La doctora Mercedes Otero, miembro del Grupo de Enfermedades Neurológicas de la Sociedad Española de Medicina General (SEMG), lo tiene claro: “La migraña está infravalorada, infradiagnosticada e infratratada”. Considera que el principal desafío es “concienciar a los pacientes para que vayan a la consulta y a los médicos de Atención Primaria para que le den a estos casos la importancia que tienen” y, aunque define como “muy importante la interconsulta” entre Primaria y Especializada, cree que “hacer equipos específicos de estos dos niveles no tiene mucho sentido”.
-¿Qué impacto tiene la migraña en la Atención Primaria?
La migraña es una enfermedad crónica muy prevalente y el primer motivo de consulta neurológica dentro de la Atención Primaria. Por ello, una de las cuestiones imprescindibles es hacer un buen diagnóstico y escuchar al paciente, su punto de vista es fundamental y crucial en esta patología. En la actualidad podríamos decir que la situación debería mejorar mucho, no sólo por parte del médico de Atención Primaria, también por parte del propio paciente, ya que muchas veces ve la migraña como la enfermedad que sufría un familiar y por eso jamás consulta con el médico. El propio profesional a veces, como es una patología que no mata, no le dedica el tiempo suficiente como para llegar a catalogarla y hacer un enfoque adecuado.
-¿Las tasas de prevalencia son preocupantes?
En España entre el 12 y el 15% de la población padece migraña, y si hablamos de mujeres la cifra está entre el 15 y el 20%. En total hablamos de que en España hay más de cuatro millones de pacientes migrañosos, de los que más de tres millones son mujeres. El problema añadido es que un 25% de estos pacientes nunca ha consultado al médico, algunos se automedican y otros no toman nada. Y dentro de los que sí consultan al médico en algún momento, hablamos de una patología con un tratamiento que muchos no van a ver satisfactorio, lo que les puede llevar a abandonarlo. Por eso es tan importante el seguimiento: ver si funciona, si hay que cambiar las dosis, probar con otros fármacos…
-¿Ha evolucionado mucho el tratamiento de la migraña?
Hoy tenemos tratamientos no específicos, como analgésicos y antiinflamatorios, y específicos, como los triptanes. A algunos pacientes les funcionan mejor que a otros, pero eso no es motivo para dejar los tratamientos. Es una enfermedad crónica y muy frecuente, además de muy incapacitante: la Organización Mundial de la Salud (OMS) la sitúa como la sexta causa de incapacidad, porque la calidad de vida se ve muy afectada. No es sólo el dolor de cabeza, también otros síntomas asociados como vómitos, náuseas, intolerancia a la luz… Además se sufre más entre los 18 y los 50 años, edades en las que se está en plena actividad laboral y estudiantil, mengua mucho calidad de vida. Y a esto se une que, desde que se acude a la consulta hasta que se cataloga la enfermedad, pueden pasar entre seis y ocho años, un tiempo en el que el paciente ha estado vagando por diferentes especialidades o se ha desmotivado.
-¿Es una enfermedad minusvalorada?
Sí, hasta el punto de que durante mucho tiempo no ha sido considerada ni una enfermedad, porque no hay que salvar la vida y porque el dolor es muy subjetivo… Además, tiene un componente social negativo, a veces se ha visto como una excusa para no ir al trabajo o para no hacer vida social. La migraña está infravalorada, infradiagnosticada e infratratada. Y tiene muchos factores asociados: afecta a la vida del paciente y a la de su familia, y provoca un absentismo laboral nada despreciable pese a que el migrañoso es un paciente muy sufrido, va muchas veces a trabajar con su migraña pero con sus capacidades muy mermadas.
-¿El migrañoso es visto como un paciente de segunda?
No lo definiría así, pero sí es un paciente poco valorado, se asocia su patología a otras como ansiedad, depresión, muchas veces motivada porque no le funciona el tratamiento. Eso le lleva a un sentimiento de culpa: por mi culpa no hemos podido hacer tal cosa o el trabajo no ha salido… Se culpa y le culpan. Así como hay otras enfermedades, como el infarto, en las que hay una exposición franca y positiva a nivel familiar y social, la migraña tiene una connotación social negativa, muchos pacientes la ocultan porque temen que les pueda perjudicar. No se lo cuentan a los compañeros de trabajo, y no pueden ni ir al médico a pedir un justificante, porque está muy mal visto. Y eso que el migrañoso por sus características es muy responsable y tiene una gran capacidad para reponer lo que no ha podido hacer, quiere compensar.
-¿La migraña se sigue considerando socialmente una excusa?
Ese sambenito se ha ido quitando, pero siempre ha sido motivo de chanza y de chiste. Como además afecta a muchas mujeres, se las acusaba de ser flojas, cuando la situación clínica de un ataque es muy incapacitante, puede alcanzar niveles insoportables.
-Y en la situación actual, ¿cuál es el principal desafío diagnóstico?
Lo primero que hay que hacer es escuchar al paciente y hacerle preguntas, y una buena exploración física para descartar que sea una cefalea provocada por otros motivos, pocas veces habrá que hacer pruebas alternativas. El desafío es concienciar a los pacientes para que vayan a la consulta y a los médicos de Atención Primaria para que le den a estos casos la importancia que tienen, hay que dedicarles más tiempo. También hay que implicar a otros especialistas que intervengan en el proceso, al neurólogo en primer lugar, pero también a ginecólogos (en las mujeres puede haber un trasfondo hormonal) o a otorrinos para descartar que sea otro tipo de proceso.
-Señala que hay que dedicar más tiempo, que es precisamente los que más demandan los profesionales de Atención Primaria…
Como en tantos otros procesos, la masificación y la demanda en Atención Primaria te obligan a ir a un ritmo con la migraña que no es el deseable, por eso hay que establecer una relación continua, son casos que se pueden ver en varias visitas. Al final, lo importante es concienciar.
-¿Para eso es fundamental la coordinación entre Atención Primaria y Especializada?
Es un paciente compartido: la mayoría de casos se resuelve y trata en Atención Primaria, pero hay un porcentaje que por su curso evolutivo requiere determinadas pruebas y tiene que ir al neurólogo. Algunos pacientes requieren ser tratados en una unidad específica, o acceder a tratamientos específicos que sólo tiene el neurólogo. Por eso es muy importante la interconsulta, que el paso de mensajes en ambas direcciones sea lo más claro y conciso posible y que se establezcan criterios y consensos entre ambos niveles. Pero esto no siempre es posible, hay que tener en cuenta que a veces no es lo mismo un servicio en una ciudad pequeña que grande, ni todas las autonomías tienen los mismos servicios.
-¿Harían falta equipos específicos multidisciplinares?
Hacer equipos específicos no tiene mucho sentido, el migrañoso tiene otras patologías, pero hay una cierta cantidad de pacientes que tienen que ser valorados en unidades especializadas. Es un paciente, no una enfermedad, por eso el médico de Atención Primaria es el más indicado para tratarlo por su relación con los pacientes, conoce todo lo que está alrededor de la migraña: connotaciones emocionales, desencadenantes por situaciones de estrés, trabajo…
-¿Habría que caminar entonces hacia tratamientos personalizados?
Independientemente de los diferentes tipos de tratamientos, el paciente requiere una atención muy individualizada, hay que educarlo para que reconozca los síntomas de su enfermedad, que sepa que la crisis de migraña que sufre se puede resolver o no con un determinado tipo de medicamento.
-¿La lucha contra la migraña es una carrera de fondo?
Desde el primer momento una de las cosas más importantes es explicarle al paciente qué le está pasando, qué es su enfermedad, hacerle ver que las intercrisis pueden ser muy largas pero que habrá momentos en los que estará peor, transmitirle que vamos a probar un tratamiento y si no funciona se irá cambiando. La migraña no se cura pero se puede ayudar al paciente a vivir mucho mejor. Es muy importante que conozca su enfermedad y se implique en el cuidado, porque puede que no reconozca los síntomas: hay veces que tienen desde hace tiempo avisos de que va a surgir el dolor y no se dan cuenta, como hiperactividad o hipersensibilidad olfativa.
-¿El diagnóstico precoz es fundamental?
Como en todas las patologías es muchísimo mejor para todos, pero además una de las cosas que evitaremos es la desmotivación del paciente, que le puede llevar a una automedicación o a que se produzca una estabilización y cronificación de su enfermedad que pueda hacerla más difícil de tratar.
-¿Los profesionales de Atención Primaria necesitan más formación sobre la migraña?
No estaría de más. Lo importante es la anamnesis, pero puede que no esté a la última en medicamentos y tratamientos. Conocer lo más novedoso de todas las patologías es imposible, hay que sintetizar qué hay de nuevo y darle herramientas y habilidades en el manejo de los pacientes.
-¿El migrañoso es un paciente que se implica?
Hay que llegar a digamos negociaciones con él, que vea que es muy importante el papel que va a jugar el médico en su enfermedad. Suele ser un paciente muy responsable, pero requiere que se le ayude con información y formación para que se conciencie.
-¿Hay que ser optimistas entonces?
Por supuesto, hoy por hoy la migraña no tiene cura, es crónica y va a acompañar al paciente durante un periodo de su vida, pero está claro que su calidad de vida puede mejorar mucho. Lo importante es que no se abandone, tiene que mantener en el tiempo el tratamiento. Esto no es un castigo de Dios ni una maldición bíblica, y cada día tenemos fármacos más específicos y con una resolución del cuadro de dolor y de los síntomas concomitantes mucho más rápidos.
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