A la hora de valorar los síntomas de la disfunción eréctil, hay que tener en cuenta el tiempo de evolución desde su aparición, el grado de impotencia, la presencia o no de las erecciones espontáneas, la presencia de dolor durante la erección y otros aspectos de la función sexual, como la libido, la eyaculación y el orgasmo. En este contexto, es muy útil el uso de cuestionarios, como por ejemplo el IIEF-5 o EHS.
Antes de los 50 años la disfunción eréctil de origen psicológico es más frecuente. También hay que considerar las alergias a medicamentos y los hábitos tóxicos, como el tabaquismo y el consumo de alcohol.
Además, a mayor índice de masa corporal (IMC) y perímetro abdominal, más probabilidad de padecer disfunción eréctil.
Padecer trastornos cardiovasculares, endocrinos, neurológicos y/o hormonales son elementos a considerar. No hay que olvidar que cierta medicación para la presión arterial, los psicofármacos o los fármacos para el tratamiento de cáncer de próstata pueden influir en la disfunción eréctil.
Primeros episodios
El inicio y curso de la disfunción deben analizarse; es decir, si la disfunción es súbita y episódica suele estar relacionada con un origen psicológico, y si es insidiosa y constante, puede ser de origen físico. La presencia de erecciones nocturnas, matutinas o determinadas situaciones de rigidez normal descartan que sean de origen orgánico.
En el contexto psicosexual del paciente o en su historia sexual hay que conocer los aspectos relacionados con el comienzo de la disfunción, si es súbito o progresivo; el grado de impotencia; la presencia o no de erecciones espontáneas matutinas o nocturnas, la conservación de la libido, la eyaculación y el orgasmo, y los síntomas asociados, como la incurvación peneana, erección dolorosa…
Factores de riesgo
Los factores de riesgo se identifican fácilmente, salvo excepciones, con la historia clínica. En ocasiones, es necesaria la colaboración de otros especialistas, por ejemplo con los factores de riesgo cardiovascular, para su diagnóstico y tratamiento, ya que esto puede ayudar a mejorar el problema.
Además, la disfunción eréctil es un predictor de cardiopatía isquémica. Por eso, es importante una evaluación cardiológica, sobre todo en mayores de 60 años.
Hay que incidir en la corrección de los factores modificables, como el consumo de tóxicos, modificar tratamientos, o al menos disminuir dosis perjudiciales, siempre que se pueda, y en colaboración con otros especialistas.
También hay que adaptar los tratamientos a la situación particular del paciente y a las expectativas en relación con la actividad sexual previa o la que espera que sea habitual.
Identificar factores de riesgo
La identificación de los factores de riesgo puede incluir un examen físico y una analítica para determinar el nivel de testosterona en sangre. Según los resultados, el especialista puede solicitar análisis de otras hormonas, colesterol, glucosa, y pruebas para determinar la función del hígado, riñones y tiroides. Aunque no es común, algunos pacientes requieren pruebas especiales para revisar las funciones neurológicas y los vasos sanguíneos y la circulación.
Con esto, el objetivo es determinar si la disfunción eréctil es el síntoma centinela de otras patologías ocultas, que en un futuro podrían provocar al paciente peores consecuencias sobre su salud.
Para atender a las necesidades particulares del paciente, en la primera visita se puede incluir a la pareja.
Además, se deberá de considerar la coordinación, si se precisara, del urólogo con otros especialistas que atienden al paciente, como su médico de Atención Primaria, con el sexólogo u otras especialidades, como Cardiología.
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