Para que el crecimiento, el desarrollo y la salud sean óptimos,
hay que alimentar a los lactantes exclusivamente con leche materna
durante los seis primeros meses de vida.
Por «lactancia materna
exclusiva» se entiende no proporcionar al lactante ningún alimento ni
bebida (ni siquiera agua) que no sea la leche materna. Se puede, no
obstante, darle gotas o jarabes (vitaminas, minerales y medicamentos).
La leche materna es el alimento idóneo para el crecimiento y el
desarrollo sano del bebé; además, la lactancia materna forma parte del
proceso reproductivo, y tiene importantes repercusiones para la salud de
las madres.
La OMS recomienda que a los seis meses (180 días) se empiece a
dar a los lactantes alimentos complementarios, además de leche materna:
2-3 veces al día entre los 6 y 8 meses de edad, y 3 veces al día más
un refrigerio nutritivo de los 9 a los 11 meses. Entre los 12 y los 24
meses, deben dárseles tres comidas y pueden ofrecérsele otros dos
refrigerios nutritivos, si lo desean. Los alimentos deben ser adecuados,
es decir, que proporcionen suficiente energía, proteínas y
micronutrientes para cubrir las necesidades nutricionales del niño en
crecimiento. Los alimentos deben prepararse y administrarse de forma higiénica
para evitar al máximo el riesgo de contaminación. Alimentar a un niño
pequeño requiere una atención activa y estimulación para animarlo a
comer.
La transición desde la lactancia materna exclusiva hasta el
consumo de los alimentos de la familia es un periodo delicado. Es la
época en la que muchos niños pequeños comienzan a padecer problemas de
nutrición, lo que contribuye sobremanera a la elevada prevalencia de la
malnutrición entre los niños menores de cinco años en todo el mundo. Es
fundamental, pues, que los niños pequeños reciban alimentos
complementarios apropiados, suficientes y seguros para que el paso de la
lactancia a la alimentación familiar se produzca sin problemas.
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