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viernes, 16 de octubre de 2020

Cambiar regularmente de zona horaria favorece el crecimiento de tumores

El ‘jet lag crónico’, o cambiar regularmente de zona horaria, altera el microambiente que rodea a las células tumorales, haciéndolo más favorable para el crecimiento del tumor, y también obstaculiza las defensas inmunológicas naturales del cuerpo, según un estudio impulsado por la profesora del Instituto de Investigación Biomédica Fralin del Virginia Tech Centre (Estados Unidos), Carla Finkielstein, y el profesor de la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina), Diego Golombek.

Hasta ahora, estos cambios horarios se habían relacionado con el riesgo de padecer cáncer, pero se desconocía cómo estas alteraciones circadianas impactaban en la capacidad del cuerpo para frenar el crecimiento del cáncer a escala molecular.

“Una conclusión clave de este estudio es que si alguien tiene un trastorno proliferativo, en este caso el melanoma, el trabajo con cambio de turnos frecuente o el cambio usual de zona horaria podría exacerbar el problema, al amortiguar la respuesta del sistema inmunológico al crecimiento del tumor”, ha expresado Finkielstein, quien también es profesor asociado de biología en la Facultad de Ciencias de Virginia Tech y director del Laboratorio de Diagnóstico Molecular del Instituto de Investigación Biomédica Fralin. “Esta investigación también ayuda a explicar por qué algunos tumores ganan la carrera cuando una persona está expuesta a las condiciones de estrés crónico que ocurren cuando el ambiente y los relojes del cuerpo están desajustados”, ha añadido.

Cada célula del cuerpo tiene su propio conjunto de relojes moleculares, esto es, una serie de genes, proteínas y químicos de señalización que marcan el ritmo de crecimiento, división y decadencia de las células. En las células cancerígenas, estos relojes suelen estar alterados, lo que permite que el tumor marque su propio ritmo de proliferación rápida y sin control.

El ‘cronometrador maestro’ del cuerpo se encuentra en el cerebro, donde es atravesado por la luz, y este envía señales para sincronizar los relojes periféricos situados en todo el cuerpo. Cuando la percepción del día y la noche se vuelve confusa debido a los intervalos irregulares de luz y oscuridad, estos relojes internos y el entorno están desalineados, lo que, como muestra este estudio, puede tener consecuencias sutiles pero significativas a nivel celular.

Los efectos del ‘jet lag’ en el melanoma

Concretamente, los investigadores querían saber cómo el ‘jet lag’ crónico impacta en el microambiente que rodea a las células cancerosas y, para comprobarlo, examinaron dos grupos de ratones a los que se les inyectó células de melanoma. El primer grupo fue expuesto a un horario circadiano normal, es decir, 12 horas de luz y 12 horas de oscuridad. La exposición del segundo grupo a la luz y a la oscuridad se desplazó seis horas cada dos días, lo que equivale a recorrer 21 zonas horarias por semana.

Así, un mes más tarde, los científicos observaron que los tumores en el grupo con desfase horario eran aproximadamente tres veces el tamaño del grupo de control.

También examinaron muestras del microambiente que rodea al tumor, el bazo, que produce células inmunes, y el hígado. Los investigadores encontraron contrastes peculiares en la forma en que el sistema inmunológico respondió al tumor. Por ejemplo, se invirtieron los niveles de diferentes tipos de células inmunes para ser más propensos a aceptar el crecimiento del tumor en el grupo con desfase horario.

Del mismo modo, se alteraron los ritmos de otras células y moléculas inmunitarias, incluidas las citoquinas. Aunque los tumores no se propagaron a su órgano vecino, el hígado o el bazo, los científicos observaron que las variaciones circadianas del sistema inmunológico en ambos órganos estaban desreguladas.

“Combinamos dos enfoques diferentes de la investigación cronobiológica para estudiar los efectos de la desincronización circadiana tanto en el crecimiento de los tumores como en los ritmos inmunológicos, y encontramos un vínculo”, ha expresado Golombek.

“Se necesitan ritmos óptimos en las células inmunes y factores inmunohumorales para sofocar el rápido crecimiento del tumor. Cuando los ritmos circadianos se interrumpen crónicamente, estos ritmos se deterioran, se invierten o desaparecen por completo, lo que podría ayudar a explicar por qué los tumores eran significativamente más grandes en el grupo desincronizado”, ha argumentado el investigador.

En este sentido, Finkielstein y Golombek planean continuar estudiando cómo se relacionan los genes inmunes y los genes del ciclo celular en el contexto del cáncer.

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