La Dra. Isabel Egocheaga Cabello, responsable del Grupo de Trabajo de Cardiovascular de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), asegura que las principales actividades en Atención Primaria son las actividades preventivas, entre ellas las cardiovasculares. El consumo de tabaco, el sedentarismo, la dieta inadecuada y el uso nocivo del alcohol son responsables de alrededor del 80 por ciento de las coronariopatías y enfermedades cerebrovasculares.
¿Cuál es la patología cardiometabólica que con más frecuencia ven en las consultas de Atención Primaria?
Son varias. Los procesos asociados al aparato cardiocirculatorio son los motivos de consulta más frecuentes en Atención Primaria, por delante de los asociados al aparato locomotor. Hay que tener en cuenta que las patologías cardiometabólicas suelen ser procesos crónicos. La hipertensión arterial y la diabetes mellitus, junto con las dislipemias, son enfermedades frecuentes en la consulta del médico de familia.
¿Cuál es el perfil del paciente?
No hay un único perfil de paciente con patología cardiometabólica que se ve en las consultas de Atención Primaria. Tendemos a pensar que los procesos crónicos están ligados a la edad avanzada. En España, el 45,6 por ciento de la población mayor de 16 años padece al menos un proceso crónico y el 22 por ciento de la población dos procesos o más. Con el envejecimiento, se acumulan diferentes patologías crónicas. Por eso, el perfil del paciente crónico más común es el de una persona de edad avanzada con pluripatología.
¿Qué suponen estas patologías en la carga asistencial?
Los pacientes pluripatológicos constituyen el 1,5 por ciento de la población y su mortalidad anual es del 6-10 por ciento; 25-50 por ciento si están hospitalizados. De estos, muchos tienen patologías cardiometabólicas y eventos debidos a ellas, como pueden ser la cardiopatía isquémica, los ictus o la insuficiencia cardiaca o renal.
¿Se llevan a cabo programas de prevención en Atención Primaria?
Una de las principales actividades en Atención Primaria son las actividades preventivas, entre ellas las actividades preventivas cardiovasculares. Dichas pautas están encaminadas al cribado y detección precoz de las patologías más prevalentes en nuestro ámbito, como son el tabaquismo, la hipertensión arterial, la diabetes mellitus o la obesidad.
¿En qué consisten dichos programas?
Fundamentalmente, en intentar determinar el riesgo cardiovascular del paciente.
¿Cómo se define el riesgo cardiovascular?
Se define como la probabilidad de presentar una enfermedad cardiovascular en un determinado periodo de tiempo, generalmente 5 años o, más frecuentemente 10 años. De esta forma, se puede detectar a los pacientes de alto riesgo cardiovascular en prevención primaria. Cuanto mayor es el riesgo vascular de un grupo o individuo concreto, mayor es el beneficio de la intervención. Por tanto, las principales utilidades de la valoración del riesgo cardiovascular son el establecimiento de prioridades en prevención cardiovascular y la adecuación de la intensidad de las estrategias terapéuticas.
En este contexto, ¿qué importancia tiene la modificación de los hábitos poco saludables?
Además, intentamos actuar sobre lo que se denominan determinantes en salud; es decir, en el consumo de tabaco, el consumo nocivo de alcohol, una dieta inadecuada y la inactividad física. Sobre ellos se puede actuar mediante medidas de promoción de la salud y actividades preventivas específicas. El consumo de tabaco, el sedentarismo, la dieta inadecuada y el uso nocivo del alcohol son responsables de alrededor del 80 por ciento de las coronariopatías y enfermedades cerebrovasculares.
¿Son conscientes los pacientes del riesgo que suponen las patologías cardiometabólicas?
La mayor parte de las enfermedades cardiometabólicas cursan de forma asintomática hasta que aparece una complicación y son crónicas, por lo que exigen valoración constante. Es importante concienciar a la población de la importancia de prevenirlas, diagnosticarlas precozmente y controlarlas antes de que causen un daño irreversible para su salud.
¿Qué papel tiene enfermería en el seguimiento de estos pacientes?
La enfermería es fundamental en el seguimiento de este tipo de patología. Son quienes evalúan detenidamente la adherencia terapéutica y elaboran planes de actuación para mejorarla.
¿Cómo es la adherencia en estos pacientes?
En los países desarrollados, la adherencia a los tratamientos a largo plazo en la población general se sitúa en torno al 50 por ciento. La adherencia es mayor en los rangos altos de edad. No obstante, se ve en gran medida condicionada por la complejidad del tratamiento.
¿Existe una mayor adherencia al abordaje farmacológico que a los cambios en el estilo de vida?
De todos es conocido que es más sencillo tomar fármacos que mantener estilos de vida saludable.
¿Qué se puede hacer para mejorar la adherencia?
Podemos comentar diferentes estrategias. Se puede potenciar el paciente activo o capacitado que tiene suficientes conocimientos de su enfermedad y de su tratamiento para ser partícipe de su cuidado, la toma compartida de decisiones o los procesos centrados en el paciente. Lo más importante es la adecuada comunicación entre el médico/la enfermera y el paciente. Tenemos que potenciar la capacidad de autocuidado en estas patologías y centrar los esfuerzos en aquellas personas con procesos más complejos. Algunas estrategias para mejorar el cumplimiento son educación sanitaria, optimización de la relación con el paciente, seguimiento, con citaciones y recordatorios, y monitorización de los resultados.
¿Cómo repercute la mala adherencia a la consecución de objetivos terapéuticos?
Hay estudios que demuestran que los pacientes no adherentes tienen mayor morbimortalidad por este tipo de patologías cardiometabólicas.
¿En qué grupo poblacional hay que establecer la prevención primaria del riesgo cardiovascular?
Desde la infancia se deben trabajar los hábitos de vida saludables. En general, a partir de los 40 años se recomienda realizar cribado de los factores de riesgo cardiovascular.
¿En qué consiste la prevención secundaria?
En actuar sobre aquellos pacientes que ya han tenido un evento cardiovascular, como cardiopatía isquémica o ictus. No obstante, cada vez tiende a considerar el contínuum cardiovascular en búsqueda del daño vascular silente o lesión asintomática de órganos diana.
¿Qué papel tienen las guías de práctica clínica en el manejo de la patología cardiometabólica?
Son de obligada lectura, pero su difusión e implementación dista de ser la idónea. Suponen el referente de cómo actuar ante cada patología o ante el riesgo cardiovascular. El médico de familia se enfrenta a múltiples guías y recomendaciones de expertos y no únicamente del área cardiovascular. Es importante tener referencias claras y seguir las actualizaciones que suelen realizarse cada 5 años.
¿Cómo está afectando la COVID-19 en el manejo de los pacientes con patología cardiometabólica?
Se está imponiendo la telemedicina para evitar visitas a los centros de salud. Estamos descubriendo que se puede seguir a los pacientes crónicos con patología cardiometabólica de forma no presencial espaciando las atenciones en los centros sanitarios. Estamos potenciando los autocuidados y la autoexploración: AMPA, toma de pulso, peso, glucemia, pulsioxímetros, Apps, dispositivos portátiles ECG en el seguimiento de estos pacientes…
¿Cómo está cambiado la valoración del paciente por el COVID-19?
Redescubriendo la anamnesis dirigida a detectar exacerbaciones o descompensaciones que nos orienten a valorar al paciente en consulta. Es importante tener herramientas adecuadas como historias clínicas de calidad, tanto en Atención Primaria como en Atención Especializada; continuidad asistencial y de cuidados que permita aplicar los criterios de derivación entre niveles con la forma asistencial más adecuada en cada caso, ya sea presencial o no presencial. En definitiva, conseguir consultas eficaces y con alta capacidad resolutiva, tanto de enfermería como de Medicina.
¿Cómo ha influido el coronavirus en los pacientes con patología cardiometabólica?
La propia COVID-19 y su tratamiento dificulta el manejo de las patologías cardiometabólicas y favorece las descompensaciones e, incluso, su aparición como arritmias, hipertensión arterial o diabetes.
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