La calidad de vida y la funcionalidad son dos conceptos fundamentales para evaluar tanto la gravedad del cuadro depresivo como su adecuada respuesta al tratamiento.
El impacto del cuadro depresivo en la funcionalidad de la persona orientará la gravedad del cuadro, pudiendo presentar, por ejemplo, cuadros más leves que tienen impacto en la realización de actividades lúdicas o sociales y otros más graves que confieren dificultad para el autocuidado, gobierno de sus bienes o movilidad.
Respecto a la calidad de vida, se trata de una valoración subjetiva del propio paciente sobre su bienestar físico, emocional y social, lo cual es una herramienta muy útil para valorar la respuesta al tratamiento antidepresivo.
Según la OMS, la calidad de vida es “aquella percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus expectativas, sus normas, sus inquietudes. Se trata de un concepto muy amplio que está influido de modo complejo por la salud física, el estado psicológico, el nivel de independencia, las relaciones sociales y la relación con los elementos esenciales del entorno del individuo”.
Teniendo en cuenta que el paciente depresivo suele tener una visión negativa de sí mismo, del mundo que le rodea y del futuro, el paciente con depresión tendrá una percepción negativa de su lugar en la existencia y, por tanto, una calidad de vida negativa.
Escalas de valoración
Cada vez es más importante la valoración de este marcador de respuesta al tratamiento y no solo categorías recogidas en escalas clásicas como la Hamilton o la MADRS. En el estudio STARD, que basaba la respuesta en la mejoría en estas escalas, pasaban por alto la calidad de vida, objetivándose que los pacientes que remitían con el tratamiento antidepresivo, en un 30% permanecía deteriorada su calidad de vida.
Es imprescindible conocer al paciente con una mínima profundidad y extensión para poder prestar una ayuda adecuada, pues el concepto de funcionalidad debe de estar permanentemente presente en la evaluación de cada paciente.
Para conocerlos, en la práctica diaria se basan en la entrevista con el paciente y con los familiares para discernir el grado de afectación de los síntomas depresivos, si estos síntomas están presentes durante todo el día e interfieren en su vida cotidiana.
Estos conceptos están muy arraigados en las bases del bienestar mental, que no siempre van en paralelo con la capacidad económica, social o incluso de salud de cada uno. En Psiquiatría, es un objetivo prioritario conseguir la satisfacción del paciente acercándose al máximo de estos dos conceptos.
Tanto la funcionalidad como la calidad de vida se tienen en cuenta y son un indicador de la evolución de la enfermedad.
Objetivos terapéuticos
En la actualidad, dentro de los objetivos terapéuticos del tratamiento antidepresivo, se persigue que el paciente recupere la funcionalidad, de modo que pueda desempeñar las tareas de su día a día como lo hacía antes de la enfermedad.
Esto incluye el recuperar la vida social, tomar decisiones con normalidad, afrontar los problemas cotidianos y disfrutar de las actividades como lo hacía antes de padecer los síntomas. Existen dudas a la hora de valorar la reincorporación del paciente a su ocupación laboral habitual. Cuando un paciente laboralmente activo padece un trastorno depresivo que le impide llevar a cabo su trabajo, se puede decir que la eficacia y efectividad del tratamiento pautado es la idónea cuando el paciente se ha reincorporado a su actividad laboral habitual.
A la hora de instaurar un tratamiento, es fundamental que uno de los objetivos sea mejorar la calidad de vida de vida de los pacientes. No solo se debe buscar la remisión sintomática sino la mejoría en su funcionalidad.
Por otro lado, se deben tener en cuenta que los posibles efectos secundarios que aparezcan pueden mermar su funcionamiento, por lo que hay que incidir para minimizar esos efectos no deseados.
Así, tanto la funcionalidad como la calidad de vida son dos dianas fundamentales cuando se maneja a un paciente con depresión. No solo se deben abordar los síntomas, sino tener una perspectiva más global, conocer al paciente, su situación previa y actual, intentando que la mejoría vaya en el camino de recuperar todo aquello que ha perdido en el proceso de su enfermedad.
Participación del paciente
Para ello, es muy importante contar con la participación del paciente, a quien se debe involucrar en su tratamiento como agente activo de cambio, consensuando con él cada paso en su tratamiento.
Un elemento fundamental en la mejora de la calidad de vida de los pacientes con depresión es la información. Se debe informar sobre la enfermedad, sobre las posibilidades terapéuticas, sobre los efectos esperables de la medicación y sobre los potenciales efectos secundarios. Hay que hacerlo de forma veraz y sin crear falsas expectativas. Eso fortalecerá la relación terapéutica y cimentará las bases de un trabajo colaborativo con el objetivo de la recuperación de la visión positiva y de bienestar de su propia vida.
Relación médico-paciente
Con una entrevista clínica cuidadosa se puede mostrar interés por el paciente en su globalidad, conocer cuáles son las preocupaciones del paciente y sus prioridades en cuanto a la evolución sintomática.
Con el fin de conocer la calidad de vida del paciente, es interesante saber cuáles son sus expectativas y con qué patrones se compara. Una vez establecido un tratamiento farmacológico, un componente para tener en cuenta al valorar la calidad de vida del paciente es preguntarle sobre los efectos que subjetivamente considera positivos y los que considera negativos.
Un paciente no está recuperado hasta que vuelve a ser el mismo que era antes de la enfermedad.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Psiquiatría Jesús E. Mesones Peral, del Hospital Universitario de Torrevieja; Pablo Pelayo Reventún, de la Unidad Salud Mental Adultos Plaza América, Alicante; Virginia Gajardo Galán, del Equipo de Salud Mental de Mérida; Clara Caballero de las Olivas Díaz, del Hospital Universitario Puerto Real, Cádiz; Daniel Giner Jiménez, de la Unidad de Salud Mental Emili Darder, Palma de Mallorca, y Jacobo Torrón Vázquez-Noguerol, del Hospital El Pinar, en Vigo, Pontevedra.cuadro depresivo
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