La pandemia ha agudizado todas las patologías, pero no solo las físicas, como era previsible, sino muy destacadamente las psíquicas y neurológicas, entre ellas, y de manera muy acusada, la depresión en todas sus vertientes y con todas sus pérfidas secuelas.
Y es que todos índices de los últimos dieciocho meses nos reportan una información dramática: los trastornos depresivos alcanzan ya al 20% de la población española, aunque los especialistas consideran que el aumento de los casos se irá estabilizando en los próximos años.
Estas fueron algunas de las conclusiones de los expertos participantes en el Seminario, organizado en Sitges por la compañía Lundbeck, bajo el título “Covid-19 & Depresión, la tormenta perfecta”.
“Desde la aparición de la Covid-19, la incidencia de la depresión en España ha pasado del 7% al 20%. Una de cada cinco consultas médicas. Además, son prevalentes en los pacientes con Covid persistente, estando entre el tercer y cuarto grupo sintomático de este colectivo”, apuntó el doctor Lorenzo Armenteros, miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos Generales (SEMG)
Estas cifras, según consideró, se irán estabilizando, “pero va a ser un proceso lento, costoso y que nos va a exigir mucho esfuerzo”. Además, remarcó, “tenemos un problema añadido: una atención primaria y hospitalaria cansada y debilitada para afrontar un reto como este”.
El papel de la AP
“Los pacientes llegan a la consulta enfadados y pasan de la ira al llanto en pocos minutos; las consecuencias de la pandemia se están pagando en patología emocional. Los grupos más frágiles han sido los adolescentes y las personas mayores; también las mujeres han resultado más vulnerables que los hombres”, explicó Armenteros, médico de familia del centro de salud Islas Canarias de Lugo.
Este especialista puso en valor el papel jugado por la AP, “aunque estemos desprestigiados hemos sido la retaguardia de la retención para que los pacientes de coronavirus no ingresaran en los hospitales. Aunque nos eliminen de la lista de héroes, hemos tratado a la mayoría de los pacientes covid”, añadió.
Porque de los cinco millones de personas contagiadas por el SARS-Cov-2, solo 500.000 ingresaron en los centros hospitalarios, “el resto fueron tratados y acompañados por los médicos de AP que incluso les dábamos nuestros móviles privados”, reconoció Armenteros.
Este experto puso el acento en la importancia de la prevención y del diagnóstico precoz de las depresiones y su principal complicación, el suicidio. Consideró fundamental el tratamiento multidisciplinar, con médicos de familia y psicólogos clínicos.
“El psicólogo debe de integrarse en los equipos de AP, no puede ser un anexo del hospital; tiene que ser un elemento sanitario que forme parte del equipo, para que nosotros con su opinión podamos derivar los trastornos subsidiarios para ser tratados”, remarcó.
Suicidio entre los jóvenes
Los expertos se congratularon de que las patologías mentales estén, por fin, en la agenda política y social. En este sentido, Rosa Molina, psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y presidenta de la Sección de Neurociencia Clínica de la Asociación Española de Neuropsiquiatría apuntó “que la población cada día está más concienciada y está abandonando el miedo a pedir ayuda”.
Su impresión, según dijo, es que empiezan a llegar casos mas leves que antes no siempre llegaban a las consultas. “Esto es muy positivo, porque podemos abordar los casos depresivos en estadios iniciales y el abordaje de la dolencia será mejor”.
Esta experta alertó del incremento de los intentos de suicidio entre los más jóvenes. “Es escalofriante que el suicidio pueda pasar a ser la primera causa de muerte de este grupo poblacional”.
El jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Clinic de Barcelona, Eduard Vieta puntualizó que “no es lo mismo tener síntomas depresivos que una depresión, y lo mismo se aplica a la ansiedad. Muchas personas han percibido malestar emocional, nerviosismo, y dificultades para conciliar el sueño durante el confinamiento y, más allá, pero solo una proporción mucho más pequeña de ellos han desarrollado un trastorno depresivo o ansioso que ha necesitado tratamiento”. Y es que el 33% de los pacientes ingresados por covid-19 presentaban depresión.
Más profesionales
Sin embargo, subrayó Vieta, el hecho de que tanta gente haya mostrado sufrimiento emocional ha sido, y es un caldo de cultivo para que aumenten estos trastornos, justo en un momento en que el sistema de salud está todavía tensionado por la atención a la pandemia. “Eso nos va a obligar a fortalecer el sistema de salud con más profesionales de la psiquiatría, psicología clínica, enfermería de salud mental y trabajo social”, explicó.
En plena coincidencia con el resto de los intervinientes en el Seminario organizado por Lundbeck, el experto catalán se refirió a la necesidad de formar profesionales, recuperar a los que se fueron, reforzar la conexión entre salud comunitaria y atención primaria. “Además, es preciso desestigmatizar los trastornos mentales eliminando barreras a su integración social”.
Para ello, añadió, hay que invertir en prevención, investigación e innovación, incluyendo tecnologías digitales y nuevos fármacos, facilitando su incorporación al sistema nacional de salud y, por último, “comprender que no hay una salud sin salud mental”.
Divulgación científica
La doctora e influciencer, Rosa Molina, reconoció que muchos profesionales se habían animado durante la pandemia a hacer divulgación por las redes sociales, “un nuevo canal” que, sin duda, nos permite llegar a mucha más gente, de manera más amplificada y, además, a los jóvenes con un formato más visual, divertido y amigable”.
En su opinión, el uso del humor permite llegar mucho más, con mensajes que resultan menos pesados, moralizantes y que ayudan a desestigmatizar. Las redes nos ofrecen la oportunidad óptima para el contacto directo con el otro, el intercambio, lo visual, lo auditivo; están mostrando un enorme potencial para combatir las enfermedades mentales”.
Ejemplo de ello, recordó, son las campañas de conocidos influencers en las redes que han hablado de su asistencia al psicólogo y psiquiatra de una manera abierta. “Esto ayuda a normalizar y evitar la estigmatización”, sentenció. Molina.
Literatura aliada contra la depresión
La escritora Almudena Sánchez, autora de la obra “Fármaco”, donde relata su dura batalla contra la depresión ofreció su testimonio de forma descarnada. “Hay muchos bulos sobre la depresión; es incierto que sea una enfermedad que no se cure, pero tampoco es un cuento o una tontería”, dijo
“La depresión es una enfermedad muy grave y hay que pedir ayuda para salir del pozo negro en el que te sumerge esta patología que en mi caso casi me lleva a la muerte. Gracias a los psiquiatras y a los antidepresivos estoy curada, aunque el camino fue duro, porque es una enfermedad horrible”, reconoció emocionada.
En su libro “Fármaco” ofrece un testimonio sin tabúes. “Es la enfermedad más grande, invisible, inesperada, destructiva, egoísta, insana paranoica, desaliñada, mugrienta y tendenciosa que he conocido”, apuntó la escritora.
La obra surgió de una necesidad personal. “Sufrí una agonía terrible en el cuerpo, i que era difícil de expresar con palabras, más que un libro ha sido una catarsis. La idea del suicidio no se le quitaba de la cabeza; vivía en una realidad inexistente y cada mañana ideaba en su mente las formas de acabar con su vida».
Por eso, añade «si la publicación del libro ayuda a las personas que están padeciendo depresión, todo el trabajo que ha costado escribir el libro habrá valido la pena”, reconoció sonriente, ya curada de la grave enfermedad que es la depresión.
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