La lucha contra la osteoporosis tiene dos fases fundamentales: por un lado, el diagnóstico, que debería ser lo más pronto posible, y por otro, combatir el problema día a día y que la persona afectada tenga la mayor calidad de vida posible. Esta última función recae en el personal de Enfermería, que es el encargado de convivir de una manera más estrecha con estos pacientes para comprobar su estado, conocer su entorno social, verificar que toma su medicación… y hacerles ver que la osteoporosis hay que tomársela muy en serio porque es un problema más grave de lo que muchos creen.
“La verdad es que hacemos un papel muy importante”, señala Laura Cano García, enfermera coordinadora de la Unidad de Gestión Clínica de Reumatología del Hospital Regional Universitario de Málaga, para quien lo más importante es que tienen que trabajar “con pacientes frágiles que ya han sufrido fracturas en muchos casos y a los que hay que modificar muchos hábitos de vida”. Y a esto hay que unirle el abordaje farmacológico, que es clave en “una patología con mala adherencia”.
¿Y a qué responde que cueste tanto que se cumpla con la medicación? “Hay pluripatológicos a los que les cuesta, y también hay mujeres jóvenes postmenopáusicas, tenemos pacientes de 50 años y con una vida muy activa, que le quitan importancia al problema porque a lo mejor no han sufrido una fractura”. “No ven la necesidad de tratarse de algo que no les ha causado daño”. apostilla, y conseguir esta adherencia terapéutica “es uno de los caballos de batalla más importantes”.
El error de creer que es inevitable
El hecho de que estemos ante una enfermedad silenciosa hace que muchos minimicen el problema hasta que se produce una fractura. A esto se une que “socialmente se ha asumido que la osteoporosis es un problema inevitable cuando se cumple edad”, algo bastante frecuente entre las mujeres. “Lo traen muy asumido y esto es un error, porque tenemos herramientas terapéuticas y de abordaje de la enfermedad para combatirla incluso aunque lleguemos tarde al paciente, esta mentalidad hay que evitarla y corregirla”, una tarea que también recae en buena parte en el personal de Enfermería.
Por ello, subraya Cano García, sería necesaria una mejor educación en salud de la ciudadanía, y es que “hay muchos bulos y muchas leyendas urbanas con las enfermedades reumatológicas”. Y también haría falta mayor concienciación social con la osteoporosis, “un problema grave al que no se le da la importancia que tiene”.
Esta es una de las batallas diarias de Enfermería, que es la encargada del seguimiento diario del paciente, lo que supone supervisar “qué come, si tiene déficit de calcio, si está tomando los complementos que le han mandado…”. Otra labor clave es “detectar pacientes que se han caído muchas veces para analizar qué está pasando y ver si se les puede atender desde Atención Primaria o tienen que ir a un especialista”.
En la práctica, el personal de Enfermería viene a jugar el papel de ángel de la guarda de estos pacientes. “Es un trabajo bonito por la complejidad que tiene, sobre todo en el ámbito del paciente anciano”, donde son muy frecuentes los casos de secuelas por una fractura de cadera o por fracturas vertebrales. “Hacemos el seguimiento de los controles analíticos, comprobamos cómo les sienta el fármaco y si están siendo adherentes”, un seguimiento que en la medida de lo posible se hace por teléfono para minimizar los desplazamientos.
Tratamiento a la carta
“La osteoporosis es una caja de Pandora”, incide Cano García, que subraya la importancia del “tratamiento a la carta, individualizado”. En este sentido, es vital también la conexión con la enfermera gestora de casos “cuando vemos que tras una caída hay un componente social: está solo, con pocos recursos económicos, tiene movilidad reducida, no come bien…”, de ahí la importancia de unas visitas domiciliarias que se hacen desde el entorno de Atención Primaria con el apoyo de Asuntos Sociales cuando es necesario.
Otra tarea primordial es la “reeducación” de los pacientes y sus familias. “Cuando se detecta un caso de osteoporosis hay que hacer todo lo posible para que no se produzca una fractura”, y para ello es vital “la educación y concienciación del paciente”: tiene que cambiar de hábitos y ser consciente de la importancia de la enfermedad que padece.
Más que un cambio de hábitos, es necesario “un cambio de vida, y no son pacientes fáciles de convencer”, reconoce Cano García. “El que tiene una fractura viene pasándolo mal y es más receptivo que el que no ha tenido nada”, a lo que se une la complicación de trabajar con personas mayores con dificultades. “Hay que hacerles ver que la realidad es severa, pero cuesta, y es más difícil conforme tienen más edad”.
“Tenemos que usar argumentos de peso, no vale decir que no está comiendo bien, sino que hay que explicarle qué está haciendo mal y a lo que lleva, que aparezca un problema es cuestión de tiempo”, remarca. Y en muchos casos hay que conseguir esto en poco tiempo, “porque una fractura vertebral supone un dolor crónico y puede generar dependencia, o incluso aumentan las posibilidades de un anciano de morir en menos de un año cuando sufre una fractura de cadera”, de ahí la importancia de este trabajo.
Asimismo, incide en el trabajo que se hace desde Atención Primaria para la detección precoz, una labor “imprescindible y vital”. Aunque no menos fundamental es el propio trabajo de Enfermería, que es “poco conocido pero muy importante porque funciona como canal de comunicación”, un “papel de enlace” entre pacientes y médicos que le hace las cosas más fáciles a las dos partes.
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