisa, médico de Atención Primaria en el Centro de Salud Las Fuentes Norte, en Zaragoza, explica que “en etapas iniciales de la EPOC, la obstrucción puede ser leve y no detectable en la espirometría, a pesar de que el paciente ya presente síntomas como disnea, tos crónica o expectoración”. Esta situación se enmarca en lo que se considera EPOC temprana.

Otro escenario es el de la afectación predominante de los pequeños conductos aéreos, cuya alteración no siempre se refleja en la espirometría estándar. En estos casos, podrían ser necesarias pruebas más sensibles para detectar la disfunción. Además, algunos pacientes desarrollan enfisema pulmonar sin una obstrucción significativa al flujo aéreo. “El enfisema puede estar presente con destrucción alveolar, pero sin alteraciones espirométricas evidentes”, señala el facultativo.

Estas formas clínicas tienen implicaciones relevantes. La ausencia de obstrucción clara en la espirometría puede dificultar el reconocimiento de la EPOC, retrasando el inicio del tratamiento e impactando negativamente en el pronóstico. El doctor Aisa subraya la necesidad de “seguir investigando para comprender mejor la EPOC sin obstrucción al flujo aéreo y desarrollar nuevas herramientas diagnósticas y terapéuticas”.

En conclusión, aunque la espirometría es una herramienta fundamental, no siempre es suficiente para identificar todas las formas de EPOC. El diagnóstico debe basarse en una evaluación integral, que incluya historia clínica detallada, exploración física y, cuando esté indicado, estudios complementarios más específicos. Como destaca el experto, “es fundamental recordar que el diagnóstico de EPOC debe realizarse de forma global, teniendo en cuenta todos los datos clínicos disponibles”.

 

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores: Leticia Bellosta Lorés, Juan Francisco González López, Ana Elena Collada Fernández, Adrián Martínez Hernández, Joaquín Merino Laborda, Trinidad Hernández Rodríguez, Antonio Aisa Pascual, Antonia M.ª Garbajosa Cabello y Ana Julia García Milian.

 

Una publicación independiente desarrollada gracias al patrocinio financiero de BIAL. Los puntos de vista y las opiniones que se expresan en esta obra son de sus autores y no reflejan necesariamente la política oficial ni la posición de BIAL. BIAL no debe ser considerada responsable de la veracidad de la información ni de los posibles errores u omisiones.

 

Referencias:

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