Los trastornos depresivos en niños y adolescentes constituyen una cuestión inquietante para los profesionales de la salud mental. Según datos de la Encuesta Nacional de Salud, la prevalencia del trastorno depresivo mayor (TDM) se estima del 1,8 por ciento en niños de 9 años, del 2,3 por ciento en adolescentes de 13 y 14 años y del 3,4 por ciento en jóvenes de 18 años.
Es fundamental identificar de forma precoz el cuadro clínico, cuyos síntomas incluyen el estado de ánimo deprimido o irritable, la pérdida de interés en actividades previamente cautivadoras para el menor, las dificultades de concentración y motivación, la irritabilidad, el insomnio, los síntomas físicos como dolores de cabeza o de estómago, y, en ciertas ocasiones, pensamientos suicidas.
En relación con los adolescentes, además pueden surgir conductas oposicionistas, mal humor y retraimiento en actividades sociales.
Presentación clínica
No obstante, hay que tener en cuenta que la presentación clínica varía según el nivel de desarrollo del niño. En los niños pequeños (0-6 años), se suele observar un malestar y decaimiento, pérdida o no ganancia de peso, trastornos del sueño y retraso en el neurodesarrollo.
En pre-púberes es más frecuente la irritabilidad, la anhedonia (quejas de aburrimiento), agitación psicomotriz, quejas somáticas (como cefaleas o abdominalgias), síntomas de ansiedad (ansiedad de separación, miedos y fobias) y trastornos de conducta.
En los adolescentes es más probable encontrar ánimo triste e ideas de suicidio, irritabilidad, trastornos de la conducta y conductas de riesgo.
Con frecuencia, los adolescentes deprimidos presentan síntomas depresivos atípicos, como hipersomnia, aumento de apetito, indiferencia y aplanamiento emocional y letargia. Así, cualquier trastorno emocional que se manifieste a través de síntomas en la conducta o en los aprendizajes puede ser debido a una depresión y cualquier cambio de conducta puede ser un signo de dicha enfermedad.
Depresión en el anciano
Los cuadros depresivos en ancianos suelen ser infradiagnosticados por manifestarse con síntomas muy parecidos a patologías neurodegenerativas con marcadas dificultades en área cognitiva y memoria.
La apatía y anhedonia son fáciles de confundir con cuadros de deterioro cognitivo propio de la edad, con síntomas de fallo multiorgánico y con las secuelas de enfermedades crónicas, en especial, con presencia de dolor crónico.
A veces, los síntomas de depresión en anciano son percibidos como conductas propias de llamadas de atención.
La depresión es, junto con la demencia, la enfermedad mental más frecuente en los ancianos. Sin embargo, los ancianos suelen explicar sus síntomas, más que la sensación de tristeza y anhedonia, como falta de energía, apatía, pérdida de iniciativa y de fuerza física.
Es común que la depresión en anciano se correlacione con trastornos de sueño y del apetito. Suele tener una presentación somatoforme y se asocia a disforia, irritabilidad, hipoprosexia, fallos mnésicos.
Es importante destacar la necesidad de tratar la depresión en tercera edad siempre con antidepresivos, sin olvidar el abordaje bio-psico-social, proporcionando estimulación ambiental según tolerancia de cada persona.
Riesgo de suicidio
Los especialistas destacan el alto riesgo de suicidio detectado en los enfermos con depresión senil, estimado en cuatro veces mayor que en individuos deprimidos de menor edad.
La alta prevalencia de enfermedad depresiva en los ancianos con tentativas suicidas, en comparación con otras enfermedades, justifica el compromiso de los profesionales de la salud para detectar la posible presencia de conducta autolítica y proceder al tratamiento y a la vigilancia estrecha a cargo de los familiares del enfermo.
Los factores que se asocian con un alto riesgo suicida son la ausencia de apoyo familiar, mala salud física, alcoholismo asociado, sentimiento de culpa, historia de anteriores intentos suicidas y presencia de anestesia afectiva, es decir, el sentimiento de falta de sentimiento.
También hay que recordar que las enfermedades neurodegenerativas producen clínica depresiva, como en el tercio en los pacientes con enfermedad de Alzheimer, siendo más frecuente en las de origen vascular y subcortical. Además, hay que incluir a las personas con enfermedad de Parkinson. Por eso, los factores de riesgo para depresión deben ser conocidos por los clínicos, porque puede que exista la posibilidad de intervenir sobre ellos para mejorar o prevenir cuadros, que pueden tener un impacto pronóstico importante.
Pauta terapéutica
En general, las consecuencias de una depresión no tratada y su gravedad varían en función del tiempo que ha pasado entre el inicio del episodio depresivo y el inicio de un tratamiento.
El riesgo de recurrencia es mayor en los pacientes que tienen episodios graves, que son más jóvenes o que han tenido múltiples episodios. La persistencia de los síntomas depresivos leves, incluso durante la remisión, es un fuerte predictor de recurrencia.
En los adolescentes, la depresión mayor es un factor de riesgo de fracaso académico, abuso de sustancias y comportamiento suicida. Mientras están deprimidos, los niños y los adolescentes tienden a atrasarse académicamente y pierden relaciones con sus compañeros. En la depresión muy grave pueden surgir síntomas psicóticos. A veces se requiere hospitalización breve, en especial cuando se detecta comportamiento suicida.
Duración del tratamiento
En líneas generales, los niños y los adolescentes deben permanecer en tratamiento durante no menos de un año tras la remisión de los síntomas. La mayoría de los expertos recomiendan tratamiento indefinido en los niños que han tenido dos o más episodios de depresión mayor.
Si la depresión en el anciano no se diagnostica ni se trata causa un sufrimiento innecesario para el anciano y para su familia.
Es importante tener presente que el suicidio en el anciano depresivo aumenta en frecuencia respecto a otras etapas de la vida, puesto que se multiplica por dos o tres la tasa general. La proporción de suicidios consumados es mucho mayor frente a los intentos.
En las personas mayores también hay que tener en cuenta el riesgo de interacciones farmacológicas y la tolerancia a la medicación antidepresiva. El tratamiento de la depresión en el anciano incluye psicoterapia, farmacoterapia o la utilización de ambas. La elección del tratamiento dependerá de la gravedad, el tipo y la cronicidad del episodio depresivo, las contraindicaciones de la medicación, las preferencias del paciente, y el acceso al tratamiento.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Psiquiatría Francisco Verjano Díaz, de la Unidad de Salud Mental de Badia del Vallès, Barcelona; Elena Abramova Stoliar, del CAS Fontsanta, en Cornellá de Llobregat, Barcelona; Rafael Rodríguez Calzada, del Hospital Río Hortega, Valladolid; Estíbaliz Lauzurica Martínez, del Hospital Universitario La Paz y Centro de Salud Mental Colmenar Viejo, Madrid; Antonio L. Galbis Olivares, de Alzira, Valencia; Yurena María Rodríguez Hernández, del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria y Unidad de Salud Mental Hospital del Sur,Tenerife; Leonardo Moyano Castro, USMC Córdoba Centro, y Carla López Martínez, de la Unidad Salud Mental Mislata, Departamento Salud Mental Hospital Manises, Valencia.
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