Una guía de práctica clínica sin información de costes no es ya que esté coja, es que no aporta recomendaciones sustentadas. Esta afirmación ya está interiorizada por los sistemas sanitarios, pero ahora ha llegado el momento de dar un paso más allá y cambiar el punto de vista. Hay que pasar de valorar el coste por servicio a tener en cuenta el coste por enfermedad, es decir, de todo el proceso al que se somete un paciente.
Estamos ante un cambio de paradigma, una revolución, pero no de futuro, porque ya se está haciendo, así que el objetivo ahora es acelerar el proceso e ir más allá. Así se ha puesto de manifiesto en la mesa ‘Medir costes para aportar valor’, desarrollada en el marco de las XV Jornadas de Evaluación y Gestión en Salud de la Fundación Signo que, organizadas en formato virtual desde la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP), se celebran hasta el 30 de octubre alrededor del epígrafe ‘Innovando en gestión después del Covid’.
Una de las ponentes en esta mesa, Elisa Gómez Inhiesto, directora Económico-Financiera y de Servicios Generales en OSI Ezkerraldea Enkarterri Cruces, fue tajante: “No basta con saber el coste por servicio, hay que saber el coste por enfermedad”. Esto supone todo un “cambio de modelo de negocio” que implica, además, “no sólo coger los resultados clínicos, sino que hay que conocer la opinión de los pacientes, hay que incorporarlos a la gestión de su enfermedad”. En definitiva, que “hay que partir de cero y rediseñar el modelo de información de costes”.
Un cambio urgente
Esto se está haciendo, pero es “urgente” volcarse en este modelo. “Hay mucho análisis y mucho diagnóstico, sabemos lo que tenemos que hacer, lo que hay que hacer es ponernos a trabajar ya”, abundó Elisa Gómez. A su juicio, para ello hay tres retos por delante: implantar una cultura de la evaluación (“hay que hablar de resultados y del valor aportado”), innovar con una gestión basada en la información y usando modelos predictivos de costes y, por último, “compartir la información para aprender de las mejoras”.
La mesa, moderada por Fernando Ignacio Sánchez, profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Murcia, contó también con la participación de María Ángeles Gogorcena, jefa del Área de Información y Estadísticas Asistenciales del Ministerio de Sanidad, quien recordaba que la medición de costes “es una herramienta de cohesión que favorece la transparencia y la rendición de cuentas del sistema”, además de que “dota de un lenguaje común” a toda la estructura.
Desde su punto de vista, es fundamental “integrar la información técnico-administrativa con la información de costes”, además de implantar “un diseño homogéneo y consistente” porque es la única manera de “obtener valor”. Pese a reconocer que el necesario plan de auditorías “está un poco postergado”, recordó que ya se cuenta con un plan de formación y un manual de auditorías, aunque el mayor esfuerzo se está haciendo en “consolidar una base de datos clínica” que aportará un enorme valor añadido.
Base de datos nacional
La importancia de esta base de datos nacional es que “permitirá trabajar de forma longitudinal, incorporando la Atención Primaria y otras modalidades asistenciales por costes”. “Es la primera vez que vamos a tener un registro de estas características”, resaltó, con más de 14 millones de registros de los que más de nueve millones son de urgencias. Y hay que seguir avanzando en la trazabilidad de los procesos, para lo que se trabaja en una cohorte de cinco millones de ciudadanos “para conocer los aspectos de costes y también la opinión de los pacientes”.
El objetivo es “articular un gran proyecto de integración de bases de datos”, de ahí la importancia de la tarjeta sanitaria. Esta gran herramienta analítica “abre la puerta a un nuevo paradigma que el Covid nos ha puesto en el cuello”.
Medir costes
Todo ello permitirá medir costes, “una forma de añadir y aportar valor que parece que es algo opcional cuando es un pilar, es un elemento troncal para las recomendaciones de práctica clínica”, apuntó por su parte Celia Muñoz, técnica del Área de Decisiones Basadas en la Evidencia del Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud (IACS). “Hay que hablar de costes porque brindan de forma explícita elementos que ayudan a la toma de decisiones”, apostillaba.
Muñoz recordó que los profesionales son parte del grupo elaborador de las guías de práctica clínica, pero que en el proceso cada vez más intervienen otras voces como las de los economistas de la salud y las de los propios pacientes. Además de avanzar que durante 2021 se presentarán varias guías de práctica clínica, auguró que “el reto importante es pasar de la perspectiva del Sistema Nacional de Salud a la de la sociedad, incorporar la información que pueden aportar los pacientes” para saber el coste real de la enfermedad. “Tenemos que dar ese salto en las guías de práctica clínica, pero eso no lo tenemos muy trabajado todavía”, admitió.
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