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miércoles, 30 de abril de 2025

“En Psiquiatría tenemos las innovaciones, pero falta el salto a la clínica”

Ana González-Pinto Arrillaga es catedrática de Psiquiatría de la Universidad del País Vasco y jefa de Servicio de Psiquiatría en el Hospital Universitario de Álava, OSI-Araba. También es investigadora principal del CIBERSAM, donde ha sido responsable de calidad y del área de trastorno bipolar. En esta entrevista desgrana para EL MÉDICO tanto las innovaciones introducidas en la especialidad como los nuevos tratamientos en Salud Mental, aunque lamenta que, “a pesar de los grandes avances de los últimos años, aún falta dar el salto a la clínica”. Así y todo, se muestra esperanzada, porque “es un momento ideal para la innovación”, recalca.

De todos los problemas de salud, el 12,5 por ciento son trastornos mentales, por encima del cáncer y de las enfermedades cardiovasculares. ¿La investigación en diagnóstico y terapéutica está al nivel de esta realidad?

Es cierto que la inversión en Salud Mental está por debajo de la que se produce en otras enfermedades, y también es cierto que en Psiquiatría nos ha faltado tecnología para poner el foco donde era necesario. En España se hace investigación de calidad, pero es verdad que, al faltar la tecnología, la Psiquiatría ha quedado como la hermana pobre de la financiación. Ahora se está en un momento de desarrollo muy importante y, desde el punto social, también hay una llamada de toda la sociedad para que se invierta más en este campo. Es un momento crítico y a la vez una oportunidad para la innovación y, lógicamente, en un mundo donde la Inteligencia Artificial (IA) está en marcha veloz, es un momento muy bueno para la Psiquiatría.

¿Hacia dónde dirigen la innovación, al diagnóstico precoz, al tratamiento farmacológico o a terapias no-fármacos?

Hacia todo, pero de lo que has dicho, yo insistiría especialmente en la atención precoz. Esto es como cualquier enfermedad. No hay ninguna patología en la que cuanto antes se diagnostique no vaya a ser mejor el pronóstico. Es un principio de salud en general y, el problema de la Salud Mental es que, al estar acompañada de mucho estigma, muchas veces las personas esperan a ver si se les pasa con el tiempo y la enfermedad no se aborda todo lo rápido que debería abordarse, incluso a veces es exagerado el tiempo que llevan esperando los pacientes hasta que llegan al especialista. Si tengo que elegir uno de los temas, el diagnóstico precoz es el que me parece más relevante. Los tratamientos farmacológicos y no farmacológicos también, porque tenemos muchos, pero creemos que todavía van a venir mejores.

¿Qué innovaciones recientes en diagnóstico y tratamiento considera que han tenido o están teniendo mayor impacto en Salud Mental?

Desde el punto de vista diagnóstico, todavía estamos encontrando los factores que pueden ser importantes e intentando que se trasladen a la clínica, un paso que falta por dar. Ya tenemos las innovaciones, pero nos falta la traslación a práctica diaria. Desde el punto de psicoterapias también. No todas han saltado a clínica, pero ya empieza a haber terapias digitales, que son más fáciles de trasladar a la práctica clínica. Farmacológicamente hablando, tenemos innovaciones para tratamientos como la depresión con moduladores del glutamato, como la ketamina. Esto ya ha llegado. Es un tratamiento para la depresión resistente, ya aplicándose también en la clínica. También ha llegado un tratamiento más tecnológico como es la estimulación magnética transcraneal, que se utiliza igualmente en otras enfermedades cerebrales como el párkinson. Esto ya es una realidad en depresión y en trastorno obsesivo compulsivo. Desde el punto de vista farmacológico hemos avanzado y tenemos innovaciones que se utilizan en clínica.

Usted es directora científica del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM), donde trabajan investigadores básicos y clínicos. En la innovación biomédica un punto crítico es la traslación, como se ha comentado. ¿Es demasiado compleja y larga en esta especialidad?

Sí, creo que ocurre en todas las especialidades, pero quizás en algunas, como el cáncer, por su gravedad ‒y no digo que la enfermedad mental sea menos grave‒ y por ser más visual, las innovaciones han tenido mayor capacidad de traslado a la clínica. En nuestro caso ha sido más difícil. Además, hay más pacientes afectados y los costes siempre dan un poco de miedo, y esto es una dificultad. Es una barrera, en la medida en que los tratamientos tienen que demostrar que son eficaces. Si no lo son, se podían cuestionar y no ser financiados. En tanto que son eficaces, merece la pena, porque los costes indirectos de la enfermedad mental son muy superiores a los costes del tratamiento.

El 88 por ciento del cuidado en patologías mentales lo prestan no profesionales, ¿se investiga, se analiza si esta forma de cuidado es la más correcta en eficacia, en adhesión al tratamiento, etc.?

Sí, se hacen avances, se ha trabajado mucho en el cuidado del cuidador, porque es cierto que una parte del soporte siempre recae en las familias, no solo en la enfermedad mental, sino también en las patologías neurodegenerativas, como el alzhéimer. Realmente sabemos mucho sobre la necesidad de cuidar al cuidador y creo que los servicios sociales están ahí para ver cuáles son las herramientas más eficaces que tiene la sociedad para dar soporte a la enfermedad mental y a las enfermedades neurodegenerativas. Una de las soluciones que se plantea es que haya más centros de día y menos tratamientos residenciales, que son más costosos y tal vez no tan cercanos.

¿Es necesario investigar más sobre la importancia de las adicciones o la innovación es implementar más acciones contra ellas?

Creo que hay varios aspectos. No podemos centrarnos solo en el tratamiento de las adicciones, que también, porque hay que conocer cómo influyen las adicciones en los tratamientos que generan grandes resistencias con los productos farmacológicos y de otro tipo. Además, al mismo tiempo hay que trabajar mucho fuera del sistema sanitario. Que haya más o menos drogas no depende solo de que las personas quieran consumir, sino también de la oferta que haya, de la lucha legal y social contra ellas, de la educación sanitaria… Si no trabajamos con la policía y con los políticos que diseñan las estrategias contra las drogas no podremos avanzar. Si van saliendo drogas nuevas y hay un consumo social y están bien vistas, por mucho que nos pasemos el día trabajando e intentando sanar y tratar estos problemas tendremos detrás personas muy poderosas con grandes ganancias que van a hacer lo imposible para que esto no desparezca.

El 50 por ciento de los menores de 14 y hasta el 75 por ciento de los menores de 18 han sufrido algún episodio de trastorno mental. La ansiedad la padecen el doble las mujeres que los hombres. ¿En los ensayos clínicos de investigación e innovación se tienen en cuenta estos sesgos?

Cada vez más. Nosotros tenemos varias investigaciones sobre la importancia del nivel social de privación y la exclusión social en la Salud Mental, factores que, por diversas razones, duplican el riesgo. Hay muchísimo por hacer y me voy a centrar en el género, porque no hay mejor Medicina personalizada que la basada en el género. Es muy fácil hacer análisis por separado en grupos de hombres y mujeres. Hasta hace poco no se hacía, pero ahora es casi obligatorio. Para que te den un proyecto de investigación, uno de los requisitos es hacer investigación sobre este aspecto. Y eso es un gran avance para conseguir resultados mejores y más específicos.

Entre los factores de riesgo los hay genéticos, ambientales, familiares y laborales. ¿Qué se plantea para que las condiciones de trabajo no incidan en tan alto grado en estas patologías?

Tenemos que trabajar con otros estamentos, uno de ellos son las empresas. Hay que trabajar con ellas. He hecho alguna intervención en la Torre de Iberdrola con empresas y algunas hacen un esfuerzo por mejorar la Salud Mental de los trabajadores. Estoy segura de que vendrán otras detrás. Hay que salir de nuestro lugar, de los hospitales, de los centros de salud y conectar con otras personas y entidades. O, al menos, que algunos de nosotros lo podamos hacer para luego impulsar medidas preventivas que desarrollen la salud de la población.

Cada área de salud tiene su campo, pero la Salud Mental es holística. ¿Es causa o consecuencia de otras patologías? ¿O más bien un círculo vicioso que requiere mayor investigación sobre esta mutua relación?

Efectivamente, tenemos datos contundentes y cualquier trabajo de alto impacto así lo demuestra. Por ejemplo, uno publicado este verano en la revisa The Lancet sobre la demencia, decía que tener depresión duplica el riesgo de demencia. Esta relación es entre dos enfermedades del cerebro, pero si vamos a la conexión que hay entre el cerebro y los pacientes con un infarto agudo de miocardio y tienen un cuadro depresivo, sabemos que van a tener el doble de mortalidad que quien no lo tiene. Todo esto es fundamental, porque como decías, la relación es bidireccional. Por una parte, cuando tienes un infarto y tienes una depresión tienes peor pronóstico, pero, por otro lado, cuando tienes depresión tienes más riesgo de tener una enfermedad cardiovascular. Sin embargo, las personas que tienen enfermedad mental, por lo general, están peor atendidas por los servicios básicos de salud, porque los síntomas los atribuyen a la enfermedad mental. No siempre, pero en muchas ocasiones no se les asiste con la suficiente seguridad. Sus síntomas, que a veces son parecidos en algunas expresiones de la ansiedad con el dolor que se siente en una angina de pecho, no se estudian con suficientes garantías. Aunque creo que vamos avanzando, aún nos queda un largo trecho por recorrer.

Hablando del futuro, ¿hacia dónde va la investigación en Salud Mental y qué novedades nos deparará en los próximos años?

La verdad es que hay tanta investigación que podríamos hablar de cosas muy distintas. Quizás lo más importante es la detección precoz de las enfermedades, incluso la valoración de los estados de alto riesgo que pueden cambiar hasta los diagnósticos, porque los estados de alto riesgo como diagnóstico en sí mismos no existen, pero es posible que en el futuro sí existan, porque la detección precoz es fundamental para el pronóstico. Y luego, por supuesto, tenemos nuevos tratamientos farmacológicos y no farmacológicos y nuevas psicoterapias, y pienso que estas van a ser cada vez más breves, probablemente con un componente digital, para poder hacerlo desde casa, en el momento que vaya mejor. Y más holísticas, a lo mejor no tan focalizadas en “yo tengo un trastorno compulsivo” o “tengo una depresión” o un “trastorno de ansiedad”, sino que una parte por lo menos de esa psicoterapia podrá ser común a todas las enfermedades y tendrá más que ver con el bienestar y con aspectos positivos, más con reforzar las herramientas que la persona ya tiene o con las que vaya adquiriendo.

Ya no existe el investigador “lobo solitario”. ¿Cómo es el trabajo de investigación?, ¿hay colaboración a nivel nacional e internacional?

Ese es uno de los objetivos del CIBER, Centro de Investigación Biomédica en Red, que tiene diferentes áreas, como por ejemplo el área cardiovascular o el área de enfermedades raras. Uno de nuestros objetivos principales son las relaciones internacionales, porque creemos que tenemos nivel suficiente para investigar con personas de otros países y que somos más fuertes si trabajamos unidos. Y, por otro lado, es fundamental la colaboración con otras áreas del conocimiento, ya que es cierto que las enfermedades no vienen solas; cuando tienes una enfermedad de un tipo es más fácil que puedas adquirir una enfermedad de otro tipo. Y, por tanto, puede haber mecanismos comunes con fármacos que sirven para una enfermedad y que quizás sirvan también para otra, de modo que, si compartimos todo este conocimiento de forma interdisciplinar, seremos todos más fuertes y más sanos.

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