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miércoles, 12 de julio de 2023

Riesgo genético de obesidad

Los genes de riesgo de obesidad hacen que las personas sientan más hambre y pierdan el control sobre su alimentación, pero practicar la restricción dietética podría contrarrestarlo. Sin embargo, un nuevo estudio ha descubierto que las personas con mayor riesgo genético de obesidad pueden reducir hasta la mitad estos efectos mediante la restricción calórica.

Los genes relacionados con la obesidad aumentan el IMC, y hasta una cuarta parte de este efecto se explica por el aumento del hambre y la alimentación incontrolada (incluida la emocional). La ciencia ha identificado hasta ahora más de 900 genes asociados al IMC, y varios estudios sugieren que estos genes de riesgo influyen en la sensación de hambre y la pérdida de control hacia la comida.

En este estudio, realizado por la Universidad de Exeter, el Centro de Investigación Clínica de Exeter y la Universidad de Bristol y publicado en la revista científica ‘International Journal of Epidemiology’, se examinó a 3.780 adultos de entre 22 y 92 años de dos cohortes del Reino Unido.

Se les midió el peso y la altura, y proporcionaron una muestra de ADN a través de la sangre para calcular una puntuación global de su riesgo genético de obesidad. A continuación, rellenaron cuestionarios para medir 13 comportamientos alimentarios diferentes, incluida la desinhibición (tendencia a darse atracones o a comer emocionalmente) y la sobrealimentación debida al hambre.

Como era de esperar, los investigadores descubrieron que una puntuación de riesgo genético más alta se asociaba a un IMC más elevado, en parte debido al aumento de la desinhibición y el hambre.

Sin embargo, los resultados también mostraron que las personas con altos niveles de restricción alimentaria reducían estos efectos casi a la mitad en el caso de la desinhibición y a un tercio en el del hambre, lo que sugiere que la restricción puede contrarrestar algunos de los efectos del riesgo genético.

Tipos de restricción alimentaria

Existen distintos tipos de restricción alimentaria, desde estrategias flexibles (como ser consciente de lo que se come y tomar pequeñas raciones a propósito) hasta estrategias rígidas, como el recuento de calorías. El estudio analizó por primera vez la influencia de ambos tipos de restricción y descubrió que ambos podrían mejorar el IMC en personas con riesgo genético.

Las intervenciones para facilitar la restricción alimentaria podrían incluir el cambio del entorno alimentario (reduciendo el contenido calórico o el tamaño de las porciones de comida) o el apoyo a los individuos, y los miembros del equipo de investigación han desarrollado una aplicación para ayudar a conseguirlo.

La aplicación funciona como un juego que entrena a las personas a dejar de comer repetidamente alimentos con alto contenido calórico, y las investigaciones sugieren que este entrenamiento puede ser especialmente beneficioso para las personas con un IMC más elevado.

«En un momento en que se nos comercializan agresivamente alimentos ricos en calorías, es más importante que nunca comprender cómo influyen los genes en el IMC. Ya sabemos que estos genes influyen en rasgos y comportamientos como el hambre y la alimentación emocional, pero lo que hace diferente a este estudio es que hemos analizado la influencia de dos tipos de restricción dietética (rígida y flexible) en el efecto de estos comportamientos. Lo que descubrimos por primera vez fue que el aumento de ambos tipos de restricción podría mejorar el IMC en personas genéticamente en riesgo, lo que significa que las intervenciones basadas en la restricción podrían ser útiles para atajar el problema», ha explicado Shahina Begum, estudiante de doctorado en Psicología de la Universidad de Exeter, autora principal del estudio.

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