Además del tratamiento farmacológico, los pacientes con dislipemias deben adoptar una serie de cambios en sus hábitos de vida que serán esenciales para el control de su enfermedad. Son necesarios tanto en prevención primaria como en secundaria y se deben centrar en alcanzar un peso corporal óptimo, adoptar una dieta saludable, que incluya un aporte adecuado de frutas, verduras y cereales, restringir el consumo de sal, alcohol, grasas saturadas e hidratos de carbono refinados, y evitar el sedentarismo y realizar una actividad física regular de intensidad variable según la edad y las comorbilidades del paciente.
Otras recomendaciones para estos pacientes se centran en la supresión de tabaco o el control de otros factores de riesgo cardiovascular, como puede ser el control glucémico óptimo en pacientes con de diabetes.
Dieta óptima
En este contexto, hay que tener en cuenta que la dieta óptima de un paciente con dislipemias debe incluir frutas, frutos secos, cereales integrales, legumbres y pescado. Se deben evitar carnes rojas y procesadas, cereales refinados, azucares añadidos y grasas trans.
En lo que respecta a las bebidas, se recomienda una reducción de las bebidas alcohólicas, y una supresión de las azucaradas. Por su parte, los productos lácteos deben reducirse a un máximo de tres unidades diarias.
El objetivo de la dieta es mantener el balance entre la ingesta y el gasto de energía para lograr un peso corporal adecuado, con lo cual se consigue normalizar el perfil de lípidos.
Además de la dieta y el ejercicio, hay que considerar el consumo de ácidos grasos poliinsaturados; ácido linoleico, acido alfa-linoleico y ácido eicosapentaenoico, que además de reducir el LDL, aumentan los niveles de HDL y reducen los parámetros de inflamación sistémica. Estos datos han sido corroborados en ensayos clínicos que han demostrado una reducción significativa de la mortalidad cardiovascular en pacientes con antecedente enfermedad coronaria.
Arsenal terapéutico
En la actualidad, existe un amplio arsenal terapéutico para el tratamiento de la dislipemia que permite alcanzar los objetivos que se requieren en el paciente de alto y muy alto riesgo cardiovascular. Los fármacos hipolipemiantes que han demostrado a capacidad para prevenir la aparición de enfermedad cardiovascular, sobre todo cardiopatía isquémica, tanto en prevención primaria como secundaria, son las estatinas. También tiene su papel en la reducción del riesgo cardiovascular la ezetimiba asociada a estatina o los inhibidores de la PCSK-9. Diversos metaanálisis y estudios clínicos han confirmado que el tratamiento con fibratos podría reducir el riesgo de eventos cardiovasculares mayores, especialmente por la reducción de eventos coronarios.
Alto riesgo
El tratamiento combinado hipolipemiante está indicado en pacientes con RCV alto o muy alto que no logran objetivos terapéuticos de C-LDL solo con estalinas, en pacientes con intolerancia a las estatinas o a dosis altas de estatinas y en dislipidemia aterogénica en la que la acción de otros hipolipemiantes suponga un beneficio clínico.
La combinación terapéutica de fármacos hipolipemiantes más utilizada en la actualidad es una estatina asociada a ezetimiba. La consecución de objetivos terapéuticos de c-LDL se facilita con la combinación de estatinas con ezetimiba al conseguir una reducción adicional del 20% de cLDL.
También hay que tener en cuenta que la combinación de estatinas con fibratos puede estar indicada en situaciones de dislipidemia aterogénica (diabetes y síndrome metabólico) y en las dislipidemias mixtas no controladas solo con estatinas. El fenofibrato en combinación con estatinas puede considerarse en pacientes de alto RCV con hipertrigliceridemia.
Es fundamental adaptarse a las diferentes situaciones clínicas de perfil aterogénico global del paciente, además de sus otros factores de riesgo cardiovascular y tratamientos concomitantes, que son prioritarios a la hora de elegir el mejores tratamiento valorando el riesgo CV global así como los posibles efectos secundarios o interacciones farmacológicas derivadas.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina de Familia Rodolfo Castillo Wandosell, Oscar de Pablos Carballal, Juana María Garrido González y Vicente Nohales Requena, y el cardiólogo José María López Ayala, de Murcia, y Miguel Ángel Simón García, Miguel José Corbi Pascual, Francisco Manuel Salmeron Martínez, Juan Carlos Gallego Page y la médico de Familia María del Carmen Campayo Ortega, de Albacete.
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