El COVID persistente necesita una mirada multidisciplinar para su atención y el abordaje debe aún batallar contra la estigmatización y banalización de la enfermedad que sufren los pacientes. Así lo pusieron de manifiesto expertos de distintos ámbitos en la mesa dedicada a analizar los avances y las novedades en torno a esta patología, que acogió el congreso de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) celebrado en Granada.
Lourdes Mateu, internista especializada en patología infecciosa y miembro de la Unidad Long COVID del Hospital Germáns Trias i Pujol, de Barcelona, cree que “el principal problema es que no se está haciendo una correcta asistencia a los pacientes con COVID persistente”. En su intervención, repasó las dificultades existentes en los modelos asistenciales que han ido surgiendo. En primer lugar, citó la estigmatización, ya que “la mayor parte de los pacientes son mujeres de entre 40 y 50 años a las que se les cuestiona”. “En España aún estamos divagando si el COVID persistente existe o no. Debemos dejar atrás este discurso de que no es una enfermedad real”. En segundo lugar, aludió a la heterogeneidad. “Los pacientes no se comportan igual. Hay numerosos síntomas y es muy importante identificar a estos pacientes y tratarlos en grupos multidisciplinares”.
Además, señaló que otro problema sería la dificultad de ejecución de las recomendaciones, ya que “existen muchas guías y protocolos sobre el tema, entre ellas, la de la SEMG, pero estas guías deben llevarse a las consultas y reforzarse con formación entre nuestros profesionales, deben estar adecuadas a nuestro lugar de trabajo y ser sencillas para poderse implementar”, explicó. El último de los retos reside en la equidad: “hablamos de que puede haber más de un millón de personas con COVID persistente en España y apenas hay un par de unidades superespecializadas”. Por último, hizo hincapié en la necesidad de “escuchar a los pacientes para ver qué es lo que necesitan” y apuntó a la importancia de poder desarrollar registros y mejorar la rehabilitación de estos pacientes.
José Ramón Blanco Ramos, especialista en Enfermedades Infecciosas del Hospital San Pedro, en La Rioja, explicó que la citada heterogeneidad imprime gran dificultad al abordaje de una patología en la que hay más de 200 síntomas. Según expuso, eso ha llevado a utilizar tecnología de machine learning para analizar datos de pacientes y agrupar en tres grandes grupos: los cardiacos y renales; pulmonar y patología del sueño y el neurológico con los problemas de fuerza muscular. El experto sacó a colación datos de un estudio del pasado mes de mayo que intenta establecer un score para el diagnóstico. En su opinión, “pese a ello, esto no es suficiente y probablemente necesitemos que estas herramientas vengan acompañadas de un biomarcador”. Los estudios de cohortes han ido explicando la fisiopatología y aclarando que es un síndrome multisistémico y multiorgánico donde “el reservorio del virus siempre está presente”. “Probablemente nos enfrentemos a diferentes formas de manifestarse una misma enfermedad dependiendo de la susceptibilidad de cada paciente”, resumió.
Perspectiva del paciente
Esther Rodríguez es psiquiatra infanto-juvenil y paciente perteneciente a Long COVID ACTS, una plataforma de la alianza de asociaciones y colectivos autonómicos de pacientes. En su ponencia subrayó varios retos por cubrir, como la necesidad de invertir en investigación para el desarrollo de ensayos clínicos y lograr tratamientos, ya que hasta ahora solo son sintomáticos, y de estudiar mejor los efectos de las vacunas en las personas afectadas, que hasta ahora no están claros. Asimismo, abogó por una asistencia integral del paciente, basada en la toma de decisiones compartidas.
Por su parte, María Ángeles Atienza Maldonado, psicóloga y directora de Cognitiva Granada, analizó el control de síntomas neurocognitivos aportando algunas claves de la rehabilitación cognitiva. “Realizamos un abordaje integral desde los tres pilares que consideramos importantes: el área cognitiva, el área emocional y la familia”, explicó. La experta desgranó algunas de las manifestaciones habituales en pacientes con COVID persistente como la niebla mental, donde presentan confusión, lentitud de procesamiento, dificultad de concentración, dificultad de procesos de recuperación de información y déficits ejecutivos o desorientación. Y mencionó otras secuelas emocionales relacionadas con la depresión, la ansiedad, la frustración, la apatía, el miedo y la incertidumbre e incluso las ideas de suicidio. En su experiencia, “con la rehabilitación cognitiva trabajamos sobre las capacidades alteradas, con el objetivo de recuperar la actividad cognitiva previa a la infección”.
Investigación colaborativa
Por último, Paula Sánchez, coordinadora del grupo de Long COVID de la SEMG y coordinadora técnica de la Red Española de Investigación en COVID persistente (REICOP), explicó el funcionamiento de las redes colaborativas con equipos de trabajo conformados por profesionales provenientes de diferentes disciplinas complementarias que se unen para lograr un objetivo común. “Las ventajas residen en un mayor rendimiento de competencias individuales y del equipo, el diseño de estrategias sólidas, mayor capacidad resolutiva, una perspectiva integral y el aumento de la creatividad y la capacidad de innovación”, afirmó. Asimismo, repasó el funcionamiento de otras iniciativas internacionales como el Patient-Led Research Collaborative, con investigación participativa dirigida por pacientes; o el proyecto RECOVER, que ha recibido 1.150 millones dólares del National Institute for Health de Estadios Unidos. Por último, mencionó el programa de investigación integral sobre los mecanismos del COVID persistente, centrado en el reservorio viral, PolyBio, del Long Covid Reserach Consortium (LCRC).
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