Cambios específicos y dinámicos en los electrocardiogramas (ECG) de los pacientes hospitalizados con COVID-19 o gripe pueden ayudar a predecir un plazo de empeoramiento de la salud y la muerte, según un nuevo estudio del Hospital Mount Sinai, en Estados Unidos, según publican los investigadores en el ‘American Journal of Cardiology’.
El estudio muestra que la disminución de las formas de onda en estas pruebas puede utilizarse para ayudar a identificar mejor a los pacientes de alto riesgo y proporcionarles una monitorización y un tratamiento más agresivos.
Según añade, “dado que los casos de COVID-19 y las hospitalizaciones siguen aumentando, los electrocardiogramas pueden ser útiles para los hospitales a la hora de atender a estos pacientes antes de que su estado empeore drásticamente. Esto es especialmente útil en los sistemas desbordados, ya que no hay que esperar a que vuelvan los análisis de sangre y esta prueba puede ser realizada por la mayoría del personal sanitario. Además, el electrocardiograma puede realizarse en el momento en que se atiende a otro paciente junto a la cama, eliminando la posible exposición de otro trabajador sanitario al COVID-19″.
Complejo QRS
Midieron manualmente la altura de la onda QRS -una medida de la actividad eléctrica de los ventrículos, las cámaras principales del corazón- en todos los electrocardiogramas; los cambios en esta actividad eléctrica podrían ser una señal de que los ventrículos están fallando.
Los investigadores analizaron los electrocardiogramas de seguimiento tras el ingreso en el hospital y analizaron los cambios en las formas de onda según un conjunto de criterios que desarrollaron denominado amplitud LoQRS (LoQRS) para identificar una contracción de la señal eléctrica en el electrocardiograma.
La LoQRS se definió por una amplitud del QRS inferior a 5 mm medida en los brazos y las piernas o inferior a 10 mm cuando se medía en la pared torácica, así como por una reducción relativa de la altura de la forma de onda en cualquiera de las dos ubicaciones en al menos un 50 por ciento.
Cincuenta y dos pacientes del estudio COVID-19 no sobrevivieron, y el análisis muestra que el 74% de esos pacientes tenían LoQRS. Las formas de onda del QRS de sus electrocardiogramas se hicieron más pequeñas aproximadamente a los 5,3 días de su ingreso en el hospital y murieron aproximadamente dos días después de que se encontrara el primer electrocardiograma anormal.
De los 281 pacientes con gripe estudiados, se identificó LoQRS en el 11% de ellos. Diecisiete pacientes con gripe murieron, y LoQRS estaba presente en el 39% de estos casos. Los pacientes con gripe cumplieron los criterios de LoQRS una media de 55 días después de su ingreso en el hospital, y la media de tiempo hasta la muerte fue de seis días desde que se identificó la LoQRS. En general, estos resultados muestran que los pacientes con gripe siguieron un curso menos virulento de la enfermedad en comparación con los pacientes con COVID-19.
“Si la LoQRS está presente, el equipo puede considerar la posibilidad de intensificar el tratamiento médico o trasladar al paciente a un entorno altamente monitorizado, como una unidad de cuidados intensivos (UCI), en previsión de un deterioro de su salud”, añade.
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