Estos días muchas personas que han recibido la vacuna de AstraZeneca tienen que recibir la segunda dosis, y decidir si lo hacen con AstraZeneca o Pfizer. ¿Cuál sería su recomendación?
La primera recomendación es recibir la segunda dosis de la vacuna, sobre todo si no han pasado la infección natural previamente. Esta segunda dosis de refuerzo es esencial para generar una respuesta inmunitaria eficaz, potente y una memoria inmunitaria duradera. Recomendamos mantener la segunda dosis de la vacuna con AstraZeneca porque la EMA sigue avalando esta vacunación y no ha contraindicado su uso.
Es cierto que en unos casos muy poco frecuentes hay una vinculación con trombos en sitios no habituales y acompañado de disminución de plaquetas en sangre. Pero este evento afecta a menos de un caso por 100.000 primeras dosis y a un caso por cada millón de segundas dosis puestas. Ahora bien, en el caso de que se agoten las dosis de la vacuna de AstraZeneca para esta segunda administración, es cierto que parece segura, y está demostrando ser eficaz en cuanto a respuesta inmunitaria, la combinación con la vacuna de Pfizer.
Un grupo de inmunólogos españoles ha demostrado que personas que han pasado la COVID-19 y han recibido una primera vacuna no es preciso que se pongan la segunda, porque no aumenta la respuesta inmunitaria.
Sí, se trata de un estudio liderado por Jordi Ochando, investigador del ISCIII, donde hemos comprobado que, en caso de haber pasado la infección natural, la vacunación con una segunda dosis de mRNA (Pfizer) no incrementa la respuesta de anticuerpos y tampoco la respuesta celular. Es decir, lo que viene a indicar es que aquellas personas que hayan sufrido la COVID-19, no tendrían necesidad de recibir las dos dosis de la vacuna y con una sola seríamos capaces de generar una respuesta suficiente.
Por otro lado, datos muy recientes de la Universidad de Sant Louis (USA) demuestran que la infección natural genera células plasmáticas productoras de anticuerpos de larga vida, que pueden sobrevivir durante muchos años (quizás de por vida) en nuestra médula ósea y reactivarse una vez que volvamos a estar en contacto con el coronavirus. Si a esto lo asociamos los datos del grupo de la Jolla (California, USA) que muestran que también las células T memoria, que son otra rama de la defensa inmunitaria, perviven hasta 8 meses demostrado hasta el momento, podemos ser optimistas acerca de la función protectora de la respuesta inmunitaria inducida tras haber pasado la infección natural.
¿Resistirán la vacuna nuevas variantes del virus?
Hasta el momento las vacunas están demostrando una buena protección frente a las variantes descritas (de la de India aún no hay datos) tanto en términos de anticuerpos como en el de células T antivirales. Es cierto que hay algo de caída en alguna de las variantes, sobre todo la sudafricana, pero podemos afirmar que hay protección en un alto porcentaje. Ahora bien, tenemos que estar vigilantes y controlar los datos epidemiológicos y los focos de infección activa, sobre todo, en zonas muy pobladas donde el riesgo de aparición de nuevas variantes es importante y existe la posibilidad de que frente a alguna de esas variantes no sean eficaces las vacunas. Por ello, es fundamental vacunar a la población no sólo en nuestra región o país, sino a nivel global. Es una pandemia y eso tiene incidencia mundial.
Con el 70% de la población vacunada se alcanzaría la inmunidad de grupo, pero si surgen muchas variantes, ¿sería necesario vacunar a un porcentaje más alto de población?
Esa es la posibilidad que se plantea. A medida que surjan variantes y se produzca una disminución de la protección y especialmente de la transmisibilidad, el índice R de infectividad aumentará (actualmente está entre 2 y 3,5) y será necesario aumentar el porcentaje de población inmunizada.
¿Cuál diría que es ahora mismo la mayor preocupación en materia de vacunación?
Disponer de dosis y de la logística adecuada para vacunar a la población en todo el mundo lo más rápidamente posible. Lo ideal es que no nos queden vacunas sin administrar en las neveras/congeladores. Es importante eso. Tengan en cuenta que agencias reguladoras de países como Canadá se plantean aumentar la fecha de caducidad de las vacunas de que disponen porque no las han consumido. Es esencial que, antes de hablar de liberar patentes, lo cual se va a traducir en una disponibilidad de las vacunas a muy largo plazo en los países con menos recursos, se donen esas dosis que caducan en los países del primer mundo para que se administren. Vuelvo a recordar que el problema es mundial.
¿Qué opina de los riesgos por los efectos adversos a corto plazo de la vacuna?
Los efectos adversos a corto plazo son mayoritariamente menores en forma de dolor en zona de pinchazo, malestar, fatiga, cefalea o fiebre baja. Todos ellos son reflejo de la respuesta inmunitaria que se está induciendo en la persona vacunada y suelen ser más frecuentes en la población más joven, en los que esta respuesta es más intensa. No tienen importancia e incluso son un buen dato porque reflejan que la vacuna está funcionando. Además, se tratan con un paracetamol y descanso.
Otro problema es el de los trombos tan poco frecuentes y que se producen en las tres primeras semanas con algunas vacunas de adenovirus. Conocemos los síntomas que se producen, sospechamos el mecanismo por el que se producen y existen indicaciones de cómo tratarlos. La población tiene que estar tranquila en el sentido de que son muy extraños y de que los beneficios superan sin comparación a ese posible riesgo.
El otro efecto adverso a corto plazo fue al inicio de administrar las de mRNA, respecto al riesgo de anafilaxia. También se ha visto que es sumamente extraño y no ha generado ningún problema. Además, en aquellos pacientes con posible riesgo (alergia a polietilenglicol o alérgicos a muchos medicamentos), valorados por los Servicios de Alergología, se ha realizado vacunación controlada y monitorizados y no se han descrito problemas importantes.
¿Y a largo plazo?
Las vacunas en general son absolutamente seguras a largo plazo y las que empleamos en la COVID-19 no tienen por que no serlo. Además, muchos de los bulos que han corrido por las redes acerca de estos efectos a largo plazo son infundados y guardan paralelismo con los bulos empleados en su día con las vacunas habituales del calendario vacunal, como por ejemplo, cuando se adujo falsamente que se asociaban a autismo. No hay motivo para pensar en efectos secundarios a largo plazo.
¿Cuánto durará la inmunidad?
Con los datos de la infección natural, podemos inferir que la protección no va a durar meses, sino muchos años. La respuesta tanto de anticuerpos como de las células B que los producen y de las células T que también intervienen en la protección, demuestra que es más duradera de lo que se ha especulado al principio. Es posible que haya grupos de personas de una edad determinada (muy mayores) o con problemas de enfermedad que generen cierto grado de inmunodeficiencia, en los que esa respuesta no sea tan efectiva y que la protección sea más corta. En esta gente se está valorando el tipo de respuesta generada y si son candidatos a recibir dosis extras de vacunas para potenciar la respuesta y hacerla más duradera.
¿Son determinados perfiles genéticos susceptibles de contraer la infección?
No existe asociación con un gen concreto a sufrir esta infección. Es posible que haya una susceptibilidad genética a sufrir una enfermedad más grave. Así, está claro que los varones sufren una enfermedad más grave que las mujeres. Esto se puede explicar parcialmente porque el cromosoma X (las mujeres tienen dos) codifica para ciertos genes relevantes en una respuesta inmunitaria eficaz y, por ello, al tener doble carga podrían tener una mejor respuesta.
¿Influye la microbiota intestinal en la gravedad de la COVID-19?
La microbiota intestinal modula de forma extraordinaria las repuestas inmunitarias no solo a nivel de mucosas sino también a nivel general en todo el organismo. Si tenemos en cuenta que el SARS-CoV-2 entra por mucosas, sobre todo respiratoria, es lógico pensar que la modulación de la microbiota en cualquier mucosa juegue un papel importante. No hay evidencias claras al respecto pero hay ya trabajos que estudian cómo se modula la microbiota intestinal durante la infección y como se recupera en los convalecientes. Es muy probable que aparezcan datos sólidos al respecto en los próximos meses. Además, es relevante saber que el coronavirus persiste en mucosa intestinal tiempo después de haber superado la enfermedad y se relaciona con inducción de respuestas inmunitarias en mucosa intestinal y persistencia de células específicas frente al coronavirus y anticuerpos de clase IgA, característicos de este tejido.
¿Qué tendencias observaremos en el futuro en materia de vacunación?
En primer lugar, ya se habla de necesidad de tercera dosis. Considero que es muy pronto para introducir este debate cuando queda una amplia proporción de la población sin haber recibido aún la primera dosis. Pero es cierto, que tendremos que ver qué tipo de respuestas se inducen en poblaciones más indefensas, tal como indiqué anteriormente, para decidir si hay que revacunar. Además, hay muchos diseños de vacunas en desarrollo experimental, incluidas las españolas del CSIC, y veremos cuál es la población a quien se deben administrar para conseguir una protección duradera y también otras rutas de inoculación distintas a la intramuscular, como puede ser vía nasal y que parece que podrían ser más efectivas en la infección COVID-19.
¿Estamos preparados para afrontar nuevas pandemias?
De esta pandemia debemos haber aprendido lecciones importantes, como la necesidad de colaborar, compartir e informar correctamente. Esperemos no tener que volver a sufrir una pandemia de este calibre en muchos años. Pero ha quedado clara la necesidad de invertir en ciencia e investigación y de no reducir presupuesto en materia de salud. Los países que mejor están combatiendo la pandemia son aquellos que apuestan permanentemente en ciencia. Esperemos haber aprendido la lección y, de una vez por todas, en este caso en nuestro país, la apuesta sea clara y sin titubeos. Y eso se refleja en los Presupuestos y la agilidad burocrática y administrativa.
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